El empate 1-1 contra Independiente Rivadavia encendió los cuestionamientos de la gente. Un poco contra el entrenador y muchos hacia los jugadores que, se supone, necesitaban mostrarse para aspirar a la titularidad.
En el planeta Talleres, los hinchas celebran muchos de los rasgos de identidad del equipo y su pretensión de pelear arriba, en todos los frentes. Pero no se guardan la oportunidad de mostrar su enojo cuando se evalúa lo que ocurre en la cancha (o lo que no ocurre), desde la injerencia del entrenador Walter Ribonetto. Algo así: cuando el equipo gana, es por los jugadores; cuando el equipo no gana, es por “Tino”.
Los resultados que no son satisfactorios generan un caldo de cultivo y se arma a cacería de responsables. Si la mejor editorial de un entrenador es el rendimiento que se ve en la cancha, Ribonetto tiene un desafío mayúsculo ya mismo: defenderse con hechos. Contra Independiente Rivadavia de Mendoza, Talleres debió ganar para allanar el camino hacia la clasificación en la Copa de la Liga y no solo empató (1-1), sino que jugó dando muchas ventajas, le simplificó la resistencia al club mendocino y gastó su tiempo y energía en un fútbol inofensivo que irritó (otro poco) a la gente.
Esos cuestionamientos vienen presentándose en otros partidos, en situaciones puntuales, por las decisiones que se generan en el radar interpretativo del DT.
Ordenando los factores
Hay un tema que necesita ser aclarado: una cosa es discutir por qué contra Independiente de Mendoza fueron reservados los titulares que jugaron 48 horas antes contra San Pablo (2-1), para evitar exponerlos a un desgaste extremo que pudo derivar en lesiones. Otra, qué pasó con los jugadores elegidos por Ribonetto, quienes no pudieron ganarle a uno de los peores equipos de la Liga Profesional. Se puede jugar mal, pero la sucesión de errores, las limitaciones colectivas y la demora en intentar soluciones, hablaron por “Tino”.
Lo primero, lo de guardar jugadores, tiene que ver con las prioridades y el convencimiento de que Talleres tiene la suficiente cantidad y calidad de jugadores para apelar un Plan B sin resentir el potencial de sus capacidades. Prácticamente todos los jugadores que la “T” presentó ante la Lepra mendocina fueron titulares en algún momento en el propio club cordobés o en otros. ¿Fue un error jugar con esos muchachos y no con la formación principal? En el barrio, los viejos sabios decían “el fútbol es el arte de los sabios con el resultado puesto”.
O sea, no es enfocado reclamar el triunfo porque debieron estar Herrera, Botta, Sosa y otros, más allá de que el equipo posiblemente hubiera mostrado la estatura para ganar desactivando los reclamos que acompañaron la madrugada en el Kempes.
Jugaron otros. Tuvieron su oportunidad: el punto medular es analizar qué pasó con los que entraron a la cancha. ¿O no es cierto que Andrés Fassi señala que hay dos titulares por puesto? Las dudas defensivas, las inseguridades con la pelota, la alarmante falta de movilidad, las ausencias inexplicables durante el partido, los rendimientos individuales muy por debajo de las necesidades, las modificaciones que no solucionaron casi nada y el aturdimiento general para decidir, pusieron a Talleres en un espacio conceptual que lo incomoda: jugó sin identidad, a los pelotazos, creyendo en los centros que inexorablemente rebotaron en cabezas ajenas.
Si bien mereció algo más que el puntito del empate, lo que futbolísticamente ofreció la “T” no se corresponde con un equipo que tiene aspiraciones de meterse en la lucha por el título.
La responsabilidad
Afinamos la lupa y nos encontramos con el eje de toda la discusión: ¿Cuánta responsabilidad tiene Ribonetto? ¿Entró a la cancha? ¿Se puso botines? La decisión madre es de él, por supuesto: le asignó responsabilidades a jugadores que no respondieron. Algunos, por un tema de coordinación, o de funciones que el futbolista no siente. O falta de fluidez y confianza en la dinámica misma del juego. Tampoco acertó en los cambios y hasta se demoró en hacerlos, apostando al ataque con dos nuevos marcadores de punta y dejando a Romero en una zona gris, lejos de todo. La raíz táctica siempre tiene la primera y la última palabra a cargo de quien dirige, pero no perdamos de vista que, aún con los trazos débiles en las convicciones de Walter, ahí adentro hubo un racimo de muchachos que necesitaba mostrarse para estimular la competencia interna.
¿Y qué pasó? Los que fueron Plan B y debían insinuar que podían ser Plan A, estuvieron lejos de cristalizarlo: sobre todo Alex Vigo, Kevin Mantilla, Matías Galarza, Luis Sequeira, Nahuel Bustos, Alejandro Martínez, Gustavo Bou y hasta el Rulo Romero. Todos tuvieron su chance para lucirse. Son parte del “anabólico” que el club incorporó en los tiempos recientes para enriquecer el plazo fijo que debe tener un técnico. Y fueron consumidos por la apatía y la mediocridad.
Si lo mejor que le puede pasar al entrenador es tener 20 jugadores top para elegir solo 11, parece que al menos a ese problema, Ribonetto no lo va a tener…
¿Alguien vio a Nahuel?
No es cuestión de eludir a “Tino” en las responsabilidades que le tocan, pero quedó a la vista que los jugadores no hicieron demasiado para defenderlo. Es más: lo dejaron expuesto. Si el fútbol es la tierra de las oportunidades, Nahuel Bustos se está quedando sin crédito. ¿Dónde quedó aquel jugador lleno de virtudes, hábil, lúcido, encarador, pícaro, profundo, que enamoró a los hinchas? Después de fracasar como 9 de punta en algunos partidos, le llegó el momento de moverse donde mejor podía irle: atrás del centrodelantero (Bou) para evitar el desgaste de la marca y encontrar espacios hacia los cuatro costados, para aplicar su freno, cambio de ritmo, cabeza levantada y alimentarse de goles.
La realidad es que el nivel de Nahuel no desentonó con lo que ha venido mostrando. No encontró las grietas para desplazarse, ni tuvo la habilidad de generarlas: pidió la pelota, pero nunca pudo ser importante y se fue, como tantas veces, reemplazado y fastidiado. Lejos del líder que la gente espera.
Días decisivos
Con todo lo importante que tiene Talleres por delante, la noche del Kempes se convirtió en una impensada factoría de murmullos… El mismo escenario que explotó de alegría el jueves luego del triunfo ante San Pablo, dos días después se transformó en un horno a presión con Walter Ribonetto recibiendo miles de dedos acusadores.
¿Será así? ¿Toda la culpa fue de Tino? La historia continuará, porque se vienen días decisivos.