Textos de María Rosa Beltramo. Fotos de Gustavo Farías. (Prensa Gobernación).
Cuando en 1975 se ordenó la construcción de un estadio olímpico en la zona del Chateau Carreras, el bellvillense Mario Alberto Kempes era un veinteañero desgarbado que pagaba con goles el pase de Instituto a Rosario Central y todavía no soñaba con triunfar en Europa, levantar la Copa del Mundo como el mejor jugador de la selección nacional, ni mucho menos legarle su nombre a esa mole de cemento que lleva 44 años alojando y alimentando pasiones.
El Kempes es la herencia arquitectónica más importante que le dejó a la ciudad el Mundial de Fútbol de 1978. Su construcción comenzó en 1975 y estuvo a cargo del estudio Sánchez Elía, Peralta Ramos, ubicado en Buenos Aires, en sociedad con los cordobeses Hugo Oviedo y Alberto Ponce y la colaboración de Pedro Facchin y Luis Marchesini.
El “Chateau”, como popularmente se conocía al por entonces Estadio Olímpico Córdoba, fue sede de los grupos 2 y 4 durante la primera fase y escenario de partidos disputados por Alemania Federal, México, Túnez, Perú, Escocia e Irán. El primero de los encuentros oficiales de la copa del mundo vio a Perú derrotar por 3 a 1 a Escocia. En la segunda fase jugaron Alemania Federal, Holanda y Austria.
Los escoceses no fueron los únicos, pero sí los más recordados de los planteles que pasaron por la provincia. El sitio web “cosas nuestras” repasa la estadía del equipo en el Sierras Hotel de Alta Gracia, remodelado a nuevo para la ocasión y enumera, “vida nocturna, juergas y –por supuesto- bastante whisky fueron el común denominador de una selección que salió de su país prometiendo laureles y que terminó volviendo envuelta en escándalos“.
El entrenador Ally MacLeod intentó con relativo éxito, varios años después del mundial, desmontar esa suerte de leyenda urbana que decía que sus muchachos salían de juerga noche de por medio y trasegaban whisky como si fuera agua mineral. «Mucho de todo lo que se dijo de nosotros fue mentira. Fuimos a ese Mundial con la voluntad de hacer historia. Teníamos un equipo capaz de hacer cosas importantes. Fallamos. Pero a mí me gustaría que nos recordaran por el gol de Archie y no por esas botellas que no me constan».
Y mientras los pobladores de Alta Gracia eran testigos sorprendidos y privilegiados de la vida de la selección más indisciplinada, el público escocés alegraba el centro de la capital provincial. Se los veía a diario atravesar la plaza San Martín con sus kilts y alguna bebida espirituosa y estaban las 24 horas en “estado de celebración” como lo recordó el periodista Ramón Gómez, que cubrió las alternativas mundialistas para Clarín y el diario Córdoba.
Pero el Sierras Hotel, inaugurado en 1908 y en cuyas amplias habitaciones se alojaron desde el presidente José Figueroa Alcorta, el rey belga Balduino y su esposa Fabiola, tuvo durante la disputa del campeonato ecuménico, estrellas deportivas de distintos países. Además de los escoceses, recibió a mexicanos, tunecinos, holandeses e iraníes.
En las antípodas de los descontracturados escoceses figuran los alemanes, que eligieron el hotel de la Fuerza Aérea en Ascochinga, en medio de un paisaje que favorece el descanso y que acunó por algunos días los sueños de victoria de la selección que se había consagrado campeona 4 años antes.
El mundial le cambió la fisonomía a Córdoba. A la gente le cuesta recordar –y más de uno confunde el año y las circunstancias- pero en el 78 la televisión argentina todavía transmitía en blanco y negro y sólo había 3 canales que ni siquiera estaban al aire las 24 horas. Cuando se instaló en el edificio del Jockey Club –General Paz y Colón-la Oficina de Prensa, era una verdadera fiesta para el grupo de periodistas y empleados que accedían al lugar a ver los partidos a color. El resto de la población debió esperar a 1981.
Por el mundial tuvieron que disponerse cambios hasta en el tránsito. La circulación por la avenida Colón se modificaba a la hora de los juegos: en sentido único hacia el estadio antes del encuentro y a la inversa al finalizar.