En un momento y con el diario del lunes perdimos el eje de la situación, lo cierto es que, a pesar del paso del tiempo, la población es acosada por una serie de medidas que afectan desde lo laboral a lo emocional.
Pareciera ser que libramos una batalla contra el contagio en sí, lo cual es tan viable como tapar el sol con la mano. Cualquiera puede equivocarse, en este proceso pandémico muchos hemos aprendido, incluso los especialistas del tema. Pero hago un llamado a la cordura de quienes nos gobiernan, más sano que no errar es ser reflexivo y cambiar de posición cuando los hechos no nos dan la razón.
Evitar el colapso sanitario, con ese mandato empezó este largo transitar. Pero luego fue tomando tintes de doctrina, los pro y anti cuarentena, como si se defendieran los colores de un club, lo cual, lejos de requerir racionalidad, apunta en sentido contrario. La pasión,una vez más, se apoderó de lo que opinamos.
Cuantas cosas quedaron obsoletas en este proceso, siempre me pregunto a dónde irán a parar esos papelitos que rellenamos, cual declaración jurada, en los bares y restaurantes. ¿Alguien los lee? ¿La trazabilidad fue viable en el pico?
Entiendo que es cuestión del Estado salvaguardar la población en lo que respecta a lo público, pero si vamos a manejarnos en el plano de lo privado y del “por las dudas”, deberíamos prohibir todo aquello que nos pueda llevar a la fatalidad, me pregunto cuántas vidas se perdieron arriba de un auto o por culpa del cigarrillo.
Sólo el camino de la concientización puede ayudarnos a convivir con el covid. Sin embargo, más fácil que pensar es prohibir. Es lo que hacemos los padres cuando no nos involucramos en las actividades de nuestros hijos. Prohibimos y, sin lugar al reclamo, logramos el cometido inmediato.
La sociedad puede perdonar al Estado por ineficaz, pero la ridiculez es algo que atenta contra su legitimidad. Todavía recuerdo el toque de queda que anunció el presidente De La Rúa, fue instantánea la reacción de la gente, quitó toda legitimidad al salir a las calles, lo que llevó a su renuncia horas más tarde.
La no adhesión al protocolo nacional de espectáculos públicos por parte de la Provincia de Córdoba suena a un padre negando la petición de un hijo. Esa concepción de poder por parte de los gobernantes ya fue discutida en el siglo XVIII.
Permitan a la población recuperar su libertad, permitan que elijamos nosotros mismos nuestros riesgos, permitan que nos equivoquemos, así como ustedes se equivocan. Tenemos margen de error y, si ponemos en riesgo al común social, seremos los primeros en dar marcha atrás. Pero ya no nos prohíban por las dudas.