El hecho ocurrió hace 15 años a la salida de un boliche. Hoy todos los imputados están libres.
Mientras en Buenos Aires se desarrolla el juicio por el crimen de Fernando Baez Sosa, el joven asesinado por un grupo de rugbiers a la salida de un boliche en Villa Gessel, sumado al reciente homicidio de Agustín, el menor atacado a golpes en Jesús María, la pareja brutalmente golpeada en La Falda o el joven agredido en el centro de Carlos Paz (todos hechos similares y sumamente violentos), en Córdoba todo esto retrotrae a lo ocurrido en 2005 con Marcos Spedale, víctima de una salvaje patota y cuyos autores hoy están en libertad.
Marcos tenía apenas 16 años cuando salió a bailar con sus amigos a un club del barrio Cerro de las Rosas. Era una noche de verano y los chicos decidieron volver caminando, pero en el trayecto se toparon con otro grupo de adolescentes, de entre 16 y 21 años, y se desató la locura.
Tras varios insultos y provocaciones por parte de estos jóvenes, uno de ellos se acercó a uno de los amigos de Marcos y lo golpeó. “¡Por qué le pegás, no ves el tamaño que tiene!”, le gritó Marcos al agresor, en referencia a que era mas chico. Fue allí cuando todos arremetieron contra Marcos y la golpiza fue tal, que murió.
En ese entonces no había cámaras ni teléfonos celulares. En el juicio sólo se valieron de la palabra de testigos, como la de una joven que al momento del hecho estaba en la vereda de enfrente en una parada de colectivo y contó que a Marcos le pegaban “como si fuera una bolsa de basura”.
Los acusados fueron siete pero solo dos eran mayores de edad y pudieron llegar a juicio. Eran un grupo de amigos conocidos como “La banda de la Quiniela”, quienes ya tenían antecedentes de ser problemático y de participar de varias riñas. Todos eran “chicos bien”, hijos de fiscales y/ o funcionarios.
En 2006, la Cámara 10ª del Crimen de Córdoba condenó a 15 años de prisión al principal acusado, Ramiro Pelliza, de 21, por el delito de homicidio simple. En tanto, Federico Carranza, de 19 años, fue absuelto por el beneficio de la duda. El resto de los involucrados quedaron a disposición de un Juzgado de Menores, que los condenó a 6 años de prisión por considerarlos coautores de “homicidio simple con dolo eventual”, y los dejó en libertad.
Pelliza fue el único de los imputados que hizo uso de sus últimas palabras. Antes de la lectura del veredicto, pidió disculpas por lo ocurrido y aseguró que no había tenido intención de matar.
Héctor Spedale, padre de la víctima, siempre remarcó que su hijo “había muerto en su ley”, defendiendo a un amigo y eso hablaba de la persona que era.