La importancia de jugar con un “9”

Talleres, Belgrano e Instituto dejan en claro que la presencia de un centrodelantero especialista tiene sus implicancias en el juego colectivo. No se trata de nombres o posiciones fijas, sino de funciones: ¿Cuáles cumplen Nahuel Bustos, Lucas Passerini y Adrián Martínez?

Más allá de la pasión argentina de encasillar y meterle nombre a todo, hay determinados aspectos del fútbol que sobreviven a los diccionarios y al paso del tiempo porque permanecen intactos en los conceptos y no se atan a los términos de moda. O que se pretenden imponer. ¿Quién habla hoy de “inside”? ¿De “back”? ¿Existen hoy los “centrojás”? ¿Quién se anima a explicar qué hacía un “centroforward”? Más acá en el tiempo, el aire se llenó de otras palabras, pretendidamente modernas, que son simplemente nomenclaturas, algunas caprichosas, de las diversas maneras que se presentan las funciones dentro de un campo de fútbol.

Por eso, desde la simpleza de la lectura que habla de dos funciones básicas (atacar y defender) y sus matices (transición hacia adelante y hacia atrás), hacemos foco en un aspecto primordial: ¿Cómo influye en un equipo tener un centrodelantero especialista? Cuando hablamos de un “9”, rápidamente configuramos que se trata de un delantero de punta, que juega generalmente por el centro del ataque; no de uno que transita la zona de forma circunstancial o que tiene una misión diferente.

Talleres tenía a Michael Santos (y Federico Girotti); ahora juega Nahuel Bustos y alterna David Romero; Belgrano amaba (y amará) a Pablo Vegetti, Franco Jara no terminó de consolidarse y ahora mide a Lucas Passerini; Instituto tiene a Adrián Martínez, uno de los goleadores más activos de la patria futbolera, dueño absoluto de ese puesto prácticamente sin competencia interna. Todos, a su manera, con sus estilos, atendiendo a la calidad de lo colectivo y respondiendo a características propias, juegan y exigen.

El “9 falso”

La llegada de Nahuel Bustos le dio jerarquía al banco de Talleres y le ofreció al entrenador una herramienta superlativa para gestionar soluciones de ataque. El desafío, aún sin resolver para Javier Gandolfi, es encontrar un espacio y una función específica a Nahuel porque no es ni parecido con Santos. Aclaración: tampoco tiene por qué serlo. Cada vez que Bustos entró al juego con Michael adentro de la cancha, se acomodó donde mejor le sienta: atrás del uruguayo, saliendo del eje para participar de la elaboración del juego con la libertad para desplazarse hacia los costados y fabricar desde adentro, junto con Garro y Villagra, las oportunidades para detectar las grietas hacia el área, donde Nahuel es imparable.

Gandolfi cree que Bustos puede jugar entre los defensores y ahí lo pone. Sin Santos (antes y ahora), su presencia no termina de ser determinante precisamente por la complejidad de una función que no siente y él mismo desmiente saliendo de la zona caliente para hacer lo que más le gusta, que no siempre es lo que Talleres necesita.

¿Conclusión? El equipo juega sin armonizar con su “9”. La velocidad de los externos, un rasgo distintivo del juego, tenía un sentido claro y una rentabilidad hasta mecánica, cuando Valoyes y Sosa levantaban la cabeza (lanzados a la carrera) y veían a Santos profundo, entre los centrales, buscando llegar sobre el área para anticipar o peinar la pelota. Hoy, la realidad es otra, porque Bustos tiene recorridos diferentes. No hay fluidez en el juego porque las características técnicas colectivas de los que atacan no están sincronizadas. Talleres juega de memoria para un centrodelantero que no tiene. Y el que tiene es distinto.

Entre Passerini y Vegetti

Pablo Vegetti las corría a todas…. Lucas Passerini también. Antes y ahora, el mapa de los movimientos de Belgrano no tenía muchas calles para llegar arriba y caía en la tentación de los pelotazos. Si no había algo individual, generalmente de los laterales o Ulises Sánchez por adentro, al centrodelantero le esperaba una dura condena: correr mil kilómetros para participar muy poco del juego. Franco Jara trató de moverse más en la periferia del área para no “pisarse” con el “9” pero no terminó de consolidarse, más allá de haber tenido buenos momentos.

¿Entonces? Passerini muestra espíritu de lucha, es combativo, es guerrero, se ofrece, da el paso para desprenderse de la marca. Pero como a Belgrano le cuesta horrores conservar la pelota y renuncia a lo creativo para tirarla larga, Lucas es un objetivo difuso, hasta extraviado. Passerini se ha mostrado siempre como referencia, pero ha participado poco. ¿Causas? Tal vez Vegetti, por velocidad y capacidad en el anticipo, tenía más autonomía y era capaz de autogestionarse las oportunidades. Esto no va en desmedro de Passerini, sino que es descriptivo, porque pone al equipo ante la oportunidad de aprovechar a un tipo potente, que tiene credenciales de guapo, pero que queda expuesto a un factor clave: si el “9” llega tarde donde nunca pasa nada, algo anda mal en el funcionamiento colectivo. Y eso está pasando.

Martínez para todos

¿Cuántos equipos tienen un jugador de las características del “9” que tiene Instituto? No se trata de compararlo así nomás, al voleo. Pero sí vale la pena destacar la relación entre las prestaciones de Adrián Martínez y cómo se asimilan sus herramientas en función del fútbol del conjunto: a “Maravilla” lo acompañan poco y mal. Aún así, va al frente, lucha contra todos, a veces gana y anda derecho para el gol. Sin desbordes y centros que lo alimenten, la pelota debe llegarle por adentro donde radica, precisamente, una de las mayores debilidades de La Gloria: sin conducción ofensiva, es un equipo más ancho que profundo.

Es algo así como una adaptación de tercera marca de aquel precepto de los Mosqueteros: “Martínez para todos… pero no todos para Martínez”. Es decir, la presencia de un “9” de punta, que entretiene a los defensores y les impide venirse hacia el medio achicando la cancha, no llega a ser un capital porque el juego de sus compañeros (y las soluciones que no logra gestionar el entrenador) no progresa en el campo y se diluye generalmente hacia los costados. Se demora un fútbol más fluido, más vertical que ponga a Adrián donde tiene que estar: en el área, buscando y forzando ese medio metro de ventaja que lo hace letal.
Mientras tanto, Martínez sigue corriendo y mendigando un pase de gol.

Lo individual y lo colectivo

Para evaluar lo que tienen y merecen nuestros clubes de primera, es saludable considerar las expectativas desde el punto de vista de las posibilidades. Es decir, ¿Qué le vamos a reclamar a Passerini o a Martínez, si la pelota no les llega? ¿Podrá Talleres aprovechar mejor a ese jugadorazo que es Bustos? Las preguntas seguirán abiertas: lo único que sabemos es que todos son buenos jugadores, pero no siempre sus recursos están amalgamados con el juego de los equipos.