No es folclore, sino veneno

Una foto de unos chicos de Newell´s con un futbolista de Rosario Central sacó a la luz el nivel de belicosidad e intolerancia que nos gobierna. Mientras algunos creen que esos episodios se enmarcan en el folclore del fútbol, queda a la vista que es algo más grave que eso…

Los temas llegan, se instalan, encienden debates y se retiran casi con la misma fuerza. En la era de las redes sociales, algo que pasó hace un día pasa a ser viejo en la misma medida en que llega “otro suceso”, que pateará puertas para ponerse en el centro de la escena.

En esa dinámica de lo urgente, en la que conviven asuntos banales con otros que pueden tener mayor trascendencia, algunos merecen ser tenidos a mano siempre: uno de ellos fue el episodio de la foto de los chicos del club Newell´s de Rosario, posando con Ignacio Malcorra, jugador de Rosario Central. Para los “no expertos”, se trata de dos clubes y dos comunidades antagónicas, que han exacerbado sus distancias hasta límites insospechados. Son irreconciliables y proyectan las diferencias a la vida diaria, en la que todo se mueve al borde de la agresión. Hoy, la polvareda sigue….

La dirigencia de Newell´s, motivada por “semejante gesto de traición”, habló primero de sancionar a los niños (8 años) pero, a la luz del escándalo que se despertó, será difícil que pueda instrumentar un castigo así. Está claro que el tema trasciende a Rosario, supera las fronteras de las rivalidades y se mete de lleno en la intolerancia que nos ha ganado como argentinos para temas más elevados que los colores de las camisetas y los sentimientos.

Existe una lógica perversa que acepta, con resignación y sin valor, que alguien sea atacado por pensar diferente. En un ámbito tan especial, como es el de las pasiones que gobiernan el fútbol, un sector pirotécnico considera que algo así es inaceptable; otro, más moderado, dirá que la ingenuidad de los niños no debería ser valorada con tanto rigor, aunque se trata de una sensación resbaladiza porque alimenta la industria de la burla y una foto así es un insumo que cotiza en bolsa.

El eje de la cuestión no es solo determinar si la sanción tiene justificativo o es una exageración. Lo que debemos tener en claro es advertir a qué nivel hemos llevado las rivalidades, mirando la realidad desde el fanatismo que nos vuelve miopes. Ya lo sabemos: en la patria futbolera se justifica matar por las diferencias. Entre tantas cosas que se han dicho y escrito en estos días, es oportuno rescatar y relativizar algunos conceptos y afirmaciones:
1) Es el folclore del fútbol y hay que entenderlo.
2) El que no entienda cómo es el mapa de cargadas, que no vaya a la cancha.
3) Los chicos deberían dejar Newell´s e irse a Rosario Central.
3) Los dirigentes de Newell´s no tuvieron la capacidad de interpretar los hechos.
4) Las redes sociales apestan

Rosario hierve

Debemos comprender el contexto: una cosa es ver las canchas en México, con los hinchas de equipos adversarios tomando cerveza y compartiendo tribuna, y otra es la temperatura social de una ciudad tan futbolera como Rosario. Si en Londres o en Madrid la gente puede gritar un gol sin firmar la sentencia de muerte en una gradería, acá somos de otra especie.
Entonces comprenderemos algunos factores. En Córdoba ¿los chicos de Talleres saldrán impunes si acceden a una foto con el Luifa Artime, símbolo de Belgrano? ¿Qué tan amplios serían por Alberdi si los pequeños jugadores con camiseta celeste aparecieran en las redes sonriendo junto a Nahuel Bustos?

El problema no es la foto, aquella de Rosario o ésta imaginaria de Córdoba, o de cualquier urbe que tenga latidos a partir de una pelota de fútbol. Desde hace tiempo, Argentina es el único país del mundo en el que los partidos se juegan solo con público local. No tenemos la capacidad de generar otras condiciones y eso se refleja en un clima asfixiante, testimoniado en la ya célebre foto con Malcorra. Es lo que elegimos y lo que hace felices a los que creen en ese modo de vivir, desde la más absoluta intolerancia.

En la ausencia del respeto, el pudor y la vergüenza, nos exponemos y nos comportamos. Hacemos burla, pero nos incomoda ser objeto de ellas. Silbamos, discriminamos, armamos cantitos ofensivos y después nos ponemos sensibles si alguien nos trata de la misma manera.

¿Cuál es la solución? Educación. Compromiso. Responsabilidad. Y la prensa tiene mucho que ver en detectar los laboratorios donde se producen estas bombas de tiempo, para desactivarlas. El fútbol es tierra de nadie. Nos hicieron creer que vale todo: escupir, insultar, descalificar… Lo que algunos agitadores pueden considerar como folclore, evidentemente es más severo: en el caso de los chicos de Newell´s, se trata de veneno inoculado en la cabeza de personitas que naturalizarán y clasificarán como enemigo al que lleva colores diferentes.

Cuando aceptamos que una derrota justifica salir a romper cosas, dejamos a la vista que será difícil detener esta pendiente, que parece no tener final.