¿Por qué deberías verla y por qué no?, en palabras de nuestro especialista Flecha Lástrico.
Nominada al Oscar como Mejor Película, Guión y Dirección, “El triángulo de la tristeza” es uno de los films más originales y bizarros que pujan por llevarse el premio principal.
El título alude al entrecejo, que según los modelos es lo que hay que rellenar rápidamente con botox si quieren seguir en carrera con sus rostros hegemónicos. El director sueco Rubén Östlund se caracteriza por su ironía brutal, que ya plasmó en sus films anteriores. Por ejemplo, en “La traición al instinto” mostraba a un padre huyendo del peligro sin preocuparse por su mujer y sus hijos, y en “The Square” se volvía feroz con el mundo cultural moderno.
En esta oportunidad se mete con la diferencias de clases, la obscenidad de los lujos extremos y una mirada despiadada e irritante sobre el capitalismo extremo, que le valió la palma de oro en el último festival de Cannes. Pero también es una película de trazo grueso reiterado, que se ensaña con las bajezas humanas y que, por momentos, provoca rechazos.
En una especie de relatos salvajes estructurados en tres partes, primero se dedica a una pareja de modelos e influencers, mostrando lo superfluo de ese mundo y los problemas que trae en una pareja heteronormativa que la mujer gane más dinero que el hombre.
La segunda parte ubica a esa pareja en un crucero hiper lujoso, donde son invitados por la cantidad de seguidores que tienen, y muestra una galería de personajes desorbitados, poderosos, caprichosos e insoportables de riqueza absoluta. El último tramo pone a varios personajes en una isla después de un naufragio, donde se invierten los roles porque los ricos no saben ni conseguir un poco de agua y el poder pasa a otras manos, la de los eternamente humillados.
Una sátira con hallazgos, con momentos que sacuden y otros donde desbarranca. Y es que al final, nadie puede resistir la tentación de reírse de las desventuras de aquellos cínicos que gobiernan el mundo.
CALIFICACIÓN: ↗️↗️↗️