La asociación de naciones emergentes tiene un relevante peso en el comercio mundial.
El presidente Alberto Fernández anunció hoy que, a partir del 1 de enero de 2024, Argentina se incorporará oficialmente al bloque de los BRICS junto a Irán, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos. Se trata de una decisión del orden geopolítico y económico, que afecta a la política exterior del país.
Se trata de una asociación económica, política y social formada por sus socios principales: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Este agrupamiento internacional es considerado como un paradigma de la cooperación Sur-Sur, e integra a las cinco economías nacionales emergentes que en la década del 2000 eran las más prometedoras del mundo.
El bloque tiene su relevancia en el orden económico, ya que concentra el 42% de la población mundial, supera el 30% del Producto Interior Bruto (PIB) y producen más de un tercio de la producción global de cereales. Además representa el 30% del territorio del planeta y el 18% de comercio internacional.
El término BRIC apareció por primera vez en 2001, cuando el economista del banco de inversión Goldman Sachs, Jim O’Neil, lo usó para agrupar a los principales mercados emergentes: Brasil, Rusia, India y China. Según el analista, este grupo de países dominarían la economía para 2050 por su gran población, extensión territorial, recursos naturales y altísimos crecimientos de PIB. Se trata de una combinación sugerente para los mercados y la inversión extranjera directa.
El grupo de naciones fundadoras asumieron oficialmente la idea de plantar un liderazgo global alternativo a partir de 2006, cuando iniciaron su diálogo, pero desde 2009 funcionan como bloque con reuniones anuales de jefes de Estado y de Gobierno. Años después, en 2011, a los BRIC se le sumó la “S” de Sudáfrica, y completó a cinco el grupo de países que, si bien son muy distintos, a fuerza de pragmatismo, se han mantenido unidos.
Desde sus cimientos, los BRICS aseguran apostar por el multilateralismo, en busca de “una gobernanza internacional más adecuada a sus intereses nacionales”. Uno de sus logros fue la reforma del sistema de cuotas del Fondo Monetario Internacional, que llegó a incluir, por primera vez, a Brasil, Rusia, India y China entre los diez mayores accionistas.
Además de las reuniones presidenciales (cumbre y reunión informal al margen del G20), los BRICS organizan, a través de su presidencia rotativa, cerca de 100 reuniones anuales, incluidas unas 15 citas ministeriales y docenas de reuniones técnicas, sobre tecnología, cultura, educación y deportes.
Algunos de los países del bloque perdieron peso económico en el concierto internacional, y cayeron las expectativas que tenía el mundo como una palanca del desarrollo. Rusia, Brasil y Sudáfrica no estuvieron acompañando las tasas chinas o indias de crecimiento económico. No obstante, el grupo en su conjunto se erigió como un financista en todo el mundo, con la pretensión de construir una nueva arquitectura financiera internacional que asista a países en desarrollo.
En la Cumbre de Fortaleza (2014), en Brasil, nació uno de los hitos del grupo, el Nuevo Banco de Desarrollo (BND), que suele destinar sus préstamos a proyectos de financiación de infraestructuras y energías renovables en los países BRICS. En este marco, se firmó también el Acuerdo de Reserva Contingente, que un mecanismo de estabilidad financiera para los países afectados por crisis en su balanza de pagos.
Ahora bien, la relevancia de esta asociación es sobre todo geopolítica, ante un escenario de mundo multipolar, donde Occidente ya no es el único centro gravitante de la política, el comercio y las finanzas. Rusia es capaz de desplegar su poderío militar -un hecho que vio dramáticamente en la invasión a Ucrania-, Brasil permanece como una superpotencia americana, y Sudáfrica es la nación más desarrollada de su continente. China, por su lado, compite directamente con los Estados Unidos en materia de inversión y mercados de cada región.
La cuota de los BRICS en el PIB mundial alcanzó el 31,6% (calculado a paridad de poder adquisitivo), y ya supera la de las economías del G7 (29,9%) aunque en términos nominales, estos siguen representando el 45% del PIB mundial frente al 70% que registraba en los años noventa.