Apagar el fuego con nafta

La eliminación de Talleres llegó con un regalito: la AFA demandaría al club por las declaraciones que realizó Federico Girotti, quien denunció que querían perjudicar a la “T”. El empate 2-2 contra Independiente tuvo un arbitraje que no estuvo a la altura y eso colaboró para agitar la hoguera.

La tensión entre Talleres y la AFA no es de ahora, aunque en los últimos tiempos, con nuevos insumos, parece acelerar hacia un callejón sin retorno. Si bien los antecedentes históricos no pueden soslayar aquellos convulsionados años 70, con el club cordobés pateando el asado de los grandes para meterse en la discusión de los títulos nacionales, hoy la realidad es diferente, con el súper profesionalismo metido hasta la médula para despertar todo tipo de intereses. ¿Está prohibido “mojarle la oreja” al establishment del fútbol?

Lo que es indeleble es el contexto: allá y ahora, no es el fútbol, sino lo que se genera a partir de él. Se trata de una monumental lucha que late y se define adentro de una cancha, repartiendo mucho dinero, pero fundamentalmente algo más elevado, que a veces resulta intangible: el poder.

Talleres camina en una dirección siguiendo una receta que marca contraste: mientras la mayoría de los clubes vive al fiado de la AFA, hay honrosas excepciones que no necesitan el dinero que administran Claudio Tapia y su ballet.

Que quede claro: la tensión existe desde siempre y toma temperatura con pequeños grandes detalles. Los arbitrajes, el VAR, los horarios, los reglamentos, las sanciones y otras yerbas siempre parecen al servicio de los más poderosos porque, lo sabemos, el fútbol no está en crisis: lo que sí está en crisis es la concepción del negocio que se maneja desde BA, en una mesa chica a la que solo acceden los que son funcionales al sistema.

Hace unos meses, Gonzalo Belloso, director deportivo de Rosario Central, reconoció en una nota televisiva que su club levantó las inhibiciones y pudo financiar una deuda inmanejable gracias al apoyo de Claudio Tapia y del entonces Ministro de Economía, Sergio Massa. ¿Pasó algo? ¿Alguien fue preso por semejante barbaridad? ¿Está bien que los dineros públicos estén dispuestos para cuidar a algunos clubes? ¿Es correcto que la AFA tenga una actitud paternalista con unos y se olvide de otros? Hay pocas cosas más seductoras para un dirigente que sonreir al lado de un campeón de fútbol…

Caza de brujas

Es escasamente sano meternos en el laberinto de revisar cada jugada, de cada partido, de cada campeonato, para confirmar o desestimar, si a Talleres lo perjudicaron. Cuando comenzamos esa caza de brujas, aparecen laterales mal cobrados, penales ignorados, tiempos extras amarretes, fuera de juego manipulados por el VAR y un montón de situaciones que inciden en los partidos. Cuidado: a veces en contra y otras a favor.

Nuestro fútbol habita en la histeria que antecede al caos porque los hinchas de todos y cada uno de los equipos exigen que su club sea campeón y sienten el derecho de romper todo si no lo consiguen.

En Alberdi juran que a Belgrano sí le pitan en contra y presentan como evidencia una lista larga de errores de los árbitros, con penales a favor ignorados y otros en contra cobrados con un llamativo rigor… En el caso de Talleres ¿es cierto que lo perjudicaron? Hay tanta sensibilidad que lo primero que salta a la vista es que no solo en el fútbol, sino en la vida misma, nos encanta manejarnos con la doble vara moral. La mano de Maradona contra Inglaterra nos representa, nos refleja.

Jugar al fútbol

Lo único que sabemos, porque la experiencia nos ha permitido aprender la lección, es que los clubes de provincia deben sobrevivir en condiciones adversas, en un negocio conducido para que los ricos siempre sean ricos y los pobres queden condenados a arrastrarse. ¿Cuál son? Jugar mejor, hacer más goles, ser profesionales y tener paciencia. Desde toda la vida, los “grandes” sacaron ventajas en los arbitrajes y contaron con guiños cómplices de la AFA.

Entenderlo no significa renunciar a la dignidad o que consideremos legítimo que se haga trampa, sino que hay que prepararse porque es inevitable. Contra Independiente, el arbitraje de Nicolás Ramírez fue un espanto, sobre todo en la conducción y en jugadas puntuales, en las que dudó y quedó debiendo algunos silbatazos a favor de los cordobeses. Pero si Talleres hubiera sido el Talleres de hace unos meses, poco de lo anterior hubiera importado. Como su juego se apagó y anduvo contando monedas, los errores de Ramírez alcanzaron una dimensión mayúscula, que generó un caldo de cultivo peligroso.

El mismo mediocampo donde se destacaban Villagra y Garro, con Valoyes, Sosa y Santos más arriba, es el que hoy amontona a Portillo, Portilla y Ortegoza, aísla a Girotti, desperdicia a Botta contra un costado y no justifica la presencia de Nahuel Bustos. Esta versión de la “T” no tiene nada que ver con la anterior. Tiene otro ADN. Juega menos y desde su precariedad, permitió que equipos discretos lo incomodaran y lo sacaran de foco con muy poco.

Por eso, lo que declaró Federico Girotti no suma nada, más allá de que muchos creen que tiene razón. Si algo no hacía falta, era meter nafta ahí… Su actitud impulsiva le sumó a Talleres otro problema. Hay razones futbolísticas que la “T” no pudo generar para evitar que toda la discusión derivara hacia donde sabemos que va a perder. Entenderlo es parte de la evolución necesaria.