Cuando no está Messi, aparece el Dibu

Apagado Lionel, el arquero fue el factor fundamental para que Argentina pudiera vencer a Ecuador. Fue clave durante el tiempo regular y alcanzó una dimensión mayúscula en los penales, nuevamente… La “ausencia” de Messi dejó en evidencia (otra vez) que el funcionamiento del equipo no tuvo respuestas.

Los arqueros “gana partidos” tienen reservados los arcos más importantes en el mundo del fútbol porque, desde la capacidad para incidir en la historia y direccionarla, logran sostener a sus equipos incluso “desmintiendo” lo que colectivamente se ve en el campo. Hay atajadas que marcan un antes y un después: si el que usa guantes es figura se trata, esencialmente, la consecuencia de que su equipo ha sido superado en algunos aspectos.

Argentina tiene un as de espadas allí. El Dibu, alias Emiliano Martínez, se ganó la confianza y alcanzó la condición de titular indiscutido haciendo lo que debe hacer: ni más ni menos que atajar. Pero no solo en los entrenamientos o en esas voladas ficticias que aplauden 10 tipos en una tribuna, sino en aquellos momentos calientes en los que una pelota es determinante en un partido. Martínez ataja las difíciles, las simples que un error puede convertir en complicadas y las que tienen un grado de complejidad, pero que sus manos desactivan por riqueza técnica.

Su influencia volvió a ser determinante. En un equipo que tuvo muchos problemas para hacer circular la pelota hacia adelante y sigue repartiendo responsabilidades de forma desordenada, Ecuador fue un problema por potencia física, velocidad y sentido de la oportunidad. El área argentina sufrió varios merodeos peligrosos que amenazaron la idea del “triunfo tranquilo” que muchos suponían.

Poco del “10”

Messi no estaba bien, definitivamente. Se lo vio lento, errático, perdiendo algunas pelotas en laberintos en los que suele no entrar, o que son resueltos con maestría cuando entra. Contra Ecuador, Messi no fue el líder, ni el referente. Su protagonismo austero dejó en evidencia que el equipo, como tal, no tiene en claro qué caminos seguir desde la mitad de la cancha cuando él no está activo para entregarle la pelota y que resuelva…

¿Cuánto tiempo la tuvieron los defensores pendulando hacia un costado y el otro con una lentitud extrema, implorando que alguien se mostrara para recibir y elaborar juego? La ausencia de Lionel fue una oportunidad que pocos capitalizaron: hay una idea que funciona mejor en la cabeza de Scaloni que en la cancha. Porque si Argentina no abre los espacios, sino que los cierra (Nahuel Molina pasa 1000 veces y lo buscan una o dos…) y el juego interior se reduce a pases previsibles que incomodan a algunos para que otros (De Paul, especialmente) tengan licencia de movimiento y decisiones, hay algo que no está funcionando y la respuesta se demora. O no se desarrolla.

Sin desbordes ni complementación por afuera, sin coordinación de movimientos para integrar a Lautaro Martínez o Julián Álvarez, sin una función clara en hombres que ofrecen un gran esfuerzo físico pero pocas prestaciones en el juego (Nicolás González, Enzo Fernández, Gio Lo Celso…), Argentina volvió a depender del factor individual y la actitud. Desde la jerarquía del Dibu, proyectada a los marcadores centrales y replicada en dosis homeopáticas más adelante, sobre todo en el juego a dos toques de Mac Allister, la selección resistió los momentos más adversos y se mantuvo con posibilidades porque el arquero volvió a ser la salvación y les dio tranquilidad a todos.

Respeto

Cuando Messi falló su penal, ejecutado sobre la delgada línea de la confianza y la displicencia, se nos vino la noche: es tanto lo que se espera de él que no tiene ni derecho a ser humano y, una vez, comportarse como un tipo normal. Todo Ecuador pensó que era un indicio, un indicativo, de cómo serían las cosas en la definición, pero se encontró con el Dibu: primer penal atajado a Ángel Mena hasta con fiereza, con ostentación física, volando sobre el palo izquierdo para llegar entero a la pelota. Las cosas 0 a 0.

Julián Álvarez puso el 1-0 con un remate esquinado y alto, con mucha determinación y precisión, como antesala de otra exhibición de Martínez: en un gesto técnico superlativo, el arquero hasta se dio el lujo de elegir con qué mano parar el tiro de Alan Minda. Su atajada dejó la historia 1 a 0, inspirando un respeto que se pudo palpar hasta desde Marte… y hasta estuvo cerca de tapar el tercer penal, que finalmente Jordy Caicedo anotó.

Los aciertos de Mac Allister (2-0), John Yeboah (2-1), Gonzalo Montiel (3-1), Caicedo (3-2) y Nico Otamendi (4-2) le dieron forma definitiva al pizarrón.

Se obtuvo la clasificación. Habrá quienes simplifican el análisis para quedarse con la foto del triunfo y razonen a partir de él, más allá de cómo se logró. Si bien el rival también juega y Ecuador hizo un buen trabajo, Argentina tiene varios asteriscos que resolver. No todo es Messi. Deberíamos tenerlo en claro, porque se puede (y se debe) jugar mucho mejor.