En la segunda parte de la extensa entrevista que realizamos a través de varias llamadas telefónicas desde la cárcel de Bouwer, Edgar Moreno nos cuenta todo lo que vivió y sintió desde el momento de la detención hasta la actualidad. Detalles escalofriantes de su paso por la UCA. Cómo lo vive su familia.
Las llamadas son siempre a la misma hora de la tarde, pero no siempre las estás esperando. Tiene que llamarme él, no hay otra forma de comunicarse con Edgar Moreno, detenido en Bouwer desde hace diez meses. No puedo entrevistarlo allí por los protocolos de pandemia. Sólo pueden visitarlo sus familiares y abogados. Sus llamadas me sorprenden en cualquier parte, pero de a poco logramos armar algo parecido a una entrevista. En una nota anterior nos contó qué le pasó; en esta nos relata lo qué se siente al ser detenido, al pasar por la UCA, al estar preso…
_¿Qué sentiste cuándo te vino a buscar la Policía?
_Imaginate estar en tu casa, un día normal, todo parece estar bien, tu rutina ya casi te resulta aburrida, nada cambia, las noticias apenas te sorprenden. De repente, en tu casa todo se alborota: ruido, golpes en tu puerta, móviles policiales, uniformados que se mueven como en las películas de acción americanas. No entendés nada ¿Qué pasa? Analizas inconscientemente, a velocidad abrumadora, pero seguís sin entender. La confusión te pega un mazazo en el corazón ¡Vienen por mí!¿Por qué? Es un error, es una tremenda confusión. No salis del shock, te ponen las esposas, te revuelven toda la casa, tu intimidad es arrasada, cargan con tus pertenencias. De a poco tomas conciencia que comenzó una pesadilla, pero la ilusión de que sea un error sigue vigente.
_¿Se te cruzó por la cabeza qué pensaban los que estaban viendo esa escena?
_En ese momento no; pero hoy me doy cuenta de que ese día comenzó mi condena, la pública. Es día que me pasearon por mi cuadra, por mi barrio, esposado, como si pudiera o tuviese intención de huir, idea que nunca cruzó mi asustada mente.
_¿Por qué decís que ese día comenzó tu condena?
_Ese día mis vecinos me identificaron tal como me trataron esos policías, como un delincuente. Ese día estaba limitado a los presentes, pero en los días posteriores la Fiscalía dejó filtrar su fantasía, y ya estábamos condenados públicamente.
_¿A dónde te llevaron en ese primer momento?
_Mi primer lugar de detención, o alojamiento, aunque de alojamiento tiene poco, fue la UCA, que quiere decir Unidad de Contención del Aprendido. Nombre pretencioso, la contención, imagino, tiene un sentido social, pero quienes le pusieron ese nombre no imaginaron qué contención, en este caso, es más bien un envase comprimido de personas denigradas, oprimidas, cuerpos sin espíritu. El covid ya se cobró varias vidas de personas inocentes como resultado del hacinamiento que hay en la UCA.
_¿Cómo es la vida en ese lugar? Contanos…
_Es el rito de iniciación que te habilita el ingreso a Bouwer, el número de personas por celda varía, pero siempre sobrepasa el doble de su capacidad. En algunos momentos llegan a triplicar la capacidad, tenés que dormir por turno, en el piso o parado, donde tu suerte o tu cuerpo resista.
_¿Qué recordás de tu paso por ahí?
_Era verano, el agua fría de las duchas era un baño de realidad, pero das gracias de que no sea julio o agosto. Los compañeros de celda con experiencia te recomiendan que tu abogado pida urgente el traslado a Bouwer, donde las condiciones son mejores. Pero eso lleva tiempo, pasan los días y no te indagan; la incógnita de tu detención sigue vigente, una comunicación diaria con tus familiares te mantiene vivo y la visita de tu abogado es una esperanza.
_¿Cómo lo tomó tu familia?
_Vos sabes que tengo tres hijos de distintas edades, el mayor de 21 años y la segunda de 17 pueden comprender, conocen mi trayectoria, conocen mi actividad, saben bien quién es su padre, pero no dejan de sufrir. El menor, de solo 10 años, no termina de entender qué está pasando: a la imagen de su padre esposado no se la puede sacar nadie de la cabeza. La condena social comenzó también para ellos, comenzaron los daños psicológicos. No es fácil para los niños explicar que su padre está injustamente detenido.
_¿Te pueden visitar?
_La visita de familiares es todo un tema aparte, está limitada por el tema de la pandemia, a pesar de que estés hacinado en una celda, son dos mundos paralelos. Mientras se exige distanciamiento social, aforo en lugares públicos, vos vivís amontonado y tu familia debe hacer largas colas sin distanciamiento, sin plazos certeros, sin la seguridad de poder verte. Las familias pasan a ser tan víctimas como los detenidos y, lo que es peor, tan culpable como el preso. Es una familia que ya fue condenada socialmente. Por eso, con la familia tenés un doble sentimiento, los necesitas, deseas su visita, su comprensión, pero al mismo tiempo no querés que vengan, te parte el alma sentir que sufren por tener que atravesar el trance de la visita.
En un rincón del infierno
Cuesta seguir la charla después de esos detalles, pero me interesaba saber más de la UCA y volví a preguntarle a Edgar:
_Contame un poco más, Negro ¿Cómo es la UCA?*
_Es un depósito de personas, ahí sentís toda la presión del Estado: espacios fríos, llenos y vacíos al mismo tiempo, oscuros e impersonales. Los olores son una mezcla de limpio y sucio, la lavandina relaciona limpieza, una limpieza mezclada con humanidad, sudor, grasa, tufo, es una conjunción que te llega a lo más profundo de tu ser. La comida es solo para cumplir con la obligación de mantenerte vivo, te olvidas de tus gustos, de tus pretensiones, de la higiene. Es un retroceso a un estado salvaje donde te alimentas como puedas y con lo que hay. En este lugar todos se olvidaron del principio de Inocencia, ningún ser humano sensible puede mandar a ese depósito abandonado y arruinado a un ser humano ¡Olvídate si sos inocente o culpable! Como periodista, me siento egoísta de no haber advertido esta realidad.
_¿Cómo te trataron los guardias? ¿Cómo son los penitenciarios?
_Te puedo hablar de los que me tocaron a mi: es gente como uno, hacen lo que pueden, están en un barco viejo, cargado de personas que pelean por sobrevivir, no sabes en qué momento se hunde, ruegan que los jueces sigan mandando gente a Bouwer, que entiendan que tiene un cupo, que seguir amontonando no es humano.
_¿Cómo tomás esto que te tocó vivir?_
Espero al menos que sirva para hacer conocer una realidad escondida, que la sociedad no mira, la esquiva. Problema que no ves, no existe. En definitiva, piensan que algo habrán hecho para estar ahí.
_¿Qué pedís desde lo personal?
_Pido que, como sucede en todos los lugares del mundo donde se respetan los derechos humanos, que se respete mi derecho de permanecer en libertad hasta que la justicia determine si soy inocente o culpable. Existe en Córdoba un abuso de la prisión preventiva que alguien debe detener. Soy inocente y, como muchos, me pregunto quién me va a devolver todo lo que he perdido por esta injusticia. Esto es un daño irreversible, un quiebre del alma que no se lo deseo a nadie.
_¿Y qué dicen tus abogados de eso?
_Hemos presentado una denuncia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en el Grupo de Trabajo de Detención Arbitraria de Naciones Unidas. Esperamos se haga justicia.