Talleres vive un presente agitado, que se manifiesta en la delicada realidad del equipo en la cancha y ahora tiene onda expansiva afuera: el presidente salió a disculparse con la AFA por las acusaciones que les dedicó a sus dirigentes hace un año. ¿Por qué lo hizo?
Hasta los que consumen poca información futbolera están al tanto del contrapunto que hubo y ¿habrá? entre la gestión de la AFA, que encabeza Chiqui Tapia, y Andrés Fassi, presidente de Talleres y referente en una trinchera conceptual que cobró notoriedad en términos de gestión (clubes privados o clubes públicos) y se proyectó al resbaladizo terreno del poder.
Desde que la historia explotó hace un año, ninguno pidió ni ofreció tregua, hasta que en las últimas horas el dirigente cordobés, apodado “el Zorro”, salió a pedir disculpas por la manera y el momento en que se refirió a Tapia cuando la “T” perdió por la Copa Argentina con Boca en Mendoza, con un discutido arbitraje de Andrés Merlos.
Entre aquel incidente que llegó a la justicia deportiva y esta foto de hoy, solo hubo leña que multiplicó la hoguera: acusaciones cruzadas, denuncia de golpes y presencia de armas y algunas otras yerbas. Fassi terminó con un pómulo abollado (del verbo trompadón) y Merlos, diciendo que sabía de armas por su condición militar y lo habían amedrentado con una de ellas, adentro del vestuario.
La investigación que se hizo quedó flojita de papeles: solo sancionaron (e inhabilitaron) a Fassi, acusado de haber “emboscado” al árbitro en un lugar reservado. Para la AFA, la única verdad aceptada como tal fue la ofrecida por Merlos… Entre la precariedad de las pruebas, incluyendo algunos testimonios y una filmación imperfecta desde lo técnico pero nítida para definir algunos puntos cruciales, quedó en claro que Merlos fue efectivamente maltratado frente a su vestuario, pero mintió cuando dijo que el presidente de Talleres y sus guardaespaldas se metieron al vestuario y hasta le mostraron un arma… ¿Y qué pasó? Siga, siga, en el lenguaje referil: el árbitro continuó dirigiendo como si nada hubiera pasado. Aunque Fassi nunca debió ir hasta ese vestuario, la decisión fue claramente territorialista: con la AFA y quienes la dirigen, no conviene meterse…
El dirigente cordobés salió a plantar bandera y lo hizo en términos muy severos, dejando en claro que lo peor estaba por venir. La AFA soltó a su perro de batalla: el camino entre barrio Jardín y la oficina del Chiqui quedó regado de provocaciones del guionista bélico que tiene Tapia, el santiagueño Pablo Toviggino, un hábil transeúnte de las redes sociales, quien coordinó una ingeniería de publicaciones para exponer al cordobés.
Es decir, apagar el fuego con nafta: restaurar el clima de convivencia y, sobre todo, de respeto, sería más difícil que caminar por Córdoba de noche mirando el celu y que no te lo afanen.
Sin trinchera
¿Por qué Fassi apareció ahora pidiendo disculpas? Aunque este gesto de arriar banderas puede tomarse en un sentido amplio por todo lo que ocurrió, su retractación hace foco solo en las formas y en el momento de sus declaraciones. O sea, si te pego un cachetazo, perdón porque no me lavé las manos antes. Las disculpas ¿son políticas? ¿son sinceras? ¿buscan una reconciliación para generar un clima de convivencia o tiene otra raíz?
Está claro que el delicado momento futbolístico del club no escapa al contexto. El Talleres perfumado de hace un par de años hoy cuenta monedas para ver si sale del grupo de los clubes periféricos de la primera división. Pero es justo decirlo: no hubo arbitrajes tan dañinos, ni determinaciones de la AFA que hayan sido determinantes en esta situación. Lo que le pasa a la “T” solo se explica desde la pérdida de la calidad de su juego, que se relaciona con la baja prestación de muchos de sus futbolistas. El club sonríe con cada balance, pero llega el domingo y a la gente le duele el corazón.
Por eso ¿qué piezas le faltan a esta historia y no permiten interpretar el panorama completo? Sin el Talleres de pechito inflado y que daba gusto ver jugar, Fassi perdió su trinchera más potente para defenderse. Si en su fortaleza se destacaba la capacidad de armar buenos equipos y vender jugadores por muchísimo dinero, a la par, vinculado de manera inevitable, flameaba la bandera más elevada en su perspectiva dirigencial: administrar un club, volverlo exitoso sin pasar por la aduana de Buenos Aires y establecer relaciones con instituciones del exterior. Todo, desde un formato muy parecido a una SAD (Sociedad Anónima Deportiva), aunque Talleres estatutariamente no lo es.
Solo en su soledad
Con sus aciertos y errores, a Fassi lo dejaron solo. En su laberinto. Siempre se movió rápido y esta vez terminó donde otras veces quiso estar: ocupando espacios diferentes desde su dinámica personalista. ¿Y ahora? Salvo Sebastián Verón, con un apoyo solapado, brillaron por su ausencia aquellos dirigentes que se lamentan en los pasillos y en las charlas privadas, por el manejo arbitrario de muchos temas relacionados con la AFA. Ningún directivo “díscolo” tuvo la personalidad para acercarse de manera pública. Así como hay silencios de complicidad, hay otros de resignación, más allá de que algunos estaban en desacuerdo con la posición de Talleres representada por Andrés. Y aunque en el fondo muchos coincidían con Fassi en marcarle la cancha a Tapia, todo el mundo percibió el olor a azufre que se generó por el altísimo riesgo que implicaba desafiar al poder real. ¿Qué costo tendría? ¿Hasta dónde podría tensarse la cuerda?
Hoy lo sabemos desde la negación: tal vez, esto se explique desde lo que no vemos. ¿Qué hay atrás? Y hasta tanto aparezcan a la luz aquellos factores que nos ayuden a comprender lo que pasa, comprobamos una vez más que, en este país, en el fútbol, en la política y en la vida, meterse con el poder significa aceptar un nivel de exposición que rara vez termina bien.