Hizo una campaña para aplaudir y terminó en el segundo lugar, con la ventaja deportiva para apostar fuerte por el ascenso y acompañar a Belgrano en primera. En Alta Córdoba, la gente comprendió el valor del aliento y volvió a ser un factor importante.
Hace unos meses, cuando Belgrano era un tren que se “llevaba puesto” lo que le pusieran adelante y al resto de los equipos le costaba encontrar la regularidad para seguirle la huella, algunos hinchas de Instituto dijeron algunas cosas muy ásperas sobre el entrenador Lucas Bovaglio y varios de sus futbolistas. Nada que no haya pasado o que no volverá a ocurrir, en este fútbol tan “picadora de carne”: el único proceso que se respeta es el que se transita cuando un equipo gana; los empates generan dudas y las derrotas dinamitan la paciencia, por más circunstancias o atenuantes que se presenten.
Como a la Gloria se le hizo difícil sostener la curva de crecimiento y en Alberdi todo eran buenas noticias, desde la tribuna hicieron saber que los densos nubarrones ya estaban sobre Alta Córdoba, profundizando las sombras que desde hace muchos años nada parece disipar.
Aún así, la cancha reventaba. En cada presentación de local, con el Monumental maravillosamente lleno de color y pasión, Instituto salió a jugarse su destino en medio de una fiesta, abrazado a la idea de la cosa bien hecha, del bajo perfil, de la planificación, del orden. La editorial institucional les tocó a los jugadores desde el césped.
No hubo caso…. Belgrano “fue el gran culpable” y a Instituto le tocó convivir con una palabra que cala los huesos, porque no mide el efecto colateral y anula la revancha: al torneo le quedaba muchísimo por recorrer, pero el diccionario incorporó la palabra “fracaso”. Se lo gritaron a los jugadores y al entrenador. Pero, así como estaban los traficantes de insultos intolerantes a que una pelota pegue en el palo y salga, se fortalecieron los otros. Que fueron miles y miles, yendo una y otra vez a la cancha para ver jugar al equipo; no solo a exigir que ganara. Entonces, Instituto sentó las bases de lo que hoy disfruta y cosecha, porque logró sobrevivir con la dirección trazada al comienzo del año, bancándose las difíciles y multiplicando las fuerzas cuando el viento fue a favor.
Nace la ilusión
Hablando de editoriales, la palabra de Federico Bessone, el director deportivo, no necesita traducción: “volví a Instituto porque (el presidente del club) Juan Cavagliatto me movilizó, me convenció… Hicimos un trabajo con todos los detalles, desde el diagnóstico y definiendo las necesidades para darle forma a un proyecto que ahora ofrece estos resultados. Nos armamos prácticamente desde cero: contratamos al entrenador, elegimos a los jugadores, hicimos una buena pretemporada y participamos de un torneo internacional, para prepararnos de la mejor manera”, señaló.
Bessone también se animó a precisar cuándo comenzaron a ilusionarse: “fue en el trabajo del día a día, porque se veía que este grupo podía lograr algo importante. Hoy estamos orgullosos porque el porcentaje de puntos conseguidos es superior al que logró Tigre el año pasado, cuando ascendió”, agregó.
“Por supuesto: el campeonato excepcional de Belgrano le da otro contexto, aunque no competimos contra Belgrano, sino contra el propio Instituto. Ahora vamos por más; no nos alcanza lo que hicimos. Queremos quedar en la historia”. Firmado: Federico Bessone, un muchacho con sangre albirroja, que conoce hasta el goteo de las canillas de la cancha y nadie tiene que explicarle qué se siente entrar a esa cancha.
Números claros
Instituto presenta una pizarra de lujo: junto con Belgrano, tienen la mejor diferencia de gol (25), consecuencia de los 48 goles a favor (el mejor de la divisional) y los 23 en contra (solo superados por los 21 de San Martín de Tucumán y los 20 recibidos por Gimnasia de Mendoza). Es curioso porque con la ecuación mostrando números idénticos al campeón, Instituto terminó 11 puntos abajo… ¿La razón? Belgrano optimizó el valor de los triunfos.
¿Qué tiene? ¿qué tuvo? ¿Hacia dónde va? Ninguna de estas preguntas tiene como respuesta la verdad absoluta, aunque sí es evidente que Instituto mostró credenciales de equipo de primera división, con la parte final del torneo signada por muchos triunfos que fueron determinantes. Más allá de que el arraigo popular es solo un indicativo, semejante convocatoria viene a sumarse a un año en el que los planetas se alinearon. No siempre los resultados acompañan los procesos del fútbol. Mientras tanto, en Alta Córdoba tienen el pecho inflado y hay orgullo para repartir: cada partido fue un carnaval. El equipo está a cuatro partidos (con ventaja deportiva) para volver al fútbol de los domingos.