Le ganó 1-0 a River y lo eliminó de la Copa Argentina, jugando un gran primer tiempo. Hizo valer la presión en ataque para incomodar al reciente campeón de la Liga Profesional. Fue un partidazo.
No fue magia, sino la consecuencia de defender una idea que despeinó al mejor equipo argentino. Jugar al fútbol, abrir la cancha, proponer el mano a mano de sus extremos y organizarse a partir de Rodrigo Garro, le permitió a Talleres ser más que River porque se sintió seguro, explotó lo mejor de sus virtudes y amortizó los momentos de debilidad. Ganó con una receta que se nutre de sus buenos jugadores, la explosión de los primeros tiempos y un concepto que no se negocia: respetar la pelota siempre es más inteligente que andar corriendo rivales.
Sacársela a River no es para cualquiera y Talleres lo hizo. Aceptó ir a buscar a un adversario que desarma a los oponentes con su caudal de juego e impone condiciones. Sin la pelota, River fue un equipo desacomodado, con un talento individual superlativo pero poca organización colectiva. ¿Cómo lo hizo? El equipo cordobés tuvo actuaciones destacadas, volvió a apoyarse en el eje que lo distingue (Villagra – Garro + Valoyes – Sosa) y puso al campeón en un rol diferente al habitual, porque lo atacó, aceptó los riesgos altísimos y siempre fue al frente. Hoy, resultado a la vista, los diarios porteños y las redes sociales están regadas de cuestionamientos hacia los defensores de River y las sustituciones que hizo el entrenador: también eso es mérito de la “T”.
Apuntes albiazules
- Guido Herrera es la primera explicación del juego ofensivo de Talleres. Ataja lo que tiene que atajar y genera mucha seguridad. Eso permite que la dinámica del juego colectivo use a los marcadores de punta como alternativa ofensiva y que la mentalidad promedio del equipo sea ir al frente. Un arquero inseguro no toleraría esa apuesta.
- Fue un gran partido de la línea defensiva, con los laterales un escalón arriba. ¿Lo más destacado? Gastón Benavídez manejó perfectamente las claves de los movimientos hacia arriba. Su funcionalidad enriqueció el ataque y sirvió para contener a River por allí, porque varias veces se metió a espaldas del defensor Enzo Díaz y lo llenó de dudas.
- Rodrigo Villagra volvió a ser indispensable; esta vez, con un buen complemento de Ulises Ortegoza. Mientras Villagra fue el ingeniero en los cortes y distribución, Ortegoza tuvo apariciones ofensivas que contribuyeron al aturdimiento de River en el primer tiempo.
- Más allá de gol, Rodrigo Garro fue clave por el arte de lo simple en la ejecución del pase, la unidad básica que el fútbol necesita para crecer.
- Mano a mano, Diego Valoyes y Ramón Sosa son, tal vez, los delanteros más picantes del fútbol argentino. Aunque tuvieron algunas lagunas, sus ataques despertaron todas las alarmas (y las precariedades defensivas) en River e hicieron una gran diferencia.
- ¿Y el “9”? Nahuel Bustos no es Michael Santos ni tiene por qué serlo. Su participación fue escasa desde la falta de claridad en su rol: como no es delantero de punta, se tiró más a posiciones intermedias y le fue difícil hacer pie. El equipo no jugó para él y él no encontró soluciones en lo colectivo para aportar lo que sabe.
La resistencia
El cansancio, la intensidad del primer tiempo, el adelantamiento de River y seguramente ciertas convicciones tácticas, derivaron en un Talleres diferente en el segundo tiempo. Retraído, más sincerado con el contragolpe y la defensa sin la pelota. Christian Oliva reemplazó a Bustos para defender en el medio; David Romero a Sosa, para ir como punta y contener a los centrales de River; sobre el cierre, a la hora de clausurar la periferia del área, Javier Gandolfi metió a Lucas Suárez por Garro y Matías Gómez por Ortegoza, para revitalizar los aportes defensivos. En el nuevo diseño, Talleres encontró su zona de confort más cerca de Herrera y planteó sus expectativas con más austeridad, para administrar el 1-0.
Talleres ganó con otra muestra de sus primeros tiempos demoledores y se resignó a un juego más utilitario después, de la mano de sustituciones que volvieron a modificar su ADN. Es cierto: River y las circunstancias llevan la discusión a otro escenario en el que cada minuto parece eterno y todas las decisiones son trascendentales. Pero está a la vista que la salida de los referentes (Sosa y Garro, en este caso) le cambian la fisonomía y lo inducen a jugar de una manera diferente, en la que no le sobra nada.