Ganar de visitante es una muestra de carácter

Belgrano y Talleres salieron del país por las copas internacionales y regresaron con seis puntos que reflejan una prueba de personalidad en torneos que pronto les reclamarán una respuesta: ¿Para qué expectativas están?

Los triunfos que obtuvieron Belgrano en Bolivia frente a Tomayapo y Talleres en Chile contra Cobresal dimensionan, con mayor lucimiento, lo que uno y otro están haciendo en las copas Sudamericana y Libertadores, respectivamente. Si bien las chicanas de la tribuna ponen la lupa en la precariedad de los adversarios y relativizan el valor de los triunfos, haber ganado (ambos 2-0) en condición de visitante ayuda a templar el espíritu en los proyectos de evolución que transitan en el plano internacional.

Es cierto: ni Tomayapo ni Cobresal fueron adversarios calificados y hasta mostraron un nivel impropio de lo que se juega, pero son los obstáculos que hoy deben enfrentar. Belgrano sigue haciendo los palotes fuera del país y ganar en Bolivia era una prueba que debía superar: lo hizo, incluso superando obstáculos inconvenientes que le exigieron mucho esfuerzo para abrazarse al objetivo. Talleres hiso ostentación de verticalidad de los primeros tiempos y le pasó por arriba al club chileno: hizo los deberes y después se acomodó en piloto automático hasta que llegó el final.

Objetivos claros

En la cancha suele escucharse aquello que hace años se llamaba “la media inglesa”: ganar de local y no perder de visitante. Es una ley no escrita pero que induce a creer que el negocio es ganar siempre en casa para rescatar algo fuera de casa. Esa ecuación dejó de tener vigencia desde el momento en que el triunfo otorga tres puntos. Hay empates que suman y valen, dependiendo del contexto, pero una victoria mueve todo y desnuda que conformarse con “no perder” es poca cosa para los equipos que quieren ser protagonistas.

¿Entonces? Siempre la expectativa debe ser ganar, porque el equipo que va de visitante a no perder generalmente pierde. La valoración de cada punto dependerá del rival, del contexto y las circunstancias.

La cuestión es tener claro el objetivo. Si Belgrano quiere seguir en carrera, los empates sucesivos lo van a dejar afuera pero el 0-0 contra Internacional de Brasil sí fue valioso. Talleres fue a Ecuador para ganarle a Barcelona, pero salvó un punto de forma milagrosa (2-2) y hasta se volvió a casa con la sensación de que pudo ganarlo. ¿Ese punto suma? Claro que sí.

Ya sabemos de memoria que la diferencia entre un “planteo inteligente” y uno “miserable” es un gol: los amarretes que salen a colgarse del arco y reciben un gol, quedan expuestos a sus miserias y despojados de aquellos cerrojos que parecían buenas ideas.

Puntos que cotizan alto

El mayor mérito de Belgrano en Santa Cruz de la Sierra fue ganarle, inicialmente, al propio Belgrano porque el partido transcurría de una manera y solito se complicó: la expulsión de Meriano (28 minutos del primer tiempo) movió los factores y lo sometió a jugar diferente, con otros espacios, para dejar con trazos incompletos lo que estaba gestionando. Necesitó reacomodarse con un jugador menos y nunca abandonó la idea de ganar, sobre todo porque en esa media hora inicial, hasta la salida prematura de Meriano, había detectado algunas maneras de llegar al área y acompañar a Franco Jara, en la huella del gol.

A su manera, proponiendo ciertos laberintos para no quedar indefenso, así salió a proteger su honor: mostró algunos puntos altos (Franco Jara, algo de Gerónimo Heredia y la sangre hirviendo de todos) y las debilidades de funcionamiento, capacidades individuales y limitaciones en el recambio, que mitigaron sus posibilidades. De todos modos, lo ganó. Con mucho esfuerzo, resistiendo desde lo físico cuando ya no tenía sustento futbolístico para ofrecer.

Con Ramón Sosa encendido y Ruben Botta haciendo fácil el arte de aprovechar espacios desde el pase, el Talleres del primer tiempo hizo diferencias claras que simplificaron la historia: fue 2-0 antes de la media hora, con argumentos en el juego que lo pusieron lejos de Cobresal.

Si ganarle a San Pablo era muy importante, ir a Calama a certificar el potencial de juego se convirtió en algo necesario. Y así ocurrió. Nada para discutir, más allá de que al partido le sobró todo el segundo tiempo, entre la pobreza de Cobresal y la “fiaca” ofensiva de la “T”.

Los cambios realizados por el entrenador no mejoraron a Talleres y lo alejaron de las ventajas de las que dispuso en el comienzo: las salidas de Girotti, Botta y Sosa le restaron velocidad y profundidad. Atacó con menos calidad y se entretuvo en algunas oportunidades de contragolpe, que no pudo cristalizar.

En un caso y en otro, los triunfos valen oro. No tiene sentido compararlos, porque no llegaríamos a ningún lugar. Lo que sabemos es que una de las mejores cosas que pueden pasarles a los equipos es jugar bien y acostumbrarse a ganar. O al menos, lo segundo.