Los ahora ex jugadores de Instituto y Belgrano están en el plantel citado para comenzar las eliminatorias mundialistas. ¿Los convocaron por el presente o por el futuro? ¿Hay algo más?
Lucas Beltrán y Bruno Zapelli tienen el mismo perfume a potrero que distingue a los elegidos y los eleva, a expensas de diferentes factores, para evolucionar de la condición de “buenos jugadores de pelota” a “futbolistas profesionales”. Algunos (pocos) aprovechan las herramientas y las circunstancias, y llegan a la condición de elite.
Los dos tienen cicatrices parecidas en las rodillas y los tobillos castigados por los pisos duros, porque se enamoraron de la pelota en los barrios, en las canchitas, soñando con goles mágicos incluso despiertos, hasta que el esfuerzo y sus condiciones fueron allanándoles el camino hacia lo que son hoy: dos realidades, dos futbolistas reconocidos, con mucho por delante, que fueron transferidos recientemente por muchísimo dinero.
Zapelli es uno de los orgullos de la factoría celeste de Villa Esquiú, la usina generadora de respuestas que tiene Belgrano. Chico atrevido, se le dio por pisar la pelota en todos lados hasta que se le abrieron los espacios en primera división, donde es más natural (¿e inevitable?) correr mucho, pensar poco y chocar siempre. Su juego, su pausa y la explosión en tres cuartos de cancha provocaron una luz especial que a veces no alcanzó para conformar a la siempre exigente tribuna adicta a los triunfos y a la inmediatez de las alegrías. Pero sí para que los brasileños de Paranaense se lo llevaran sin dudar y dejaran en Alberdi un lindo paquete de dólares. Se fue en el mismo silencio que ofreció su juego. Habló en la cancha.
Luquitas tenía pintada la camiseta de Instituto, porque ahí, en las inferiores, jugó su papá Walter (Beto, para los amigos) y también lo hizo su tío Alberto (la Vieja), induciendo un sentimiento indestructible de amor para ver a la Gloria donde le tocara jugar. El destino puso en su vida la oportunidad de dar el salto siendo un chiquillo de 14 años y el club aceptó transferirlo a River. Lo querían varios, entre ellos Lanús y Boca. Fue a Buenos Aires seguido de cerca por la familia, luchando, madurando de golpe, haciendo goles siempre: tiros cruzados, anticipos, potencia, freno y arranque en el área para inventar gritos que lo acercaron a la red.
Convocados
Beltrán y Zapelli fueron convocados para sumarse a la selección argentina que comenzará en breve las eliminatorias rumbo al mundial 2026, que se jugará en México, Estados Unidos y Canadá. Les tocará compartir entrenamientos y vestuarios con jugadores consagrados, que ya fueron campeones del mundo, y otros que tendrán otra oportunidad de mostrarse.
Disfrutarlos ahí, con la albiceleste, aunque sea en Ezeiza, será una hermosa noticia para el fútbol de Córdoba. Evidentemente, los dos son parte de la renovación, del foco puesto en lo que se viene. El entrenador tendrá la oportunidad de verlos de cerca, varios días, en trabajos específicos, para comprobar si lo que insinuaron puede ser validado en el máximo nivel.
Lo que nos preguntamos es ¿tendrá que ver que Beltrán y Zapelli ya no juegan en el fútbol doméstico? El salto de calidad es importante por muchos factores: Matías Suárez la rompía en Belgrano, pero pasó frente a la cancha de River y lo convocaron a la Selección. ¿Acaso el Matías de Belgrano era menos jugador?
Ahora se da esta circunstancia, asumiendo que es la primera citación después del Mundial de Qatar: Lucas dejó River, donde fue la revelación de 2023 y pasó a Fiorentina hace unos pocos días; Zapelli armó el bolso, dejó la calle Orgaz y se puso la camiseta de Paranaense. En sus nuevos clubes ¿pudieron demostrar que son jugadores de selección? Claro que no. ¿Entonces? Nunca sabremos si Scaloni los hubiera llamado si permanecían en el país.
Aunque no aplica en estos casos, hay una certeza entre quienes toman las decisiones: los futbolistas que están en el extranjero tienen aprobadas algunas materias que les dan ventaja sobre los locales. Presión, resistencia a la alta competencia, renovación de objetivos, desafíos elevados siempre, capacidad para evolucionar, etc. Si un muchacho crece y se adapta afuera, está preparado para desarrollar su potencial. Si no lo logra, irá a ligas de países periféricos o volverá a Argentina, con más pena que gloria.
Por la fuga
No va en desmedro de las capacidades de Lucas Beltrán y Bruno Zapelli, sino todo lo contrario, que tengamos en cuenta un dato: sus convocatorias y posibles estrenos oficiales con la selección argentina, pueden estar alineados con la idea de bloquearlos para otras selecciones. ¿Nos vamos a sorprender si desde un número con característica europea, llaman a Córdoba preguntando si estos chicos tienen abuelos italianos? Bruno ya fue citado a la sub 21 de Italia. ¿Qué nos permite tachar esa posibilidad, en el caso del ex delantero de Instituto?
Mientras en Argentina a veces pareciera que sobran los jugadores, la vida vista desde lejos ofrece una perspectiva diferente: ¿cuántos “9” hay en condiciones de jugar en la selección? Lautaro Martínez es del paladar de Scaloni, pero no es un centrodelantero de punta, neto, de área, como lo es Beltrán. ¿Qué otro jugador así pinta para ser tenido en cuenta?
En el caso de Zapelli, definitivamente un mediapunta y no un estratega, hay más oferta pero tampoco es que sobre la calidad.
En la lista presentada hace unos días, como engranajes ofensivos están Nicolás González (mediapunta o extremo izquierdo), Lautaro Martínez (“9” tirado atrás), Ángel Correa (mediapunta), Facundo Buonanotte (mediapunta), Alexis Mac Allister (armador o mediapunta), Thiago Almada (mediapunta), Alan Velasco (extremo o mediapunta), Ángel Dimaría (mediapunta o extremo), Julián Álvarez (“9” con movilidad), Alejandro Garnacho (puntero) y Lionel Messi (lo que él quiera).
Pasemos en limpio: un poco para bloquearlos a las selecciones ajenas y mucho por sus posibles aportes, Beltrán y Zapelli nos dieron una alegría a todos. Salud, por la Córdoba que resiste y quiere volver a ser la que fue.