Estreno de la semana: “La noche que luché contra Dios”

¿Por qué deberías verla y por qué no?, en palabras de nuestro especialista Flecha Lástrico.

El 18 de julio de 1994, el joven Benjamín Scheinberg iniciaba, con la cabeza llena de ilusiones, su primer día como médico residente en el Hospital de Clínicas porteño. Hasta que, a las 9.53 de la mañana, una bomba explotó en la AMIA, causando la muerte de 85 personas. El estudiante no estaba preparado para semejante desastre y se vio sobrepasado por la situación, más allá de lo profesional.

Más tarde, se enteró de que en el estallido murió su abuelo y compañero de vida. A partir de ese momento, intenta escapar de su propia prisión de dudas e incertidumbres. Quiere despedirse de los muertos, sin lograrlo.

Benjamín busca conocer sus raíces, por lo que viaja a Israel: un periplo tanto físico como espiritual. Allí se encuentra con Rubén, un hombre con el que se carteaba su abuelo por ser un viejo compañero de Auschwitz. Él lo invita a adentrarse en la historia milenaria del pueblo judío, que lo mantuvo vivo en la tradición de sus padres.

El protagonista sumerge sus manos en el río Jordán, deja un testimonio de vida y se ve reflejado en la historia bíblica del patriarca Jacob. Es su propia búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, lo que lo lleva a participar de una vida dentro de otra vida: la de Benjamín y la de Jacob.

El rodaje de “La noche que luché contra Dios” comenzó en Córdoba (capital, Saldán, La Calera, Sierras de Pocho) y, en la segunda etapa, llegó a Jerusalén (Ciudad Vieja y el Río Jordán). La historia que inspira esta película inició entre marzo y abril de 2020, cuando el director Rodrigo Fernández Engler se enteró del relato de Scheinberg.

El film nos deja una pequeña reflexión: hay batallas que son personales e intransferibles, como la de la libertad que nos invita a decidir qué entregamos y qué conservamos. Y, como Jacob, en esa soledad y decepción, Benjamín – y cada uno de nosotros- descubre la verdad sobre qué busca y hacia dónde va. Esa es la tarea a la que somos, como humanos, convocados.

CALIFICACIÓN: ↗️↗️↗️