Adrián Martínez es el 9 de Instituto y autor de una suficiente cantidad de gritos como para merecer espacios destacados en los medios de prensa. Ya sin Pablo Vegetti y Michael Santos, los que hace “Maravilla” constituyen la repetida buena noticia para el fútbol de Córdoba.
Si jugara en algún club de Buenos Aires y no en Instituto, a 700 kilómetros de Obelisco, los goles de Adrián Martínez dejarían de ser un ruido sordo y anónimo, para convertirse en una noticia en serio que destaque el valor de un delantero que tiene la virtud de mandar enviar la pelota a la red en un equipo que no se distingue por entregarle muchas oportunidades.
No se trata de hacer comparaciones que no llevan a ningún lado, porque hablamos del fútbol y sus circunstancias, con diversos factores que influyen y determinan, como siempre, que las expectativas deben estar alineadas y relacionadas con las posibilidades. Pero es justo subrayar una idea: en un torneo parejo, con mucha precariedad en las herramientas que se trasladan a la cancha, Martínez es el jugador que presenta el mejor registro en la temporada, por encima de sus pares de los clubes poderosos.
Para llegar a ese diagnóstico, no es necesario ir a la Nasa sino contemplar: a) goles anotados (12); b) los que hizo su equipo (26); c) partidos disputados (26); d) situaciones que genera su equipo (cri cri…). O sea, no es lo mismo tener 10 chances por partido que dos… y mandarla adentro.
Por eso, los goles del 9 de la Gloria son un desafío a ciertas reglas que gobiernan un escenario previsible: Martínez las busca a todas, incluso las que ni siquiera son situaciones claras o con ventaja. Le toca generarse los espacios, atento a que lleguen a su radar esas dos o tres pelotas potables por partido y recién ahí, ver si logra hacer feliz a la gente. Es cierto: mientras los partidos transcurren, él corre y corre…. Pero evaluarlo desde las distancias transitadas y presentarlas como un mérito, es poner un techo demasiado bajo. Como tener al atleta Carl Lewis para que haga rápido las compras… Hay que mirar más allá de las planillas y de los números fríos, para animarnos a interpretar el juego desde un lugar más conceptual.
El arte del gol
Además de su historia personal, que parece seducir a la prensa porteña más que sus virtudes para hacer más goles que los delanteros de Boca o River, Martínez es la continuidad de un fenómeno que se dio hace poco y dejó una huella que por estas latitudes no terminamos de valorar. ¿Qué pasa cuando el goleador de un torneo es de los clubes grandes? Sí, lo sabemos… Pues bien, Córdoba le ofreció a la patria futbolera la singular postal de tener a Pablo Vegetti y Michael Santos compartiendo la chapa de máximos artilleros de Primera División. ¿Acaso lo valoramos como corresponde?
Como les pasó a ellos, le ocurre ahora a Adrián: hay que gritar muy fuerte los triunfos desde cualquier club de provincia, para que haga eco en la zona donde cotiza más una noticia de segundo orden de clubes populares del puerto. Algo así como la diferencia entre lo importante y lo interesante.
Mientras tanto, Martínez volvió a ser factor de desequilibrio. A su espíritu de lucha, le sumó olfato y precisión para definir. Ya no sorprende su efectividad: anda por la vida con los sensores afinados para encontrar oro en el barro.
Sin ser particularmente alto, gana de arriba: si no puede saltar más que los defensores, los anticipa. Sin ser particularmente rápido, entiende la velocidad llegando antes, no corriendo más rápido. Sin ser particularmente hábil con la pelota, comprende que el negocio no pasa por ser un Messi del subdesarrollo (y dejar a los rivales como conos), sino que debe gestionar los espacios y estar en el lugar justo, en el momento adecuado.
Adrián Martínez no vende humo, ni la gente lo va a aplaudir por sus destrezas con la pelota. Su incidencia en el rendimiento responde a sus condiciones, en las que hay una dosis imprescindible de técnica y un alto componente de esfuerzo, pero fundamentalmente se argumenta en una mirada certera para entender cómo se juega entre los centrales. No se le puede dar ventajas ni marcarlo como por obra social: el tipo es un guerrero y conoce el camino a la red.
Para Instituto, atendiendo su nivel de juego y lo poco que el 9 es abastecido, Martínez es indispensable como el aire que respiramos. Hoy, su presencia es la manera más directa de explicar el repunte general del equipo.