Más que un eclipse, lo que pudieron ver este sábado muchos cordobeses fue la confirmación de un romance que merecía revelarse así.
Fotografías de Larisa Londero.
Es sábado, son las siete menos cuarto en las sierras de Córdoba y, en un lugar indefenido, entre Charbonier y Ongamira, nos sorprende uno de los más bellos atardeceres de los que tengamos memoria.
Hay algo extraño en la luz, hay perfume de hierbas en el ambiente, hay pájaros que se niegan a volver a sus nidos. Flor y fauna, tierra y cielo, se preparan para apreciar un espectáculo que será digno de disfrutar cada segundo.
Está sucediendo lo que jamás habíamos visto: el sol y la luna se abrazaban y se van a dormir juntos.
Fue cuestión de minutos, apenas un puñadito de ellos. La luna fue la que encaró primero, se sumergió de costado en el calor intenso de su amado y, enamorada, se dejó quemar por la pasión.
Así, piel contra piel, fueron desapareciendo en un horizonte de miel y fuego, para esconder pudorosos los sentimientos que acababan de demostrar en público.
Lo llaman eclipse parcial, pero lo que muchos cordobeses pudimos ver ayer fue la confirmación de que el sol y la luna se aman y que, cuando lo muestran, son capaces de crear uno de los más bellos espectáculos naturales.