La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner viene librando una batalla judicial para cobrar dos jubilaciones de privilegio: la suya como expresidenta y la derivada de su esposo por la ser la viuda de un expresidente, a lo que suma, claro, su actual remuneración, todo lo cual ronda el millón de pesos, cincuenta veces lo que cobra un jubilado con la mínima.
No siempre fue así con los políticos: los ejemplos de austeridad y entrega por la patria sobran, pero para este caso alcanza con enfocarse en otro vicepresidente de la Nación, don Elpidio González, quien ocupó el cargo entre 1922 y 1928, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear: jamás quiso cobrar sueldo por ese cargo ni mucho menos los haberes que, luego de su retiro y por ley, le correspondían, y murió en una extrema pobreza.
A tal punto es así que la jubilación de privilegio se creó ante la conmoción que causó a muchos de sus colegas verlo llegar al final de su vida sumergido en necesidades y padecimientos económicos.
Cuando ocupó el segundo lugar más importante del gobierno nacional, Elpidio González rechazó cobrar el sueldo de vicepresidente con el argumento de que estaba mal percibir dinero del Estado por un cargo con el que había sido honrado por el voto del pueblo.
No tenía herencias ni le sobraba el dinero, sobre lo cual el tiempo que le llevaba la gestión pública le impedía tener ingresos extras, por lo que, al dejar el cargo, su situación financiera se había vuelto tan complicada que hasta le remataron la casa.
Después de haberse recibido de abogado con estudios que compartió entre la Universidad Nacional de Córdoba y la de La Plata, este rosarino de nacimiento y radical por herencia paterna, fue jefe de Policía, diputado, ministro y vicepresidente, pero, lejos de las fortunas que amasan muchos políticos actuales, terminó viviendo en una humilde pensión y vendiendo anilinas por la calle.
El taquígrafo del Congreso Ramón Columba, contó que Elpidio González tenía en 1916 un patrimonio de 350.000 pesos pero, 14 años después, tras haber ocupado los cargos más importantes que pueda tener un político, ya no le quedaba nada y enfrentaba una tremenda deuda de 65.000 pesos.
Al ver la situación desesperante en la que se encontraba, el dueño de la empresa Anilinas Colibrí, Germán Ortkras, le ofreció pagarle la jubilación que correspondía a todo vicepresidente de la República. González no aceptó, pero como estaba desocupado y sin dinero, le pidió vender sus productos.
No tenía ni siquiera auto y mucho menos pidió chofer, por lo que se trasladaba siempre en tranvía y no aceptaba viajar sin no le cobraban el pasaje, algo que por su fama le ofrecían casi todos los conductores.
Su situación no era ajena a sus pares, quienes, ya sea por vergüenza o empatía, le enviaban dinero en sobres que Elpidio rechazaba sistemáticamente, hasta que el diputado Adrian Escobar decidió presentar un proyecto para crear una jubilación de privilegio para los que fueron presidentes y vicepresidentes, iniciativa que se convirtió en ley en 1938.
¿Qué pasó? Elpidio González tampoco aceptó cobrar ese derecho y murió fiel a sus convicciones.
De aquel vicepresidente que no aceptó cobrar ningún sueldo ni jubilación a esta vicepresidenta que quiere cobrar tres haberes han pasado muchas cosas en el país, y en especial con nuestra política.