A revisar qué es “a lo Belgrano”

La cuarta victoria consecutiva apostando por el juego prolijo abrió el debate en Alberdi. Después de mucho tiempo de creer que sólo había lugar para correr y meter, el equipo celeste consolida una idea culturalmente diferente que mueve los cimientos y desafía el paladar.

Los rasgos culturales se construyen a lo largo de mucho tiempo, a partir de distintos gestos que definen una manera de ser y de sentir, para generar identificación y movilizar a las personas desde la sensibilidad. ¿Por qué en una cancha se abrazan un escribano y un jornalero? ¿Qué reúne en el mismo alambrado al que usa perfume caro y al tímido para la ducha? ¿Cómo se explica que las emociones que brotan en una cancha sean capaces de conmover la fibra íntima de las personas?

Cuando uno recorre Alberdi, percibe una amalgama sorprendente entre el espíritu de los universitarios que poblaron la zona en tiempos de esplendor del Hospital Clínicas, con la clase laburante que fue completando los espacios hacia arriba y hacia atrás, donde las sombras de la vida apagan esa dosis de luz que la gente ve como esperanza.

El escribano y el jornalero se abrazan porque los une Belgrano. Posiblemente, cuando se alejen dos cuadras del Gigante sus vidas no se parecerán en nada, pero mientras estén ahí adentro y el griterío los lleve de acá para allá, serán como hermanos: van a defender los mismos ideales y ofrecerán lágrimas idénticas desde el espacio afectivo más sagrado que tienen: el corazón.

La cultura del esfuerzo

Conocer Alberdi, con toda la variedad de fotografías sociales que se presenta en sus rincones, permite interpretar lo que pasa adentro de la cancha y por qué ocurre. Belgrano edificó su esencia desde el esfuerzo de su gente, que tiene un máster hecho en sufrimiento para abrazarse a las alegrías con toda el alma. Todo cuesta y mucho: cuando se logra algo, se disfrute el triple porque siempre hay un alto componente de angustia y padecimiento.

Lo que pasa afuera se proyecta al fútbol. La austeridad y el sacrificio, que se dibujan en la sonrisa del que trabajó horas extras para pagar la entrada, fueron marcando una manera de disfrutar del juego, de conformarse con las actitudes y establecer los valores que hoy gobiernan el ADN cultural. Alberdi, con su reconocida estirpe revolucionaria y de huella universitaria, nunca fue un barrio de pitucos y presumidos; menos, de ostentación. Más bien, de guiso, polenta y ropa colgada en la ventana, de vecinos enamorados de un club que durante muchos pasajes de su historia vivió en el caos y hasta en el riesgo de desaparecer. Entonces ¿qué clase de fútbol podía correr por las venas, si no es el caracterizado por el sudor y la lucha? Definitivamente, el fútbol se refleja en la vida de las personas y las personas, en el interminable caudal de sensaciones que se generan en el fútbol.

Jugar al fútbol

El triunfo contra Newell’s fue otro ladrillo en la pared. El cuarto desde que se produjo la modificación más relevante. Éste fue más apretado que otros, contando monedas por momentos, pero alineado con la versión renovada del equipo celeste que no reniega de los que corren, pero asume la responsabilidad de crecer jugando, pensando, manejando la pelota a través del “Caco” García y Bruno Zapelli.

Este equipo va en contra de su raíz cultural y remueve los cimientos: ése es el mérito mayúsculo que hay que destacar. Desafía lo que estaba bien y pone a prueba el gusto de los hinchas. Su entrenador evolucionó hacia la idea de tener un equipo digno con objetivos más elevados que rasguñar puntitos por ahí… Del aplauso fácil al que se tiraba de cabeza, entramos a la etapa en que se disfruta del freno, de la cabeza levantada y las jugadas, que necesitan de un insumo indispensable: el pase, el eslabón fundamental que tiene el fútbol de alta competencia.

Hemos visto, a lo largo del tiempo, diferentes modelos de Belgrano. Todos llenaron la cancha y gustaron desde diferente lugar, porque no se trata de “matar a los abuelos para que vivan los nietos”, como dijo cierta vez Atahualpa Yupanqui. La diferencia del Belgrano de Guillermo Farré marzo – abril de 2023 es que va en contra de todas las tendencias. Rompió la inercia. Se hizo a un lado del envión que impulsa el rumbo del fútbol argentino, desde la precariedad que vemos en casi todos los partidos, para pararse conceptualmente en un bordito más alto: jugar al fútbol nunca estuvo prohibido. Ahora, lo sabemos…

Después, podemos aplaudir de pie el golazo tremendo de esa bestia que es Pablo Vegetti. O presenciar la mutación de aquellos hinchas que insultaban a Zapelli y lo descalificaban, y ahora se rinden a sus pies. O testificar lo simple y efectivo que es el juego del “Caco” García, porque en cada decisión, sus pases llegan a espacios vacíos. Cuando el equipo juega así y lo hace bien, mejoran todos. Se sienten más seguros. Más confiados. Se animan a convivir con el error. Se enciende la solidaridad que es mucho más que correr por los otros.

Veremos más adelante, si a Belgrano le alcanza con la renovación para consolidarse. O si le dan las condiciones de sus hombres para sostener esta idea reforzando lo bueno y corriendo lo otro. Mientras tanto, habrá que pensar seriamente cómo acomodamos en el diccionario ¿qué es jugar a lo Belgrano?