Entre Talleres, Belgrano e Instituto proponen una semana de alto voltaje, en la que convivirán esperanzas, ilusiones y autocríticas. ¿La salida de Caixinha podrá descomprimir la decepción en barrio Jardín?
¿La única verdad es la realidad? En Córdoba pasa de todo y nunca nos aburrimos, porque definitivamente el ánimo popular tiene un alto componente de cultura futbolizada que influye en todos los frentes. Lo que pasa en el fútbol, se refleja en el humor de la calle.
Esta semana tenemos una linda ensalada para amalgamar.
El mismo Talleres que sacaba pecho en la Copa Libertadores, hoy la vive como un recuerdo y “raspa la olla” al asumir que es uno de los peores en el torneo local. La salida del entrenador Pedro Caixinha ofrece varias lecturas: una de ellas es que, hasta ahora, su presencia sirvió de filtro de los cuestionamientos por el mal rendimiento del equipo. ¿Ahora a quién irán dirigidos?
Mientras eso ocurre por allá, Belgrano e Instituto agitan sus corazones desde la ilusión de volver a los domingos y laten con fuerza en un torneo que está en la fase decisiva.
¿Existe algún hilo conductor que los relacione? ¿Qué similitud se encuentra en la huella de lo que van dejando los tres clubes más importantes de la ciudad?
El imperio de los números
Podemos armar un congreso y no lograríamos ponernos de acuerdo para definir y precisar la diferencia entre jugar lindo y jugar bien. Una cosa es entretener a la tribuna y otra, alcanzar determinados objetivos. Por supuesto que se pueden hacer ambas de manera simultánea porque es absurdo aferrarse a la idea de que, para ganar, no importa cómo se juega.
Tal vez allí esté el común denominador: la manera en que se estableció el punto de equilibrio entre las capacidades de los jugadores, el aporte de los entrenadores y las circunstancias, para que cada equipo saque lo mejor de sí y se establezcan expectativas alineadas con las posibilidades. Nunca olvidemos que Argentina es el único país del mundo, en el que los hinchas de todos los colores exigen que sus equipos sean campeones.
Así como Talleres sigue demorando el gesto urgente de hacerse cargo de las limitaciones de su plantel para sostener la credibilidad, Belgrano mostró un tacto más ágil para acomodarse a lo que se puede hacer en una categoría hostil y se aferró a sus fortalezas, porque desde la estructura defensiva y las dosis homeopáticas de gol se ha mantenido a flote y hoy está a un paso del ascenso. ¿Instituto? Ha sido el más irregular de los tres: siempre quiso jugar, pero demoró en arrancar y hoy paga tributo por aquellos partidos malos, que lo condenaron a resignar puntos.
Los números mandan y no son un capricho. Son la consecuencia de un camino y resultan irrefutables: así como el fútbol no es una ciencia exacta y a veces los resultados no se condicen con lo que pasa en la cancha, a la larga se impone una lógica de entregarle a cada uno lo que merece. No hay lógica en un partido, pero sí en un campeonato.
Fortalezas y debilidades
A Talleres lo arrastra la realidad de un rendimiento que se empobreció de una manera notable en los últimos meses. Cerrada ya la experiencia Caixinha, el diagnóstico habla de un paupérrimo 36,3 por ciento de puntos obtenidos. ¿Causas? Al entrenador le toca dar la cara y tiene sus responsabilidades, porque en su gestión el equipo no mostró signos de evolución y profundizó debilidades, en sintonía con un bajón muy fuerte en jugadores que antes eran puntales y hoy no se asoman de la mediocridad. ¿Tan desmotivado puede estar un profesional? En la tribuna se escuchan murmullos de desconfianza por el “poco compromiso” de algunos hombres.
No hay que hacerse los distraídos: así como Don Pedro pasó con pena y sin gloria, se debe asumir que éste Talleres es muchísimo menos que el de años pasados. El presidente consolidó el proyecto institucional con los recursos de algunas transferencias muy jugosas, pero pareciera no dimensionar el cuadro de situación del equipo que entra a la cancha. Ahí adentro, el equipo dirigido por Caixinha jugó 34 partidos: 9 triunfos, 10 empates y 15 derrotas. Si se le suman los números de la dietética gestión de Guillermo Hoyos, la pregunta explota: ¿en serio Fassi no se da cuenta de que los jugadores que contrató no estuvieron a la altura de las necesidades?
En la claridad para ver dónde estaban parados y a qué podían aspirar, radica una diferencia sustancial con la realidad de Belgrano e Instituto. Mientras la “T” sigue creyendo que puede salir a ganar en todos lados, a los otros clubes les asiste la razón y el acierto de haber elaborado expectativas acordes a lo que tenían. Y si bien juegan en categorías diferentes, Belgrano ganó lo que tenía que ganar e Instituto se esfuerza por consolidar la mejor campaña en muchos años, que es moderada solo por el rendimiento de los celestes.
Afuera, en las tribunas, la gente renueva una editorial contundente: llena la cancha todos los partidos porque el apoyo no está en riesgo. El hincha de Talleres tiene memoria y valora lo que se hizo, pero no pierde oportunidad de decir lo que siente y lo que siente hoy es decepción. A Belgrano e Instituto los moviliza un sueño que habla de pertenencia, recuperación y justicia. Las tribunas repletas no dejan lugar a las medias tintas: incluso en los silencios editoriales que se inspiran en los momentos en que no se juega bien, la gente sabe que uno y otro tienen goles para abrir los caminos.
Será una semana intensa. A prepararse, porque nunca seremos indiferentes a lo que se genera en el universo del fútbol.