El arte de hacer goles

A su manera, en equipos que ofrecieron una ingeniería futbolística diferente, Michael Santos y Pablo Vegetti fueron los goleadores del torneo argentino de primera división. Los dos dieron la ventaja de no convertir en las últimas fechas y conservaron el primer lugar en el podio.

¿Cuántos goles haría Pablo Vegetti con un modelo de juego como el de Talleres? ¿Cómo se gritarían los goles de Michael Santos, si fuera el 9 de la república pasional de Alberdi? Vegetti y Santos, centrodelanteros de Belgrano y la “T”, se abrieron camino con goles sosteniendo y multiplicando las posibilidades de sus equipos, para terminar como máximos goleadores en una liga que siempre considera más rentable que los hitos tengan los colores de los clubes populares del puerto.

¿Qué tan fuerte se debe gritar un gol desde Córdoba, para que se escuche en todo el país? Entre el Talleres subcampeón, que se luce y es capaz de mojarle la oreja a River; y el Belgrano del overol que le rinde culto al esfuerzo, se dio este hecho inédito de proponerle al mapa nacional dos goleadores de clubes cordobeses: 13 pepas para cada uno. En la historia hubo otros, pero esta vez, no deja de ser singular que haya empate en el primer lugar del podio y que los máximos goleadores lleven el escudo de celestes y albiazules.

Un par de pasitos más abajo, con 11 goles, quedó el 9 de Instituto: Adrián Martínez fue la figura más importante de la Gloria. Al igual que Vegetti, su marca alcanza una dimensión superior porque metió en el arco casi todo lo que tocó. Fue un campeón para encontrar oro en el barro. Así como Belgrano presentó más puntos que buen juego, Instituto no se distinguió precisamente por generar muchas oportunidades de gol.

La ductilidad de Santos

Una lesión sacó a Santos de la cancha los últimos tres partidos. Esa ausencia no logró bajarlo del peldaño más elevado del podio. Todos sus goles fueron de jugada: solo pateó un penal y Nahuel Losada se lo atajó en el clásico. Ganó de atropellada, de derecha, de zurda, con definiciones sutiles y otras en las que quiso arrancar el arco. Su juego, esencialmente destacado por la ductilidad de sus herramientas y el manejo de los dos perfiles, fue el eslabón final en una propuesta colectiva que se encargó de generar los insumos suficientes. Al desborde y la profundidad externa (Valoyes y Sosa), le sumó la calidad superlativa por adentro (Villagra y Garro): a Santos nunca le faltaron oportunidades para marcar porque Talleres se encargó de darle trabajo. Luchó cuando había que meter el pecho, soportó patoteadas de defensores rústicos y con la misma naturalidad, se puso el frac para convertir goles de gran factura individual. Tuvo la personalidad de ser el 9 de un equipo que quiso ganar siempre.

Un “animal”

Vegetti hizo 13 en un equipo que rarísima vez lo asistió en calidad. No solo eso, sino que terminó en una crisis de juego profunda reflejada en seis partidos sin ganar ni anotar goles. Aún así, llego a esa marca: 6 fueron de jugada, cinco de cabeza y dos de penal. No vayamos a creer que tenía 10 chances de gol por partido y hacía uno…. Sus anotaciones fueron más la consecuencia de su notable capacidad de autogestión, que de la riqueza de los pases o las sociedades para ponerlo de cara al arco. Es uno de los mejores cabeceadores del fútbol argentino. Además, siempre tuvo en piloto automático la capacidad para convertir goles que se ven poco: de anticipo. “Primerando”, ganando el espacio para llegar primero. Al estatismo, Pablo le propuso salir para entrar; a las marcas adhesivas, las neutralizó acelerando para llegar a la pelota en el instante justo. Las buscó siempre, incluso cuando le tiraban un fulbazo contra el córner y nadie llegaba para darle una mano…

Su presencia fue garantía de peligro y los rivales siempre lo supieron. ¿Qué hubiera pasado si Belgrano hubiera desarrollado alguna idea para optimizar los servicios de su 9?

Una maravilla

Vale destacar el gran campeonato que redondeó Adrián Martínez, anotando 11 goles (pese a recibir pocas asistencias), que permitieron impulsar la reacción del equipo: el 9 de la Gloria sufrió las consecuencias de un funcionamiento colectivo que lo aisló y rara vez le ofreció juego en cantidad y calidad, para que se ocupara de traducirlo en gol. Aún así, Martínez regó la cancha de sudor y la gente se lo reconoció.

En tiempos de evaluaciones, corresponde que en Córdoba valoremos lo que tuvimos y tenemos. Además, no sabemos si la historia continuará con idénticos protagonistas… Santos no alcanzó para que Talleres le siguiera la huella a River; Vegetti no fue suficiente para meter a Belgrano en territorio de Copas; los goles de Martínez no bastaron para ver a Instituto creciendo a otra velocidad y consistencia. Sin embargo, los tres dejaron huella y señalaron el camino del protagonismo yendo al frente. Como antes, como siempre.