Instituto entendió cómo debía jugar

Le ganó 1-0 a Belgrano como premio a sus mejores intenciones, pero fundamentalmente por el valor agregado del compromiso, el esfuerzo y la concentración, ante un adversario que jugó con mucha lentitud y recién se apuró al final, cuando el tiempo se le terminó.

No es que Instituto brilló en el juego, pero algo de eso hubo. Tampoco es que ganó corriendo, pero también hay que considerar ese aspecto porque fue clave. Ni hablar de las ganas de ganar, porque Belgrano también lo intentó, pero definitivamente solo uno de los equipos diseñó su comportamiento en función de las complejas exigencias de un partido así, que reclamaba de todo un poco. Y ése fue Instituto.

Si al buen juego (sobre todo en el primer tiempo) se le suman jugadores comprometidos con cada pelota y certeros en las transiciones, se entiende cuál fue el primer factor que explica el triunfo de La Gloria: entendió cómo debía jugar y llevó a Belgrano a la incomodidad de los espacios reducidos y los circuitos bloqueados. La recuperación futbolística de Gabriel Graciani y Franco Watson, junto al buen nivel que mostraron el arquero Manuel Roffo y los centrales Ezequiel Parnisari y Fernando Alarcón, no tuvieron oposición en Belgrano: desde el punto de vista individual, esta vez no alcanzó con Nahuel Losada, las fintas de Bruno Zapelli y la presencia de Pablo Vegetti. Como Belgrano no tuvo líderes que lo sacaran de la apatía y metieran aceleración a la previsibilidad de sus movimientos, a Instituto el camino se le allanó desde el mismo momento en que comprendió que podía ganarlo si lograba que las cosas pasaran. Y las cosas pasaron.

La velocidad

En el fútbol, el más veloz no es el que corre más rápido sino el que llega antes. Es un tema de concepto, que se alimenta de lo posicional, la movilidad, los desmarques, la oferta de pases y la precisión para mover la pelota. Instituto puso en escena una idea de juego que tuvo que ver con eso: Graciani aprovechó el carril largo donde Belgrano lo esperaba con Ibacache y produjo el primer desequilibrio interesante. Por adentro, desde las diagonales, entre Lodico y Watson aturdieron a Longo y pusieron a correr a Ulises Sánchez.

Cada aceleración de Martínez desnudó las limitaciones de Meriano y multiplicó las responsabilidades de Rébola para cubrir todo el ancho de la defensa. Como Barinaga e Ibacache no fueron solución defensiva y aportaron poco en el ataque, Belgrano comenzó a razonar el partido desde el peor lugar: la inseguridad.

La falta de elaboración de juego y los pases previsibles lo condenaron a buscar donde no había espacios, para aferrarse a la fórmula que tantas veces dejó ver la luz al final del túnel: resolver todo con pelotazos ciegos buscando desesperadamente a Vegetti, mientras Zapelli consumió casi todo el primer período desperdiciado sobre la banda, debatiéndose entre la responsabilidad de hacerse cargo de la pelota y la necesidad darle una mano a los que defendían.

El gol de Martínez, en el cierre del primer tiempo, fue la consecuencia de lo que se veía venir. Lodico metió un pase filoso, Graciani se llevó puesto al chileno y su centro encontró a Maravilla llegando antes que Rébola. Durante todo el segundo tiempo Instituto tomó confianza para defenderse con rigor y salir de contragolpe, sostenido por el arquero y los defensores.

Justicia

Amontonar delanteros no solucionó nada en Belgrano; al contrario, dejó ver sus carencias y ofreció espacios que Instituto nunca llegó a capitalizar. Ortigoza y Barrea por afuera, más Susvielles y Vegetti por adentro, lucharon y trataron de generar alguna grieta rumbo a Roffo, pero eso nunca se produjo. En realidad, el problema no pasaba por ahí sino por la entidad (que no tuvo) para crecer en el juego e imaginar algo que no fuera esperar que Zapelli gambeteara a todos.

La sensación térmica de rebeldía, a Belgrano se le presentó al final y no le alcanzó porque futbolísticamente ya había sido derrotado, con varios engranajes que fallaron y lo expusieron limitado para acatar y vulnerable para defenderse.

Con los dientes apretados, las marcas cerradas, los pases acertados y la convicción para encarar el partido como debía jugarlo, pusieron a Instituto como legítimo ganador por lo que hizo en el primer tiempo y su efectividad para administrar la ventaja después.