Los desafíos son oportunidades. Así deben tomarlo los dos equipos capitalinos de cara al clásico que se viene, espiando cómo quedarán posicionados a partir de este cruce y mirando a la definición del campeonato.
Lo mejor que puede pasarles a Belgrano e Instituto es encontrarse adentro de una cancha ahora mismo, que tienen tiempo (aunque no de sobra) para encender todas las luces y ver dónde están parados de cara al ascenso. Los dos, cada uno a su manera, necesitan una descarga que los haga reaccionar para encarar el tramo decisivo del torneo ofreciendo lo mejor.
Desde la certeza de que el campeonato “sigue esperando” a Belgrano y cada fin de semana renueva las facilidades para que lo gane porque los perseguidores dejan puntos increíbles en el camino, los dos equipos tienen la oportunidad de mostrar credenciales.
Los clásicos son hechos esencialmente motivacionales: los entrenadores no necesitan decir una palabra porque la construcción de las fortalezas mentales se nutre de la calle, de los diarios, de los pasillos… Toda la importancia que tiene el laboratorio del juego y la calidad de lo que sean capaces de producir los futbolistas reciben, esta vez, el anabólico de la energía que se genera en la gente, en el folclore, en las pasiones.
Acción y reacción
Hace unos años, un sabio del fútbol como fue Carlos Timoteo Griguol, veía con preocupación cierta tendencia de los futbolistas a vivir “en una burbuja”, descomprometidos de la visión de la vida y del propio fútbol que tenía el hincha común que iba a la cancha. Timoteo sabía que un jugador desconectado de ciertos motores afectivos tenía menos posibilidades de dar absolutamente todo. O, dicho de otro modo: si lograba encender en sus muchachos cierto grado de sensibilidad por lo que les tocaba vivir a las personas, posiblemente lograría mucho más que futbolistas. ¿Qué hacía, entonces? En vez de ordenar que corrieran al costado de la cancha o tiraran mil centros, los llevaba a un hospital. A ver, a mirar, a escuchar. A conocer las historias de los enfermos y de tantísima gente que vivía condenada socialmente, o que debía esforzarse todos los días para llenar la olla. Nadie volvió igual después de esas experiencias.
Ese efecto motivador disparó muchas reacciones y sacó lo mejor de los jugadores que tenían calidad, por supuesto, pero les permitió abrir los ojos, despertar y generar una reacción. Salvando las distancias y lejos de focalizar esa anécdota como pretensión comparativa, a Belgrano e Instituto les anda faltando algo parecido, porque estamos siendo testigos de un torneo muy particular, que les está exigiendo un valor agregado ahora.
Salir de ahí
¿Qué fenómeno ocurre que el campeonato “espera” a Belgrano? ¿Hay un crédito ilimitado? Cada vez que perdió aceite con partidos que no pudo ganar, a sus rivales les costó muchísimo acortar distancias y, en más de una oportunidad, el fin de semana pasó y la brecha no se alteró. Es evidente que el nivel de juego del puntero ha decaído, que los adversarios lo desactivan con menos esfuerzo y hasta le juegan con una actitud que no repiten en otras presentaciones. Pero lo que se vio ante Sacachispas es clave y referencial: jugar en una cancha con más pozos que césped, ante un adversario muy precario y a expensas de un arbitraje indigno de una competencia profesional, debería ser disciplinador.
Si Belgrano no evoluciona y sus problemas se profundizan, el objetivo de salir de ahí, de esa atmósfera viciada de mediocridad, debería ser la zanahoria para gestar las respuestas que cada vez se ven menos adentro de la cancha. Y si no lo es, el clásico contra la Gloria llega justo.
Combustible puro
Una lectura parecida podríamos hacer desde la perspectiva de Instituto. No le ganó a Riestra ya sabiendo que Belgrano había empatado contra Sacachispas y se generó la sensación de una nueva chance desperdiciada… Pero desde Tucumán llegó el regalito del empate de San Martín, que dejó todo como estaba. O sea, Belgrano, Instituto y los tucumanos, alineados como antes de comenzar la fecha.
A diferencia de Belgrano, Instituto sí está madurando y ha crecido. Si Belgrano fue arrollador en la primera ronda y armó un colchón de puntos que hasta hoy administra con suficiencia, el fútbol de la Gloria resultó intermitente hace unos meses y fue ganando confianza y solidez en el funcionamiento con el transcurrir del tiempo. Sin embargo, cuando pareciera que nada será suficiente para alcanzar a Belgrano, el destino deja en Alta Córdoba dos cartas en blanco: la posibilidad de seguir en el segundo lugar aprovechando el 0-0 de San Martín contra Gimnasia de Mendoza y la chance de ir a verse cara a cara con el puntero, para apostar fuerte asumiendo las consecuencias. Combustible puro, en el horizonte.
Después se verá cómo salen posicionados, mirando al tramo final del campeonato. Hoy, la certeza del clásico es la mejor noticia para los dos. Les da la oportunidad de un premio mayúsculo para certificar, adentro de la cancha, cuánto tienen para aspirar al ascenso.