El presidente además sostendrá ante su colega de Estados Unidos que no tiene una agenda estratégica común con China y que es necesario encontrar una vía de negociación multilateral para lograr un cese del fuego en Ucrania.
Alberto Fernández y Joseph Biden se encontrarán hoy en la Casa Blanca para tratar la crisis económica que sufre el país y la profunda ofensiva geopolítica que intenta ejecutar China en la Argentina. Son intereses presidenciales distintos, pero complementarios al momento de acordar una agenda común hasta diciembre.
La reunión será en el Salón Oval y su resultado es clave para el plan de estabilidad que articula Sergio Massa: si el presidente convence a su par estadounidense de que no tiene compromisos estratégicos con Xi Jinping, Estados Unidos jugará a favor del Gobierno frente al directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya está inquieto por la caída de reservas del Banco Central y el incremento del déficit público.
China pretende vender aviones FJ17 a la Argentina, controlar la Hidrovía y construir centrales nucleares. Estas iniciativas geopolíticas depende de la decisión política de Alberto Fernández, y Xi presiona en silencio para coronar un movimiento ofensivo en plena área de influencia de Estados Unidos.
Biden calificó a China como enemigo global y aplicará todo su poder regional para que no sume posiciones en América Latina. Ya sabe cuáles son los argumentos políticos del gobierno para justificar sus relaciones comerciales, financieras y militares con Beijing, pero esos argumentos no pesan ante los intereses de seguridad nacional que intenta defender la Casa Blanca.
Las explicaciones de la Cancillería y el Ministerio de Defensa de la Argentina se pueden sintetizar de la siguiente manera:
- Venta de aviones FJ7: “Hay que renovar la flota, y Gran Bretaña nos traba la compra de repuestos para las naves que tenemos. Si Estados Unidos convence a Londres, nosotros cancelamos las negociaciones con China”, aseguran en el Ministerio de Defensa.
- Hidrovía: “Recién se está poniendo en marcha el pliego de licitación, y es cierto que hay interés de China. Nos gustaría que se presenten empresas americanas”, sostienen en la Cancillería.
- Centrales nucleares: “Todo está demorado por los chinos. Y creemos que no se van a hacer en el futuro inmediato. No confían en enterrar en la Argentina una inversión cercana a los 8.000 millones de dólares”, precisan en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Cuando termine el capítulo vinculado a China, Alberto Fernández aprovechará su encuentro en el Salón Oval para describir a Biden cómo la sequía causada por el Cambio Climático afectó las condiciones del plan de estabilidad económica y complicó el cumplimiento de las metas acordadas con el FMI.
Las metas acordadas se relacionan con las reservas del Banco Central, el déficit fiscal y la emisión monetaria. La grave sequía complica la acumulación de reservas y la caída de ingresos por retenciones afectan la reducción del gasto público. En este contexto, el board del FMI no descarta exigir la aplicación de un severo plan de ajuste a cambio de conceder un waiver (perdón) por el eventual incumplimiento de las metas.
Alberto Fernández no desea incumplir con el FMI, pero tampoco aceptará un plan de ajuste. Entonces para salir del encierro, no le quedará otra alternativa que solicitar la ayuda política de Biden. El board del Fondo está controlado por la Casa Blanca, y una simple instrucción del Salón Oval terminaría con las intenciones de imponer un plan de ajuste ante los probables desvíos en las metas de déficit fiscal y reservas públicas.
Desde esta perspectiva, la reunión entre Alberto Fernández y Biden estará sujeta a una lógica diplomática previsible: el presidente describirá el impacto de la sequía en el cumplimiento de las metas del FMI, mientras que su anfitrión en Washington hará hincapié en la tensión con China y sus intentos de profundizar la relación estratégica con Argentina.
Si Alberto Fernández desconecta los acuerdos clave con Beijing, Biden hará lo necesario para evitar que Argentina sufra inconvenientes económicos y financieros causados por el directorio del FMI.
El presidente de Estados Unidos no tiene prejuicios con Alberto Fernández y por eso desplegó todo el poder de su administración ante la reunión bilateral con su colega argentino. Tras el diálogo a solas, Biden y Alberto Fernández integrarán sus gabinetes para analizar asuntos comunes vinculados a la política exterior, la economía y la seguridad nacional.
El jefe de Estado será acompañado por Santiago Cafiero (canciller), Sergio Massa (ministro de Economía), Aníbal Fernández (ministro de Seguridad), Gabriela Cerruti (portavoz presidencial), Julio Vitobello (Secretario General de la Presidencia), Jorge Arguello (embajador argentino en Estados Unidos), Luciana Tito (jefa de Gabinete de Cancillería) y Leonardo Madcur (jefe de Gabinete de Economía).
MIentras que al otro lado de la mesa, en la Sala de Gabinete, Biden sentará a Jack Sullivan (consejero principal de Seguridad Nacional), Antony Blinken (secretario de Estado), Janet Yellen (secretaria del Tesoro), Juan González (consejero de Seguridad Nacional para América Latina), Brian Nichols ( subsecretario de Estado para América Latina), Lorenzo Harris (encargado para América Latina del Consejo Nacional de Seguridad) y Marc Stanley (embajador de Estados Unidos en Argentina).
Cafiero y Arguello remaron durante años para lograr la reunión entre Alberto Fernández y Biden. Y los resultados son inéditos: es poco común que el presidente de Estados Unidos reciba a un mandatario de un país emergente con Blinken y Yellen, los responsables de la diplomacia y la economía de la Casa Blanca.
Alberto Fernández tiene una oportunidad para bloquear un eventual plan de ajuste del FMI ante la posibilidad de incumplimiento de las metas previstas en el Acuerdo de Facilidades Extendidas. Y esa oportunidad depende de su capacidad para reaccionar ante los pedidos concretos de la Casa Blanca.
Si el presidente entiende como funciona la realpolitik en Washington, la mitad del camino ya habrá sido transitado. No es poco con la inflación caliente, el dólar blue a la suba y el goteo constante en las reservas del Banco Central.