El capitán del seleccionado nacional llegó a Argentina el lunes y se entrenó junto a sus compañeros de cara al amistoso que disputarán este jueves ante Panamá.
Tras el arribo de la selección argentina a Ezeiza, en vistas a los amistosos que jugarán con Panamá y Curazao en el Estadio Monumental, Lionel Messi aprovechó la noche del lunes para cenar con su familia en la parrilla Don Julio. Lo que no esperaba el mejor jugador del mundo era que cientos de fanáticos se agolparan en la entrada del restaurante al grito de “Muchachos”, cántico que se popularizó durante el Mundial de Qatar. Las imágenes de los hinchas se convirtieron en tendencia en Twitter.
El astro rosarino aterrizó pasadas las 10.15 del lunes en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza en un vuelo privado junto a su esposa, Antonela Roccuzzo, y sus hijos Thiago, Ciro y Mateo. Rápidamente, y sin tener contacto con la prensa, se subió a una camioneta que, acompañada por un coche de custodia, lo trasladó hasta la concentración en el predio que tiene la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Cerca de las 17, participó del primer entrenamiento del año con la celeste y blanca.
Una vez finalizada la práctica, se trasladó -cerca de las 23- a la parrilla ubicada sobre la calle Guatemala al 4699, barrio de Palermo. A 25 minutos de su ingreso -junto a dos guardaespaldas y por una entrada alternativa- un gran número de fanáticos empezó a congregarse en las inmediaciones del local gastronómico. Agolpados unos contra otros, entonaron todo tipo de canciones alusivas a la albiceleste y al mismo Messi.
“Borom bom bom, borom bom bom, hay que sacarlo por el balcón”, fue una de las arengas que más resonó en las inmediaciones de Don Julio.
Llegada la medianoche, integrantes de la Policía de la Ciudad se hicieron presentes en el lugar y trataron de calmar a la multitud, que estaba cada vez más enardecida. No fue hasta 15 minutos antes de la dos de la madrugada que el actual delantero del Paris Saint-Germain (PSG) decidió probar su suerte y enfrentar a la muchedumbre que lo aguardaba. Entre un mar de brazos, gritos, celulares y llanto, Messi se abrió paso -con ayuda de uniformados- hasta el auto que lo esperaba.
Una vez partió con su vehículo -un Porsche de color gris oscuro-, fue de igual manera seguido por una gran cantidad de gente durante unas pocas cuadras.