Tenía 30 denuncias por violencia de género entre otras causas por agresiones y amenazas.
El pasado 26 de mayo, una mujer se percató de que su exmarido estaba cerca de su hogar en Madrid al encontrar un celular pegado en su vehículo con cinta doble faz. Al examinarlo, notó que tenía el 50 por ciento de la batería y ahí supo que Carlos Di Stefano (argentino) la estaba siguiendo para cumplir su promesa de asesinarla junto con sus hijos.
La víctima realizó la denuncia y la Policía española determinó que el teléfono móvil secuestrado fue adquirido en España con un pasaporte argentino a nombre del sujeto investigado. Había ingresado al país europeo un mes antes, estaba alojado en un hotel y lograron arrestarlo en el aeropuerto de Barajas cuando intentaba subir a un avión rumbo a la Argentina.
Di Stefano estuvo detenido unos días en Madrid y luego fue liberado. La justicia ibérica ordenó que le colocaran una pulsera de seguimiento.
Según Jorge Cancio, abogado de la víctima, se quitó la pulsera magnética y escapó de España rumbo a la Argentina. Al llegar a Ezeiza fue detenido por las órdenes de detención que pesan sobre él en nuestro país.
Ahora, deberá enfrentar las causas penales que tiene en la justicia argentina donde suma: 30 denuncias por violencia de género, 11 hechos por amenazas elevados a juicio oral, 12 perímetros de exclusión otorgados en Argentina y una acusación por incumplimiento de los deberes de asistencia familiar que asciende a a 13 millones de pesos.
Historia violenta
Esta historia de horror y de violencia de género comenzó en 2011. Di Stefano fue condenado por amenazas agravadas por el empleo de armas de fuego, hechas contra su expareja delante de sus propios hijos. Durante aquel ataque, el acusado escribió la palabra “puta” varias veces sobre una pared y con su propia sangre.
Por ese hecho, fue condenado a la pena de 1 año y 7 meses de prisión en suspenso, pero el acusado siguió hostigando a la víctima y se le amplió la condena a la pena de 1 año y 9 meses.
Durante el divorcio, obligó a su expareja a ceder la mayoría de sus bienes a su favor, disolviendo la empresa que tenían en común de forma beneficiosa para él.
A pesar de esto, y con el fin de no pagar lo que correspondía a los menores en concepto de alimentos, Di Stefano buscó la manera de insolventar fraudulentamente su empresa con la ayuda de su familia.