Talleres, en su laberinto

El andar del equipo está decepcionando a sus hinchas y lo pone en una situación crítica, tanto en la competencia local, como en el arranque de la Libertadores.

Por ahora, no hay Cholo que alcance, con su credibilidad y el respeto que inspira, para gestionar una solución que tampoco pudieron desarrollar Walter Ribonetto y Alexander Medina. A Guiñazú le toca enfrentar la situación muy compleja: una cosa es el Talleres edulcorado que florece en las palabras del presidente Andrés Fassi y convive con expectativas elevadas por su evolución institucional; otro, inseguro, limitado y perdido en la nebulosa, es el que sale a la cancha

El paso del tiempo deja en claro varias cosas. Una de ellas es que la gente no le da la espalda al equipo y lo sigue, más allá de las circunstancias. Otra, que las actuaciones flojas generalmente se explican desde el mismo lugar: la calidad y cantidad de jugadores que tiene el plantel no son la solución a los condicionantes que se ven todos los partidos. ¿Una más? No hubo apuestas sustancialmente diferentes entre los diseños que se asomaban en los pizarrones de los últimos entrenadores, con ciclos que parecen calcados y enfrentan una realidad que no se puede (ni se debe) esquivar. Allí, la única verdad es la realidad y la realidad es que el nivel individual de Talleres repercute en la mediocridad colectiva.

Entonces aparece Pablo Guiñazú, con el desafío de estimular a los jugadores. La urgencia radica en lograr que comprendan que la eficiencia del fútbol moderno se basa en algo que el propio Cholo ilustraba con una inteligencia y una sencillez maravillosa: cortar camino, pasar bien la pelota, moverse, generar espacios, triangular, concebir la pausa como un arma fundamental, apoyar al compañero para la descarga… Porque cuando un equipo jerarquiza el pase como eslabón fundamental en la construcción del ataque, deja en claro que los objetivos individuales nunca serán más importantes que los colectivos.
Nada de esto está pasando en el equipo.

Es lo que hay

La Copa Libertadores termina siendo una continuación de lo que vemos en la liga local, nombres más, nombres menos. Hay una cultura de juego enamorada de una manera de jugar y la fórmula se repite y se repite, como si la respuesta a los problemas dependiera de la insistencia y no de la lucidez, que este equipo tenía. Talleres ha merecido algunos resultados mejores, pero tampoco se puede explicar su campaña solo desde la “mala suerte”.

Apuntes

1) Los laterales se proyectan como delanteros y son fundamentales, pero no hay una estructura que los respalde para cubrirlos. Los rivales lo saben y lo aprovechan
2) Los mediocampistas corredores gobiernan horizontalmente la cancha, pero el sentido del esfuerzo se diluye cuando no tienen a quién entregarles la pelota. Entonces “pum”, para que el 9 se las arregle.
3) Botta, cuyo nivel se ha reducido a la mitad por falta de socios hacia adentro del ataque, ya no encandila con la pausa, el pase, la gambeta y los movimientos filosos, porque generalmente encara para ser asfixiado por la marca. Termina exhausto y amonestado.
4) ¿Bustos es más “9” que Tarragona? ¿Qué le pasa a Girotti?
5) La llegada de Bebelo encendió algunas ilusiones, pero su juego, por ahora, no hizo diferencias. Ni ha mostrado espalda para liderar una reacción.
6) Depietri, Galarza, Palacios y Mosqueira han tenido muchas oportunidades. No han sido factor para elevar la calidad del juego, ni aportaron soluciones desde lo individual.
7) ¿Qué refuerzo de los últimos tiempos se ganó un lugar y es clave en el equipo?

Resignación y valor

No es una cuestión de rachas, que siempre existen y llevan un proceso que insume tiempo y mucha paciencia. Este Talleres gasolero no logra asumir que enfrenta expectativas elevadas con herramientas más austeras que hace un tiempo. Dicho de otro modo, no le sobra nada y la tribuna lo sabe… Sale a jugar con equipos mejor armados, o parados de manera más sólida, y desnuda sus limitaciones. A veces, por querer ganar, termina quedándose sin nada porque se desarma, retrocede muy mal y carece de las ideas para organizarse hacia adelante. Pero sigue jugando sin centrodelantero.
No es una cuestión de actitud, sino de aptitud. Una letra hace un mundo de diferencia. Nadie sabe cuánto margen tendrá Guiñazú para intentar un reordenamiento que le permita a la “T” estar más cerca de lo que espera su gente y su historia. Hoy, la foto deja ver muchas esperanzas, algunos sueños, pero una discreta capacidad futbolística para hacerles frente.