Virtudes y curiosidades de esta icónica banda cordobesa que el jueves 18 celebra su aniversario con una gran actuación en el Teatro del Libertador.
Informe de Prensa de Gobierno.
El de la Small Jazz Band es un caso extraño. A pesar de estar cumpliendo 40 años (la fecha exacta de la homologación del nombre es el próximo 29 de diciembre), siguen siendo una banda pequeña.
Conservan ese rango en su nombre, y lo justifican por dos motivos: por la cantidad de músicos que la conforman y porque cuando se formaron, allá por 1981, eran unos jóvenes adolescentes de unos 16 años que soñaban con recrear el Jazz tradicional de los años ‘20 en donde les concedieran un espacio.
Su punto de encuentro fue la ciudad de Alta Gracia, de donde era oriundo uno de los miembros fundadores y adonde otro de ellos tenía una casa de veraneo. El tercero era compañero del colegio Domingo Zípolli de este último. Allí fue donde todo comenzó.
Francisco Castillo en corneta y clarinete, Luis Alasino en trombón y saxo alto y Alejandro Kras en banjo son tres de los miembros originales que hace 40 años comenzaron esta aventura de recrear aquellas melodías afroamercianas típicas del sur de los Estados Unidos que llegaban al país en forma de discos de pasta y eran difíciles de conseguir.
Todos traen esta tradición y esta conexión con la corriente de sus familias. Una herencia que supieron conservar. Una corriente de oxigeno que deambula por sus arterias.
Kras vivía en Alta Gracia y Castillo veraneaba allí con los suyos. Alasino era compañero de cursado de Castillo. En el garaje de la casa de Kras sonaron los primeros acordes. Los otros dos miembros fundadores tomaron caminos diferentes por decisiones personales y no por roces con la banda: uno se mudó al sur a trabajar de petrolero y otro se enamoró del flamenco en un viaje España y decidió dedicarse de lleno al género andaluz.
Son una banda pequeña porque la forman cinco integrantes: además de los mencionados están Roque Célis en tuba y Javier Machado en batería y washboard, ambos con 24 y 20 años de vigencia dentro de la agrupación.
Habitualmente, una formación de Jazz que interpreta hotjazz de los años ‘20 está compuesta de, al menos siete integrantes, con lo que tanto Castillo como Alasino tienen que tocar dos instrumentos cada uno para compensar ese “faltante”. Se los intercambian, tienen al alcance de sus manos los cambios que los mortales no logran percibir. Todo fluye en armonía. Desde la vestimenta hasta los arreglos, los cambios, los ensambles.
Además, deberían contar con un pianista, pero eso complica enormemente la logística del traslado, y la intervención en desfiles urbanos en los que tocan marchando —como los que realizan por las calles de la ciudad de Córdoba— o las intervenciones a bordo de automóviles de época que suelen realizar para las inauguraciones del Festival Internacional de Jazz de Córdoba, del cual son protagonistas infaltables desde sus comienzos.
Custodios del santo Jazz
La Small tiene como premisa ser custodios y guardianes de ese estilo rústico y fundacional de jazz típico de las orquestas de comienzos de siglo 20. Solo incorporan vocalistas, instrumental y amplían al repertorio en ocasiones especiales. El amor por ese ritmo los hermana y los mantiene unidos, a pesar de los años. “Nunca tuvimos problemas ni de egos, ni de plata”, remarcan como otro argumento que los convierte en una formación indisoluble.
El germen de sus orígenes se remonta al colegio de Niños Cantores “Domingo Zípolli”, pero en sus hogares se encendió la llama azuzada por los acordes de los vientos que emanaba de la púa de Louis Armstrong o Charlie Parker. El jazz se fue metiendo de jóvenes por sus poros hasta ser un componente más de su sangre, más allá de que todos tienen otros trabajos formales.
La Small, para cada uno de estos cinco hombres, es mucho más que un hobby. Son familia, son una unidad, se mueven en manada. “Estamos cumpliendo los primeros 40 años, aún sentimos que queda mucho camino por recorrer”, reconocen.
Con viajes e invitaciones a participar de campamentos y conciertos en la cuna del Jazz mundial, (Nueva Orleans, EE. UU.), la Small cuelga sus pergaminos con humildad, con templanza, sin marearse y solo se enfocan en lo que importa: activar su mecanismo al compás indetenible y frenético de este ritmo electrizante.
Los detalles, una marca registrada
Desde la ropa, con camisas a tono y pintorescos tiradores, hasta la precisión de los looks y la elección de los elementos está pensado en función de la imagen, del producto. Nada falta, nada sobra.
La búsqueda de detener el tiempo allá por los ‘20 se remite hasta utilizar una plancha de metal acanalada llamada Washboard (tabla de lavar en español) que se rasca con las yemas de los dedos cubiertos por dedales de costurera. Así de simple, así de tradicional.
En la época del nacimiento de este género, muchos de sus músicos eran de poblaciones afro humildes que construían sus instrumentos con elementos que conseguían en su vida cotidiana y así se las ingeniaban para producir música con lo que, literalmente, tenían a mano.
Son un símbolo de la cultura de nuestra provincia. Son pequeños solo si se lee el letrero que decora al tambor de la percusión. Porque por mérito, talento, trayectoria y representatividad, esta banda es enorme. Enorme, interminable y orgullosamente cordobesa. Bien cordobesa.
La celebración
Por los 40 años, acompañarán a la Small: la cantante Porte Piatti; bailarines de Swing City Córdoba; la distinguida bailarina Dai Zapata; Gustavo Alasino en tuba; el cantante Sebastián Salomón; Jorge Gornik en clarinete y contará con la participación especial del viceintendente de la ciudad, Daniel Passerini, en trombón.
Será el próximo jueves 18 de noviembre, a las 20, en el Teatro del Libertador San Martín (Vélez Sarsfield 365). Las ubicaciones pueden adquirirse en la boletería del Teatro de martes a sábados de 9 a 20, y a través del sistema web Autoentrada, a los siguientes valores: 2.200, 1.650, 1.250 y 1.000 pesos, y palcos (cuatro ubicaciones) 8.800 pesos.