Su mamá, Olga Quinteros, habló con la Súper Mañana de la Suquía sobre cómo fue la búsqueda y el sentimiento de desconcierto ante la ausencia durante décadas.
Era marzo de 1992 cuando Vanesa Zamora, una niña de 8 años oriunda de la localidad cordobesa de Alta Gracia, fue a comprar la merienda para ir a la escuela y desapareció. Era la menor de tres hermanos y su familia nunca más tuvo noticias de la pequeña. Su mamá, Olga Quinteros, habló con la Súper Mañana de la Suquía sobre cómo fue la búsqueda y el sentimiento de desconcierto ante la ausencia por más de 30 años.
“Pienso que está en otro país, porque si estuviera en Argentina ya la hubiésemos encontrado. Como madre quiero creer que está con vida y que está bien. Pero mi angustia es no saber si sufre, dónde está o si le hago falta“, comenzó diciendo.
Consultada sobre la última vez que tuvo un dato sobre ella, dijo: “Nosotros con la Policía viajamos tres veces a Corrientes, porque nos habían dicho que la habían visto en una playa pescadora en un pueblito chiquito. Fuimos y buscamos. Había una chica que dijo que la había visto jugando con un baldecito y una palita en la arena. Ella le preguntó cómo se llamaba y la chica le dijo que si quería que le dijera su nombre verdadero. Al alertar eso, la mujer que estaba con la nena la levantó y salió rápido en una camioneta“.
“Nosotros íbamos con un dato certero, pero recorrimos todos los pueblitos cercanos y no encontramos nada. Nadie sabía nada ni había visto nada“, agregó.
En todos estos años, la madre nunca recibió ningún mensaje. “El juez de la causa falleció y hace 32 años que no tenemos nada. Vanesa cumplió el 23 de octubre 40 años“, dijo emocionada.
“Yo esperaba con ansias los 21 años, porque ella es mayor y puede manejarse sola. Esperé en vano, porque no hay nada de nada. No la encontraron viva ni muerta. No se sabe nada. Es cruel lo que le voy a decir, pero si la hubiesen encontrado muerta yo estaría más tranquila porque sabría que no sufre“, expresó Olga a este medio.
Luego, agregó: “Pensamos en la posibilidad de una red de trata. Y yo también pensé en un ajuste de cuentas, porque mi marido era policía“.
“Yo la espero todos los días. Me imagino que llega y que la abrazo. De algo tengo que agarrarme para poder subsistir“, cerró muy emocionada.