Las estadísticas muestran un par de datos contundentes: Belgrano recibe pocos goles y en los segundos tiempos muestra poderío físico y gol para ganar. Así, ha solucionado gran parte de los problemas para dispararse como puntero. Resiste y la emboca cuando hay que hacerlo.
¿Belgrano es el equipo con más goles convertidos en el campeonato? No. ¿Es el que tiene menos goles en contra? No. ¿Tiene al goleador del torneo? Tampoco. ¿Es el que más partidos ganó y menos perdió? Sí y no. Muchos equipos se hacen a la idea de que es muy difícil seguirle el paso el celeste cordobés porque pasan las fechas, se suceden los adversarios difíciles y nada parece detenerlo. Cada partido en Alberdi reinventa la fidelidad de un público conmovido por esta realidad que se aproxima a la ficción y alimenta la ilusión del ascenso a primera.
Todos sus registros son impecables y se reflejan en un puntaje asombroso, consecuencia de haber obtenido casi el 80% de los puntos que disputó. ¿Un detalle? Salvo en la cantidad de triunfos (74% de lo que jugó), ninguna de sus marcas es la mejor con exclusividad. Por ejemplo, hay seis equipos que convirtieron más que sus 29 goles y no están ni cerca de sus 55 puntos; hay otro que recibió igual cantidad de goles (12), pero tiene 16 unidades menos. Además, se destacan sus escasas dos derrotas en 23 partidos, número que comparte con San Martín de Tucumán y que mejora All Boys, que presenta solo una caída.
¿Entonces? ¿Cómo se explica semejante campaña, con números que lo sostienen allá arriba? Lo primero que hay que decir es que Belgrano optimiza su rendimiento para ganar. Así se entiende que, sin ser el equipo con más cantidad de goles anotados ni se resalta su abundancia de goles, hoy tenga 10 puntos sobre el perseguidor más inmediato. En la ecuación de sumas y restas, se destaca un rasgo austero y absolutamente utilitario en la dosificación de sus goles: solo una vez hizo tres (3-1 a San Telmo) y, en general, sus triunfos han sido apretados. Pero gana en todos lados; incluso, cuando no alcanza su mejor versión, siempre hay un gol en su corazón.
Como su historial de derrotas se reduce al 1-3 contra Chaco y 0-1 contra Gimnasia en Jujuy, llegamos a la conclusión de que es un equipo que se acostumbró a ganar. Aunque lo haga con lo justo y necesario, tantas victorias en su cosecha han generado una mística que influye en sus propios jugadores, impulsa a la tribuna y condiciona los climas de los partidos porque los rivales le juegan con un valor motivacional estimulado.
Belgrano muestra sus credenciales cada fin de semana. Tiene la capacidad de jugar bien para merecer cada triunfo, pero, si anda mal o el rival es mejor, saca a relucir el recurso táctico más sobresaliente en su menú de herramientas: el gol. Lo tiene en piloto automático y lo aplica generalmente en los segundos tiempos, cuando los partidos se ponen calientes y hay que enderezarlos.
Ganar en las áreas
Cuando hablamos de la fortaleza en los extremos de la cancha, el radar se abre porque es injusto destacar solo a Pablo Vegetti y Nahuel Losada, indiscutiblemente dos factores fundamentales en esta campaña. Si Belgrano recibe muy pocos goles, el arquero tiene mucho que ver porque saca pelotas imposibles, pero también organiza, serena y coordina todo lo bueno que hacen sus compañeros. Pero hay rendimientos individuales en la estructura defensiva, que aportan una pieza indispensable en el rompecabezas colectivo: Losada tiene un gran nivel, pero también lo muestran Rébola, Novaretti y Longo, tres de los puntos más altos.
Arriba, donde se escribe la otra página desequilibrante, a Vegetti se le suman aquellos muchachos que capitalizan los espacios y los vueltos que él deja en su permanente patrullar de la ofensiva. Aunque lo boxeen y la pelota le llegue poco (y mal), Pablo siempre encontrará el camino del gol. Y si no lo hace él, sus movimientos abrirán fisuras para que aparezca otro hombre de camiseta celeste.
Belgrano conjuga de manera acertada la idea de “jugar bien”, que es pariente de “jugar lindo” pero no viven cerca entre sí. Conceptualmente, al menos. Tiene la virtud de resistir en el aspecto defensivo el tiempo necesario para que los de arriba resuelvan los partidos. Nunca sobran goles y casi siempre se termina espiando el reloj, pero los triunfos no dejan de llegar.
Hay un convencimiento de que “Belgrano puede”. Eso también es patrimonio porque multiplicó la personalidad de un equipo que, hasta no hace mucho, se empachaba con la cultura de “jugar a lo Belgrano” reduciendo sus acciones al esfuerzo y renunciando a una apertura que hoy le da variantes y lo hace sólido.
Es cierto que se estancó en el desarrollo de un estilo que pueda enamorar a la gente y tampoco tiene como fortaleza la tenencia de la pelota como factor de demolición. Pero le alcanza. Cada vez que una historia se le complica, hay una carta ganadora arriba que enciende la luz y lo pone en marcha. Gana porque va al frente siempre y tiene en las áreas, la primera explicación para comprender por qué está donde está y mira a todos desde arriba.