El triunfo 2-1 sobre San Martín de San Juan confirmó la relación de amor de la Gloria con los hinchas. Debía ganar para prenderse bien arriba y lo hizo mostrando buen juego, reacción, poder de gol y muchísimo coraje. El aliento de la gente se encargó del resto: llenó el estadio y sostuvo al equipo en los momentos más calientes.
Hay muchas historias escritas sobre la relación que se produce entre los equipos y la tribuna, cuando la energía que se genera afuera influye adentro. Así como están aquellos que son permeables para asimilar el apoyo de los hinchas y se reconstruyen a partir del griterío, también hay otros que carecen de personalidad, pierden la brújula y son arrastrados hacia el borde del abismo.
No todos tienen pericia para jugar con tribunas llenas y convierten en una buena noticia la presencia popular. Es muy difícil tomar lo bueno sin que el efecto del aliento colapse el GPS del juego y modifique algunos factores, como la paciencia, la lucidez para pensar, la precisión y los distintos componentes que le dan forma a la toma de decisiones. Entonces, tenemos ejemplos de partidos que fueron corregidos porque la reacción comenzó en la tribuna y se proyectó en el césped; también hay registros de jugadores que se aturdieron y perdieron la lucidez, entre tanto nervio y ansiedad. ¿Conclusión? Más de una vez y de tanto querer ganar, algunos equipos entraron al ritmo de la gente y terminaron expuestos y derrotados.
Instituto puede hablar de todo eso porque acomodó en lo más profundo de su corazón la certeza de que la gente, su gente, es capaz de transformar realidades cuando el equipo inspira y moviliza. Si hay actitud y aptitud, el hilo conector enciende a los de abajo con la energía de los de arriba. Y los de arriba ofrecen aliento como correspondencia a lo que se propone en el juego. Entre otras virtudes, vale la pena destacar una, que resultó clave: La Gloria tuvo juego, capacidad de reacción, gol y coraje. Y si en algún instante sintió que ese combo no era suficiente, los hinchas lo sostuvieron a puro grito.
El respeto por la pelota es un precepto que allí no se negocia, por los siglos de los siglos. El Monumental de Alta Córdoba se llenó otra vez porque más allá de cierta irregularidad a lo largo de las fechas, se percibe que hay un norte en la manera de jugar. Si no fuera por los números extraordinarios que Belgrano pone como contraste en toda la divisional, lo de Instituto sería de lo mejor en años…
Desde afuera, la fuerza apareció en momentos que resultaron determinantes: desde el ánimo al arquero Jorge Carranza, luego de su error en el gol 1-0 de los sanjuaninos, pasando por el respaldo a la idea de cuidar la pelota y finalizando en la hora más difícil, que comenzó cuando no quedaba otra que resistir y resistir.
Hasta que el aire alcanzó, los muchachos de Lucas Bovaglio priorizaron tomar la iniciativa y trataron de arrinconar a un adversario que llegó a Córdoba con algunas credenciales, pero solo mostró herramientas futbolísticas en la última media hora. Cuando Instituto sintió el esfuerzo por haber querido ganar, incluso jugando con uno menos (por la expulsión de Gabriel Graciani en el primer tiempo) y San Martín achicó espacios hacia adelante, se refugió repartiendo sus hombres en un abanico defensivo y apostó a la necesidad de hacer rentable cada movimiento. La tribuna nunca dejó de empujar y así como primero aplaudió a Graciani y Franco Watson (socios en el golazo del 1-1), en el tramo tenso del final se enamoró de aquellos que hicieron un culto al esfuerzo: en especial, Giuliano Ceratto, Ezequiel Parnisari, Fernando Alarcón, Leo Monje y Patricio Cucchi.
No siempre se da una comunión así, que pone en claro cuáles son los factores imprescindibles para fortalecer una conexión que se vale y necesita de todos. El juego de La Gloria, el respeto por un guión y la humildad para ofrecer el músculo cuando las exigencias lo determinaron, elevaron los méritos de los jugadores para hacerlos dignos merecedores del conmovedor reconocimiento del final.
¿Quién sabe cómo seguirá el campeonato, ahora que se aproxima la fase decisiva? Hay buenos equipos, con el objetivo de ascender sobre la mesa. Por lo pronto, La Gloria levanta la mano con lo que tiene, que no es poco. Se protege desde el fútbol, dejó ver variantes para atacar y desequilibrio individual; ante los sanjuaninos mejoró su nivel promedio y tuvo jerarquía para comprender cómo se juegan los partidos así. Con buenos jugadores y el combustible latente en la tribuna, la ilusión de luchar por el ascenso es una cuestión de paso a paso.