En el día de los enamorados, cuidemos nuestro corazón y el de quienes amamos.
¿Se puede romper un corazón? La respuesta que dan desde la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) es que sí. La expresión no es una leyenda; puede ocurrir y es importante saber de qué se trata para poder consultar a tiempo o ayudar a quien presenta estos síntomas.
“Blanca, de 55 años, llegó a mi consultorio después de dos años de estar muy angustiada porque tras un año de cuidar a su marido enfermo (que había fallecido hacía tres meses), a pesar de no haberse sentido bien, los trámites y el cansancio retrasaron su consulta. Cuando le realizo el electrocardiograma, me quedo sorprendida al encontrar una cicatriz nueva en su corazón (un infarto). Empiezo a preguntar por síntomas: Blanca me relata que dos días antes de fallecer su esposo, y en el contexto de una internación, sintió un dolor muy fuerte en su pecho con una gran sensación de angustia, pensando y justificando su dolencia producto de la situación de estrés”, relata Carolina Salvatori (MN 97.522), médica cardióloga, asesora del Consejo de Cardiología Clínica de la Sociedad Argentina de Cardiología.
Este es uno de los casos que llegan al consultorio o a una guardia, donde tras una situación de estrés físico (una cirugía, intervención) o psíquico (separación, duelo, despido laboral, desastres naturales o muerte de mascotas, entre otras), todas emociones extremas por las que en ocasiones una persona puede desarrollar un infarto.
“Si bien la causa más frecuente de infarto de miocardio es la enfermedad aterosclerótica, producto de factores de riesgo cardiovascular (modificables) como la hipertensión arterial, dislipemia, tabaquismo, diabetes, obesidad, factores psicosociales, entre otros, o (no modificables) como antecedentes genéticos o la edad, existe el llamado ‘Síndrome de Takotsubo’ (también conocido por síndrome del corazón roto) o miocardiopatía por estrés, que fue descrita en los años 90 en Japón”, afirma Salvatori.
Se la llamó así por una vasija de forma abombada y con el cuello estrecho usada por los pescadores en ese país para atrapar pulpos, ya que es la forma que adquiere el corazón tras sufrir este tipo de injuria, donde se para y se afecta la punta del corazón. En el 85% de los casos reportados son mujeres postmenopáusicas, que, tras sufrir una situación de estrés inesperado (físico o emocional) presentan una liberación excesiva de adrenalina.
Este síndrome se caracteriza por tener una presentación similar a la del infarto de miocardio, con síntomas como dolor de pecho, falta de aire, electrocardiograma anormal, enzimas cardiacas elevadas y disminución de la irrigación del corazón, que en este caso no se debe a la oclusión de una arteria por un coágulo de sangre como en la enfermedad aterosclerótica.
En el Síndrome de Takotsubo las arterias del corazón son casi siempre normales (confirmadas por un cateterismo, estudio que muestra el interior de las arterias), pero la parte del corazón afectada por la disminución del flujo de sangre (habitualmente la punta del corazón) suele contraerse inicialmente con menos fuerza. En la mayoría de los casos esta debilidad se recupera transcurridas algunas semanas y el corazón vuelve a contraerse normalmente.
Es importante tener en cuenta que frente a una situación que nuestra mente considera amenazante, la adrenalina es liberada inmediatamente para prepararnos tanto para hacer frente a esa situación (lucha), como para evadirla o alejarnos (huida).
La adrenalina tiene efectos tanto sobre el corazón (causa taquicardia, que es el aumento de las pulsaciones) y un cierre sobre los vasos sanguíneos (vasoconstricción), produciendo por ambos mecanismos una disminución muy importante o directamente el cese del flujo de sangre que alimenta al músculo cardiaco.
“En otros casos en que la situación nos sobrepasa podemos incluso quedarnos ‘paralizados’ o perder el estado de conciencia (síncope), como parte de un mecanismo antiquísimo de afrontamiento a situaciones de estrés”, agrega por su parte Julio C. Giorgini (MN 100.308), médico cardiólogo, miembro del Consejo de Aspectos Psicosociales y del Área Corazón y Mujer de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
Un estudio publicado por la Asociación Americana del Corazón (AHA) indica una mayor incidencia de este síndrome en mujeres de mediana edad y también mayores, en una proporción 10 veces mayor que en hombres o mujeres más jóvenes. “Este estudio mostró el papel fundamental y la conexión entre cerebro y corazón”, reflexionó Salvatori.
Desde la Sociedad Argentina de Cardiología y la Fundación Cardiológica Argentina afirman que es posible cuantificar los niveles de colesterol, de presión y de glucemia, pero nos es difícil cuantificar cuán estresada, deprimida o triste está una persona. Sin ninguna duda, el corazón y las emociones están relacionados y lograr un buen manejo del estrés es tan importante como tratar aquellos factores ‘clásicos’ como la hipertensión, el consumo de tabaco, el azúcar en sangre o colesterol elevados o el sobrepeso.
Otro dato importante para resaltar es que después de los 50 años la incidencia de enfermedad cardiovascular en la mujer aumenta paulatinamente con el envejecimiento y llega a superar a la del hombre, ya que se pierde la protección que las hormonas femeninas generan sobre el sistema cardiovascular. No obstante, las terapias de reemplazo luego de la menopausia no han demostrado protección cardiovascular.
“Si bien la creencia popular es que la principal causa de muerte en la mujer es el cáncer de origen ginecológico, esto no es así”, consigna Salvatori. “La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en las mujeres, afectando a una de cada tres mujeres, versus la mortalidad por tumores ginecológicos que se presenta en el 18 por ciento de los casos”, completa Giorgini.
Este no es un dato menor, ya que las mujeres realizan sus controles anuales ginecológicos, pero no suelen chequear su corazón. Muchas veces, incluso se confunden los síntomas de infarto y se los minimiza pensando que solo se trata de estrés.
En otra reciente revisión del año 2021 de la AHA, se evaluó el impacto sobre la enfermedad cardiovascular de condiciones como la ansiedad, emociones desagradables como la ira, el enojo, la tristeza, enfermedades como la depresión o incluso ser pesimista. Se demostró que, en conjunto, incrementan cerca de un 30 por ciento el riesgo de tener un infarto.
Los ataques de ira o enojo incrementan las probabilidades de infarto, accidente cerebrovascular o arritmias cardíacas malignas hasta en un 20% y la mayor parte de estos episodios ocurre dentro de las 2 horas posteriores al enojo o ataque de ira. La depresión mayor se presenta en un 5 a 7% de la población general, pero llega hasta el 15% en personas que han tenido un infarto.
“Por otra parte, también tomadas como un conjunto, actitudes beneficiosas, como tener una mirada positiva de la vida, el optimismo, la meditación y el Mindfulness disminuyen un 18% el riesgo de sufrir un evento coronario”, grafica Giorgini.
Finalmente, en el marco del Día de los Enamorados, merece un párrafo aparte la relación entre el contacto físico y el corazón. “Hay estudios que han demostrado que las caricias y abrazos generan un entorno seguro, una mayor conexión neuronal entre dos personas y mayor activación de la porción ventral del nervio vago, fortaleciendo los vínculos y el apego seguro (tanto en niños como en adultos). A nivel cardiovascular, la activación del nervio vago ventral (ubicado a la altura del vientre) estimula la acción parasimpática, aumentando la variabilidad y coherencia cardíacas y disminuyendo las pulsaciones (menos arritmias y taquicardia) y la presión arterial (menos hipertensión). En conclusión, ¡las caricias y los abrazos son buenos para el corazón!”, concluye Giorgini.