Los recientes hechos de violencia en Villa El Nylon ponen en el ojo público la realidad cotidiana de muchos cordobeses.
Detrás del cristal de una ventana, escondida entre la cortina y el marco, se asoma timida la cámara de un celular. Su propietario, en absoluto silencio retrata a través del sucio vidrio una escena espeluznante que a su vez es habitual: 9 jovenes armados que marchan a encontrase con la policía.
Algunos son solo adolescentes, y otros, ya hombres. Jóvenes hombres que marchan como si a la guerra se tratara.
Llevan escopetas, revólveres, y otras armas. ¿El motivo? Un vecino, tal vez un amigo, ha muerto de un disparo esta tarde bajo el sol abrasador en la esquina de Mendoza y Espinel.
Lo mató “la maldita policia”, y eso es motivo para tomar las armas y “defender el barrio”.
La historia desde la vereda de la ley, se cuenta de manera diferente: dos oficiales patrullaban el barrio a pie tras un llamado anónimo que indicaba que habia tiroteos en la zona. Sin mediar provocación, fueron recibidos a balazos por los vecinos. Se defendieron usando balas como las recibidas. Uno de los agresores murió. La fiscalía, tras el enfrentamiento, mandó un operativo de saturación policial en la zona. Más policías, en la tierra dónde la policía, es el enemigo número uno.
Y entonces tiene lugar lo que un vecino temeroso no duda en mostrar al mundo: 9 pibes que deberian estar disfrutando del verano o trabajando o haciendo cualquier otra cosa, salen armados a buscar a los oficiales.
Los enfrentamientos no se hacen esperar. Piedras, palos, balas… Los locales se valen de todo lo que tienen para repeler la presencia policial. Vuela una granada. El estado de guerra es total.
No es la primera vez, y lamentáblemente no será la última que estas postales se sucedan en nuestros barrios. Son cosa “de todos los días”.
Lugares olvidados por la mano de Dios, que tienen sus propias reglas y su propia ley. Dónde los conflictos no se resuelven con palabras si no con violencia.
Todos los días, los medios se llenan de crónicas sangrientas, no solo por los hechos de inseguridad, si no también por agresiones y homicidios entre vecinos por desavenencias mal resueltas.
Estas historias dan cuenta de que las diferentes circunstancias de la violencia se han desarrollado en los barrios de nuestra ciudad, dónde la convivencia está marcada por la ley del más fuerte, y las armas son elemento de disuasión, ataque y defensa.
La desaparición de la contención social, la marginalidad creciente y el abandono, abren la puerta a formas primitivas de organización y defensa.
Será tarea de las autoridades estudiar a fondo la situación y brindar soluciones a una problemática que, con la crisis económica, no hará más que agravarse.