Luis Artime y Guillermo Farré integran el selecto club de jugadores que se puso más de 300 veces la camiseta de Belgrano. Ambos encontraron en Córdoba su lugar en el mundo y dejaron una huella fundamentalmente afectiva: el “Luifa” hizo muchos goles pero no se lo recuerda sólo por eso; Guillermo ordenó equipos y vestuarios, aunque está grabado a fuego por algo mucho más epidérmico que su estatura profesional.
Están unidos por muchos aspectos, como un hilo rojo que los vincula entre sí y, a cada uno, con Belgrano. Los dos fueron elevados a la condición de capitanes. Los dos llegaron desde afuera. Los dos se destacaron por su personalidad. Los dos se reinventaron como jugadores desde que se pusieron la camiseta celeste. Los dos se fueron de Alberdi sellando con la tribuna una conexión emocional sólo reservada para elegidos.
Curiosidad étnica, la que muestra el universo celeste en materia de sentido de pertenencia e identificación: cuando hablan, Artime y Farré suenan “tan cordobeses” como un bar melancólico de Buenos Aires, donde se derraman litros de lágrimas en charlas que transcurren entre pocillos y angustias.
Nunca renegaron de sus tonadas y jamás pudieron incorporar el “cordooooobés” a su parla. Hablando diferente y todo, generaron una identificación absoluta en la cultura de un club que cuando se enamora, te enamora.
El final de cada partido, saliendo con la cabeza en alto, los premió siempre con el aplauso intenso con aroma de potrero, que sólo Belgrano es capaz de ofrecer a sus guerreros.
Entrar para quedarse
Luis Artime y Guillermo Farré nacieron en Córdoba a los 26 años, cuando sus carreras empezaban a mezquinarles las luces al final del túnel y ellos, discretamente, revisaban en los bolsillos para ver cuántos cartuchos les quedaban. En Belgrano fueron lo que fueron: ingenieros de una relación de respeto y admiración en un ambiente donde muchos rezan pero no creen en el perdón. Desde la capacidad de dar todo, entraron en el corazón de los hinchas para no salir nunca más. No existe el mecanismo que pueda extirparlos de ahí.
Pero hay algo más. ¿Quién dijo que sería fácil? Los amores eternos están para ser vividos con intensidad, o no valen la pena. ¿Acaso no es cierto que la vida es hoy? Desde hace unos meses, Luis Fabián Artime es el presidente del club y vive el contraste rotundo entre la perspectiva que disfrutaba como el 9 intocable que se abría camino con el alma, tirándose de cabeza y embocándola cada tanto, y esta otra ya como dirigente que toma decisiones para ser juzgado por ejércitos de sabios (que saben todo con el diario del lunes en la mano).
¿Y Farré? Hacía los primeros palotes modelándose como entrenador al lado del Ruso Zielinski, en Estudiantes, y salió eyectado hacia Córdoba para hacerse cargo del plantel de Belgrano, que es lo mismo que meterse en una hoguera llevando un bidón con nafta….
En un momento determinado, Artime y Farré eligieron ser rehenes voluntarios de la historia. Ahí están los dos, desde la cúspide de los héroes, de los ídolos, de los mitos, caminando solitos en territorio hostil que garantiza maltrato y ofrece, muy de vez en cuando, algún aplauso parecido al que merecieron de pantalones cortos.
El crédito para consumir
¿Por qué aceptaron? ¿Por qué no se quedaron en sus casas? Lo único que sabemos es que los dos acumularon un crédito gigantesco y han empezado a consumirlo, más uno que otro por la diferencia en el recorrido. Les toca enfrentar universos nuevos, desafiantes y la obligación de convivir con riesgos mayúsculos, porque así como a Artime ya empezaron a maltratarlo por el fracaso de la gestión del técnico uruguayo Alejandro Orfila y la dudosa calidad del plantel que se armó, a Farré le va a tocar rendir cuentas si el equipo sigue sin dar dos pases bien y consagrado a correr siempre y pensar a veces.
¿Qué los motiva? ¿De verdad Artime y Farré necesitan estar ahí y arriesgarse a que alguien les raye el auto? Fama, prestigio, dinero, sentirse activos, útiles a la causa celeste… ¿qué cosa los enciende?
Uno de los rasgos distintivos de Belgrano, y que hace a su esencia, es la manera de querer. No tolera amores por obra social: se quiere hasta la locura o afuera. Se ama a quien ama la camiseta, por el esfuerzo y la incondicionalidad, tanto que hasta se toleran las derrotas si se ha dejado todo. Pero nada ni nadie garantiza la impunidad si se juzga desde los impredecibles parámetros del éxito y el fracaso. El fútbol es un monumento a la rentabilidad y en ese juego, hasta un ídolo como Juanca Olave la pasó mal y tuvo que irse en silencio…
Artime y Farré son un eje fundamental en el Belgrano de hoy. Día a día, salen metafóricamente a la cancha desafiando el crédito que acumularon en tantos años. Cuando las “papas quemaban”, Artime vio en Farré una opción superadora para moderar la falta de oxígeno generada por el disconformismo de la gente, porque los hinchas esperan y esperarán a Farré como no lo harían por otro entrenador. Movida estratégica del “Luifa”.
La cuestión es ver si les alcanza con el crédito merecido en la cancha para trabajar en la trinchera hasta que Belgrano arranque. Por eso, lectores de siempre, ajústense el cinturón, que esto recién empieza. En Alberdi, ningún día es aburrido.