Dybala: cerca de la gente, lejos del equipo

Frente a Colombia, quedó en claro que la presencia de Paulo goza de muy buena salud en la consideración de la gente pero es apenas un nombre más en la guía de teléfonos de la AFA.

Con los espacios a favor de su velocidad y el arquero colombiano “atajando pollos” en el área, Nicolás González entró como un rayo en la zona caliente, superó la línea de los marcadores colombianos y quedó de cara al gol. Tuvo en sus pies el 2-0 con efecto de tranquilizador de Argentina ante Colombia, porque hubiera sellado el triunfo de manera definitiva… Pero, en una fracción de segundo, en vez de definir, eligió entregarle la pelota a Paulo Dybala, quien acompañaba la jugada desde un costado y un poco más atrás. Al final, el pase de Nico no tuvo buena sincronización con la aceleración de Paulo y, lo que pudo ser un momento de celebración con la pelota adentro del arco, se redujo a un gesto monumental de generosidad en un ambiente donde sobran los “morfones” y no siempre se ve que alguien renuncie a una medalla para que la reciba un compañero.

González, a su manera, le dio forma a una necesidad que brotaba en las tribunas: la gente imploraba que Paulo fuera protagonista; que se metiera en las estadísticas para leer su nombre en los diarios de hoy; que convenciera al entrenador sobre la conveniencia de tenerlo más a mano; y, fundamentalmente, que se proyectara con mejores posibilidades de integrarse a un equipo donde le ha costado mucho afirmarse.

El gol que no fue dejó el marcador 1-0 como estaba y la discreta figuración del zurdito no pudo ser moderada. Dybala había entrado al partido coqueteando entre una función de centrodelantero, que no siente, y la oportunidad de flotar por todo el frente de ataque, tratando de atraer la pelota para generar pequeñas sociedades. Y, desde esa idea, edificar toques cortos, triangulaciones, juego de tenencia, esconder la pelota y ver vidrieras, porque Colombia ofrecía espacios en oferta. Un poco y un poco.

La presencia de Dybala debió y debe ajustarse a un equipo que no juega en función de él y que tampoco le simplifica los problemas para encontrarle un sentido productivo a sus prestaciones.

La voz de la tribuna

Cuando Argentina salió a la cancha en el segundo tiempo y Dybala seguía afuera estirando las piernas, la gente empezó a pedirlo. Primero, de manera tibia, casi adolescente. Con el correr de los minutos y el nivel de juego del equipo cómodo en la discreción, porque el triunfo no corría peligro, el pedido ganó en volumen y en intensidad. Pero siempre con respeto por el entrenador, porque no era cuestión de complacer a la tribuna: su ingreso no era en desmedro de nadie, sino que simplemente la gente quería ver a Paulo… y hacer fuerzas por él, obvio.

En el fútbol profesional ¿se puede jugar con 12? No, entonces ¿quién debía salir? Cuando Lionel Scaloni tomó ambas decisiones (el ingreso del cordobés y la salida de Lautaro Martínez), una parte de la historia empezó a alinearse con el gusto de los hinchas: el mismo Dybala que en Italia hace que quererlo sea muy fácil, entró al campo con sus medias bajas, los ojitos chispeantes y muchas ganas de enamorarse de la pelota.

Sus primeros movimientos fueron en la franja de ataque, donde Lautaro había sido la referencia, pero un ratito después la naturaleza de sus condiciones técnicas y tácticas lo llevaron más atrás, pendulando hacia los costados. Porque no es lo mismo jugar entre los marcadores centrales de Colombia (dos morochos de casi dos metros), que salir de la zona de exclusión para acercarse a compañeros que podían proponerle la unidad básica del juego eficiente: el pase.

Paulo sigue rindiendo examen ante un sector poderoso que no le perdona una declaración realizada hace un tiempo, cuando afirmó que era difícil jugar con Leonel Messi.

Cancha redonda

Dybala corrió bastante pero no logró ser parte de la edificación de ninguna jugada de peligro. Tuvo una chance clarita en el final, pero de tiro libre: su chanfle esquivó la barrera y no alcanzó a bajar lo suficiente para meterse en un ángulo. Su actuación fue correcta, pero no se destacó. Su juego le aportó posesión de pelota al equipo y fue una descarga necesaria hacia adelante, desde la certeza de que su juego a dos toques fue útil para mover al equipo sin que Colombia pudiera hacer otra cosa que resignarse. Pero no logró disipar una imagen que se hizo nítida con la elección que hizo el entrenador cuando lo puso y sacó a Lautaro: la sensación de cancha redonda, sin arco adelante, sin un norte en los ataques y sin voracidad ni aceleración hacia adelante.

Sabemos que Paulo sigue rindiendo examen ante un sector poderoso que no le perdona una declaración realizada hace un tiempo, cuando afirmó que era difícil jugar con Leonel Messi. Hay una alta probabilidad de que sus palabras no hayan sido interpretadas, o si lo fueron, eligieron la peor lectura posible.

No es la idea usar esta columna para oficiar de traductores o defensores del ex Instituto, pero vale la pena señalar que, atendiendo a su ADN de juego, a su percepción de la velocidad y la precisión, posiblemente mucho de los carriles y espacios que benefician a Paulo dentro de una cancha, son los mismos que elige Messi para llenarnos el alma con fútbol. ¿Es una comparación? Absurdo. ¿Es una justificación? Menos.

Lo que se ve es que no hay un clima saludable para el chico de Laguna Larga: un poco porque su nivel no ha sido sobresaliente y otro poco, porque dejó de ser prioridad para los que toman decisiones, más allá de Scaloni.

La presencia de Dybala debió y debe ajustarse a un equipo que no juega en función de él y que tampoco le simplifica los problemas para encontrarle un sentido productivo a sus prestaciones. Entonces, con menos tiempo para jugar, con la confianza del entrenador debilitada y las lesiones restando continuidad y confianza, al cordobés le tocó y le toca construir su protagonismo obligado a renunciar a ciertos factores que son fundamentales para defenderse desde adentro. Nada de andar eligiendo perfil o de hacer pucherito si le dan una lanza para hacer el carril….

Este modelo de juego deja pocos espacios para jugadores como él, porquesu puesto / función es de segundo atacante, atrás de una referencia más fija con la que pueda inventar pasillos que lo conduzcan al área. Está incómodo en los laterales, sin vocación para ser profundo por afuera y no tiene la contextura para jugar de espaldas al arco. Hay una estructura que el entrenador respeta (y repite), sin aceptar algunas flexibilidades para recibir tácticamente a los jugadores de sus características. ¿Es mediapunta o delantero? Pareciera que para delantero es mediapunta y para mediapunta, es delantero.

Aunque la tribuna lo pida, la única verdad es la realidad: en el Kempes, quedó en claro que su presencia goza de muy buena salud en la consideración de la gente y es apenas un nombre más en la guía de teléfonos de la AFA.