La grieta entre los dos continentes se encuentra en el lago Pingvallavatn (Islandia).
Alfredo C. Elena es ginecólogo, tiene 58 años y vive en Mar del Plata. Acompañado por su esposa, una bióloga marina y buzo profesional, se sumergió en las aguas heladas y cristalinas del lago Pingvallavatn (Islandia), donde la división de las placas tectónicas de Europa y América no solo se hace visible sino también palpable.
Situada entre Norteamérica y Eurasia, en la encrucijada de dos continentes, la falla de Silfra figura entre los 10 mejores lugares del mundo para bucear. Se caracteriza por sus aguas heladas y cristalinas, que proceden del deshielo del glaciar Langjökull; y por su increíble visibilidad, que posibilita llegar hasta las profundidades de esta maravilla geológica.
Hasta este lugar, situado en el corazón del Parque Nacional de Thingvellir, llegó el marplatense para sumergirse entre las cavidades de la falla y recorrer los túneles acuíferos subterráneos que se formaron por un terremoto hace dos siglos.
Una de las particularidades de este destino es el clima. Los islandeses se rigen por un calendario nórdico que comprende solos dos estaciones: invierno y verano. Este último se extiende de abril a octubre (con mínimas de 10°C y máximas de 14°C) y el resto del año es un largo y duro invierno en el que el sol asoma sólo unas tres horas al día. Por eso, Alfredo y Gabriela optaron por hacer su viaje en agosto.
“Tuvimos la suerte de que el día que hicimos la actividad nos tocó un día soleado y casi sin viento. Hacían 13 grados en la superficie y el cielo estaba despejado, pero dentro del agua la temperatura bajaba a 2 grados”, recordó Alfredo, quien para esta ocasión tuvo ponerse un traje de neopreno seco, guantes, gafas y aletas. Las únicas partes del cuerpo que le quedaron al descubierto fueron las manos y una parte de la cara.
“La que me hace visitar estos destinos poco comunes y realizar buceos en escenarios exóticos es mi mujer. Ella es la experta, la que me convence de hacer estas locuras”, bromeó el ginecólogo al recordar su extenso historial de viajes.
“Buceamos con tortugas en las Islas Galápagos, con tiburones en Fidji, entre arrecifes de corales en Nueva Guinea y entre barcos hundidos de la Segunda Guerra Mundial en Palau. También nos animamos al Gran Agujero Azul, en Belice, que es un cenote que se abrió en el medio del mar azul y parece un portal a otra dimensión”, recordó el médico.
El tipo de buceo que se practica en la falla de Silfra es corto, técnico y no tan profundo. Tiene media hora de duración, se realiza en grupo y en compañía de un guía. “Es uno de los lugares que todo buzo científico debe conocer. Es la meca a la que todos quieren acceder después de haber buceado años”, sintetiza Gabriela, quien bucea desde los 15 y gracias a su formación ahora puede combinar los conocimientos y el placer.
“Poder bucear en una falla en donde de un lado tenés la placa norteamericana y del otro lado la euroasiática es icónico ya que no es un buceo complicado sino muy frío que requiere un entrenamiento específico y la utilización de un equipo adecuado”, explicó la experta.
Y agregó: “El hecho de pensar que estás buceando en un lugar maravilloso desde el punto de vista geográfico y de la historia de la tierra es increíble porque Islandia es lo que sale a la superficie de la Dorsal Mesoatlántica. Es un continente de agua y fuego permanente, por eso tiene contrastes maravillosos”.
Con información de Infobae.