A la aceleración que habían registrado los precios entre fines de julio y agosto, ahora se sumó la suba de casi 22% del dólar oficial.
Natalia Donato.
Si había un motivo por el cual el ministro de Economía, Sergio Massa, resistía la devaluación que tanto le venía pidiendo el Fondo Monetario Internacional (FMI), era por lo que implicaría en materia inflacionaria.
En la Argentina, cada vez que sube el dólar, inmediatamente se produce un traslado a precios. Y la inflación, según el último dato de junio, ya se encuentra en 115% interanual, por lo que era, según el candidato presidencial de Unión por la Patria, un camino asegurado a niveles de precios mucho más altos. Ayer, sin embargo, el Banco Central devaluó. El dólar mayorista subió de $288 que cerró el viernes a $350,05 en la apertura del mercado, una suba de casi 22 por ciento. El minorista, en tanto, ya cotiza a $365,50.
Habrá traslado a precios. De hecho, este lunes empezaron a desaparecer las listas de precios en algunos rubros y se frenaron algunas ventas. En algunos supermercados, por ejemplo, retiraron de los exhibidores todos los electrodomésticos.
Según las primeras estimaciones de algunos economistas consultados, esta devaluación implicará niveles de inflación de dos dígitos en agosto y septiembre, por lo que el escenario en materia económica de cara a octubre se prevé difícil. Los rubros que más impactarán son los de bienes transables, que tendrán un impacto directo. Es el caso de alimentos, donde las subas podrían trepar al 15 por ciento.