La intervención permitió a Emma, una bebé de 13 meses, recibir injertos provenientes de un donante con muerte cardiocirculatoria.
Una investigación argentina permitió realizar en un hospital de Madrid el primer trasplante de intestino proveniente de un donante en asistolia, es decir con muerte cardiocirculatoria, lo que habilitó la posibilidad de realizar este tipo de procedimiento con este órgano, que ya se hacía con riñón, corazón y pulmón.
“Históricamente los donantes para trasplante intestinal son personas a las que se les ha declarado la muerte encefálica, pero al seguir su corazón latiendo, los órganos siguen recibiendo irrigación sanguínea; lo novedoso de este caso es que es la primera vez que este órgano sólido provino de un donante en asistolia, es decir, con muerte cardíaca“, explicó a Télam el médico veterinario e investigador del Conicet Pablo Stringa.
La intervención, que la llevó a cabo el equipo de cirugía pediátrica del Hospital La Paz de Madrid, permitió a Emma, una bebé de 13 meses, recibir injertos de intestino provenientes de un donante con muerte cardiocirculatoria.
El procedimiento -que tuvo que recibir la autorización de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) de España- fue posible gracias a una investigación realizada previamente por Stringa junto a su equipo del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, Conicet-UNLP) y del Laboratorio de Trasplante de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
“Lo que nosotros generamos fue evidencia científica a través de estudios realizados en modelos experimentales de que los injertos obtenidos de donantes en asistolia eran viables y tenían buenos resultados a largo plazo; esa fue la investigación sobre la que se basó el equipo del hospital La Paz para hacer este procedimiento”, describió Stringa.
El especialista explicó que lo que se denomina la “donación en asistolia” se realiza ya “para otro tipo de trasplantes como el renal, cardíaco, hepático o el pulmonar, pero hasta el momento no había ninguna evidencia para el trasplante intestinal”.
Stringa explicó que el hecho de que no se hiciera con intestinos “estaba pobremente sustentado por trabajos experimentales que mostraban que el intestino era muy sensible al daño isquémico (falta de flujo sanguíneo como resultado de la parada cardiocirculatoria) y por ende no era útil para trasplante con donación en asistolia”.
“Sin embargo -remarcó- nuestro grupo de investigadores del Conicet, en estrecha colaboración con médicos e investigadores del Hospital La Paz, demostró que esto no es así”.
La historia de esta colaboración se remonta a 2011, cuando Stringa leyó un artículo científico publicado por el cirujano pediátrico Hernández Oliveros y le escribió un mail contándole que estaba interesado en aprender técnicas quirúrgicas de trasplante intestinal para estudios experimentales.
“Me respondió a las pocas horas y me dijo que con gusto me esperaba en Madrid cuando quisiera. Ese mismo año nos conocimos en el Congreso Internacional de Trasplante Intestinal en Washington, Estados Unidos, y desde entonces comenzó una estrecha colaboración que continúa hasta hoy, y que incluye largas estadías laborales en Madrid para avanzar con nuestras líneas de investigación”, describió Stringa en un comunicado difundido por Conicet.
El proyecto que permitió este hito en trasplante tuvo una duración de tres años, fue financiado por la Fundación Mutua Madrileña y apoyado por la Asociación española de ayuda a niños, adultos y familias afectadas de fallo intestinal, trasplante multivisceral y nutrición parenteral (NUPA)
En diálogo con Télam, el investigador recordó que “una problemática que sucede a nivel mundial es el desbalance entre la cantidad de gente que necesita un trasplante, y la cantidad de donantes”.
Y continuó: “El objetivo de estas estrategias, que en este caso fue utilizar un tipo de donante que se nunca se había utilizado para el trasplante de intestino, es aumentar la cantidad de donantes para equiparar ese desbalance”.
“Hay que pensar que cuanto menor es el tiempo que una persona pasa en lista de espera para recibir un órgano las posibilidad de éxito son mayores”, destacó.
Emma tenía una dolencia que se conoce como falla intestinal que se caracteriza por la incapacidad de absorción de nutrientes necesarios para mantener las funciones vitales y el crecimiento.
“Esto hizo que fuera dependiente de nutrición por vía intravenosa (parenteral) desde el periodo neonatal, y provocó un daño hepático, por eso es que finalmente fue incluida en lista como receptora de trasplante multivisceral. El tiempo en lista de estos pacientes es muy prolongado, cercano al año, y una tercera parte de los mismos fallece sin haber tenido la oportunidad de recibir un trasplante”, describió por su parte el médico español Hernández Oliveros, parte del equipo que realizo la operación.
Y continuó: “Por eso, verla evolucionar bien a partir de nuestra cirugía pionera nos llena de satisfacción, por el resultado con Emma y por la posibilidad que se ofrece para otros pacientes en el futuro”.
En ese contexto, Stringa contó a Télam que después del caso de Emma, el hospital realizó dos trasplantes más de intestino proveniente de donante con muerte cardiocirculatoria, y todos los procedimientos fueron exitosos.
“En Argentina se está comenzando con la donación en asistolia, pero no en intestino sino en trasplantes renales”, explicó.
“Estos aportes, realizados desde los laboratorios y los quirófanos experimentales, alientan nuestras ganas de seguir trabajando para generar más contribuciones útiles para la medicina mundial y la de nuestro país”, destacó.
Finalmente, destacó el respaldo y el compromiso a lo largo del proyecto de su director, Martín Rumbo, y de sus compañeros, Leandro Vecchio Dezillo, Agustina Errea, Rodrigo Papa Gobbi, Ivana Ivanoff Marinoff, del IIFP; y Natalia Lausada y Claudio Ledesma, del Laboratorio de Trasplante de Órganos de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP.