“Es un muy buen amigo y cada vez que llego a casa me está esperando”, dijo el dueño.
El jabalí Gervasio se convirtió en la estrella de Mar Azul, Buenos aires. Adrián decidió criarlo junto a sus perros y su gata para evitar que sea asesinado. “Lo habían cazado cuando era un bebé y lo traían junto a su mamá, que estaba muerta en una bolsa de arpillera. Me dio lástima y les pedí por favor que me lo dieran”, recuerda.
Agrega que “ahora tiene un año y medio. Lo recibí cuando era un bebé. Lo empecé a criar con una mamadera y a darle la misma comida que a los perros. Por eso está así de gordo”. El animal pesa más de 200 kilos.
“Me dio una pena bárbara porque era muy chiquito, tenía el tamaño de una zapatilla y una semana de vida, como mucho. Le empecé a dar mamadera y le confeccioné un corral chiquito, que ahora lógicamente es más grande. Fue creciendo el amigo…”, sostiene.
Adrián admite que no fue sencillo criar un animal de este tamaño. “Si hubiese sabido el trabajo que implica quizá no lo hubiese tenido. Él come 100 kilos de cebada por semana, que por suerte me la regalan unos amigos que fabrican cerveza. Pero mirá: una bolsa de 50 kilos cuesta $3000. Y consume dos por semana. Hacé la cuenta”, explica.
“En ese momento no lo pensé, lo agarré y lo metí en casa. Yo lo quiero. Y más allá de todo, puedo decir que es muy bueno tenerlo. Es lo mismo que un perro, porque él quiere cariño, que le den de comer y lo saquen a pasear. Nada más”, continúa.
Asimismo, reconoce que para entender cómo cuidarlo recurrió a la lectura y se asesoró con especialistas en jabalíes. “Lo más importante es darle amor, cariño, tratarlo bien. Es igual que un perro, tiene los mismos comportamientos. Yo siempre digo que se cree perro”, resalta.
Aclara que “jamás tuvo una actitud violenta ni la necesidad de atacar a alguien. En el barrio lo conocen todos, los chicos vienen a saludarlo. A lo sumo tira cabezazos, pero porque quiere que lo acaricien. No tiene maldad”.
En los momentos en que el turismo disminuye, es normal ver a Gervasio caminando solo por las calles dirigiéndose a la playa. “Le encanta, es un restaurante para él porque come los berberechos y caracoles. A veces va solo y vuelve de la misma manera. Le encanta el mar y le hace bien porque necesita caminar”, señala Adrián.