El triunfo 2-1 contra Riestra le dejó a Belgrano el corazón a la miseria. Una multitud rugió con la victoria: no sólo porque confirma la condición de líder, sino porque al habitual coraje, esta vez le sumó momentos de buen juego. Y goles, claro…
A la muchachada joven que trata de encontrar un camino que le permita tener trabajo, se le recomienda que no pierda tiempo: urgente, hay que estudiar medicina y abrir un consultorio en Alberdi. Nunca van a faltar los pacientes que lleguen con el corazón en la mano, porque ése es el destino de los hinchas que han elegido consagrarle su amor a un equipo como Belgrano, al que todo le cuesta el doble y le rinde un culto sublime al esfuerzo.
Allí, en esa atmósfera que tiene como epicentro un templo donde miles de personas van a entregar su incondicionalidad, no hay ninguna posibilidad de vivir sin sufrir o de celebrar sin que se presenten problemas. Para ganarle a un adversario especialista en interrumpir, cortar y especular, Belgrano regó el campo con sudor y lágrimas, pero sumando un valor determinante: confió en la capacidad de sus hombres para desarmar a esa máquina de bloquear llamada Riestra. Sin ser el Barcelona de Pep Guardiola, tuvo pases, cabeza levantada, intenciones de cuidar la pelota y edificó un juego de ataque asumiendo riesgos, porque de eso se trata cuando un equipo tiene personalidad y concibe su crecimiento a partir de la pelota.
Por supuesto, eso no evitó el sufrimiento, la angustia, la tensión… El recorrido hasta la consumación del triunfo atravesó todos los estados emotivos: Belgrano puso de pie a 30 mil almas que le creyeron, que lo esperaron. Por eso, dentro de las explosiones emotivas que sólo el fútbol es capaz de ofrecer, las que ocurren en esa cancha siempre han sido y serán especiales.
Goles que encaminan la historia
Ulises Sánchez entra y sale del equipo con la misma facilidad que después muestra para resolver los laberintos de las defensas. Freno, amague, desborde, cierre, toque de primera, retroceso, anticipo, profundidad, pase y asistencia, forman parte de un diccionario que lo acompaña cada vez que le toca estar. Aunque todos lo reconocen como un buen jugador, el tipo tiene menos prensa que el Abierto de Taba de Río Segundo: titular pocas veces, suplente unas cuantas y plateísta más de una vez, Ulises reedita un karma que pesa sobre los hombros de casi todos los chicos de las divisiones inferiores de los clubes de Córdoba. La misma tribuna que reclama por ellos en los momentos de crisis, es la que al primer error los maltratan e insultan.
¿De qué juega Sánchez? ¿Mediocampista mixto? ¿Marcador de punta con sangre de delantero? ¿Carrilero? ¿Delantero devaluado? ¿Armador? En el rol de bombero, jugó en varias funciones. Cumplió como marcador lateral y aportó soluciones como extremo, encarando y conectando pelotas hacia adentro del área.
Contra Riestra, Guillermo Farré distinguió en él la posibilidad de abrir la cancha por la izquierda para desactivar el muro de gigantes que molía a palos a Pablo Vegetti, cada vez que los movimientos ofensivos terminaban en centros. Algunos mejor logrados que otros, pero todos previsibles. El atrevimiento y la picardía pusieron a este flaco en la consideración del entrenador cuando Alberdi hervía: los más grandes le dejaron la pelota cuando pidió patear un tiro libre en zona caliente, casi de frente al arco de Riestra. No había tocado ni una sola bola, cuando asumió semejante responsabilidad. Diego Novaretti le sopló algo razonando como si alguna vez hubiera usado guantes: “son muy altos para tirar por arriba de la barrera; pegale al palo del arquero”. Sánchez, humilde para asimilar la sugerencia y confiado en su técnica, dosificó dirección y potencia para apuntar donde el “1” de Riestra debía estar y no estaba, por esa manía que tienen casi todos los arqueros de moverse atrás de la barrera. Su remate rasante terminó adentro. Gol. Alberdi latió tan fuerte, que alcanzó un registro en la escala de Richter.
Ideas mejor acomodadas
Además de la indeleble vigencia goleadora de Pablo Vegetti, que Belgrano haya ganado como lo hizo dejó mucho material para valorar. Hay una credencial que reluce y va más allá de las posiciones y la condición de líder a plazo fijo, que conservará incluso con la fecha libre por purgar. Ganarle a un equipo como Riestra lo puso a prueba desde distintos aspectos, que lo hicieron madurar para testimoniar una notoria evolución. Obstáculos y rivales miserables, siempre habrá en el camino de un equipo que quiere ser importante. Esta vez, quedó en claro que no alcanza con correr y tirarse de cabeza, sino que es imprescindible imaginar las soluciones desde otro espacio. Belgrano no ganó sólo por el “factor H”; lo hizo como consecuencia de su vocación por entregar todo desde el esfuerzo y le sumó lucidez para interpretar el partido. Abrió a Riestra con juego por afuera, sostenido por una presión asfixiante.
Desde afuera, a la distancia, en la categoría ven que Belgrano ha despertado. Tiene un respaldo conmovedor de su gente y un nivel que presenta grises, indudablemente. Sobre todo, cuando juega de visitante. Pero ha crecido, tiene las ideas mejor acomodadas y dispone de herramientas para sostener este rumbo.