Volvió a mostrar su poder de convocatoria: su camiseta movilizó a una multitud que vive el fútbol con un maravilloso espíritu de barrio, que nunca renuncia al buen juego y jamás deja de soñar. Su esencia late de la mano de una ilusión: el ascenso.
Mientras Boca, Racing, Independiente y River llenaban el aire de goles que se traducían en lecciones de ética y moral, que certifican que nuestro fútbol casi siempre anda flojito de papeles, el Racing cordobés salió a jugar al fútbol para demostrar que gana adentro y gana afuera. Hizo lo que tenía que hacer y avanzó aferrado a la ilusión de subir de categoría para salir de un espacio que lo tuvo, por segundo año consecutivo, como protagonista de lujo.
Si alguien tenía temor por la coincidencia del horario, entre la definición televisada del fútbol de primera y la instancia que se jugaba Racing en el Federal A, quedó claro que la Academia ganó el primer desafío: la gente, su gente, fue a la cancha y no se dejó tentar por el control remoto. Las calles efervescentes y las tribunas repletas, mostraron a Nueva Italia estableciendo una editorial que jamás mueve una coma, cuando se trata de darle precisión a lo que llamamos sentido de pertenencia. A su manera, con sus tiempos y con una evolución que se demora en otros ámbitos, Racing es de su gente. Pertenece al barrio y a los barrios. Se fortalece ahí, creyendo que es posible volver al fútbol grande, que le deparó años dorados en los 80 y hoy, desde el esfuerzo y el sacrificio, lo seduce con ordenarse en lo institucional para que lo deportivo llegue como consecuencia.
Motivador de rivales
A veces, a la “Acadé” no le sobra mucho en la cancha y se maneja con un margen de error que es estrecho, porque lo único millonario es la ilusión de la gente. Tiene un buen equipo, con jugadores sensibles a la idea de cuidar la pelota y no resulta habitual que desactive la prioridad de jugar. Pero pertenecer al círculo de equipos distinguidos por su historia y disponer de un presupuesto con algunos ceros más que los demás, también lo convierte en un factor de motivación para los adversarios: ganarle a Racing da chapa.
Sportivo Las Parejas fue un testimonio de todo esto. Posiblemente por saberse inferior, cerró los espacios, demoró hasta los saques laterales, tuvo a uno de los arqueros con mayor frecuencia de lesiones en el mundo y propuso un partido cortado, de movimientos hacia los costados como si fura una cancha redonda, porque por momentos no hubo arcos ni referencia hacia adelante. Apostó para convertir el aliento ensordecedor en una olla a presión que asfixiara, que quitara el aire para pensar: Racing fue inteligente en no entrar en esos laberintos aunque es cierto que los nervios fueron haciéndose sentir en el 0 a 0.
La incidencia táctica más determianante fue el golazo del 1-0: Francisco Aman hizo valer su velocidad para tomar un pase profundo de Pablo López, aplicó freno y aceleración con cambio de dirección, y definió con mucha calidad. Fue el principio del fin, porque desarmó conceptualmente al que menos quería y premió al equipo que hizo lo necesario para ganar.
Lo que hizo Racing después fue certificar, con el gol del Colorado Rodrigo Acosta, que la resistencia de Las Parejas había claudicado, más allá de alguna corrida. El partido que la gente había ganado afuera acompañando y apoyando, tuvo su correlato abajo, donde se escriben las verdades más importantes.
Al camino le faltan algunos pasos, porque la picadora de carne del Federal A sigue su curso. Nueva Italia de fiesta fue una postal llena de color y de calor. Una vez más, quedó en claro que la gente se siente más identificada con el fútbol que contagia, que moviliza, que involucra. Que no llega desde una pantalla donde algunos narradores hablan rápido, sino que elige la experiencias con historias íntimas. Otra vez, Racing honró ese compromiso dejando en claro que su fútbol está concebido de una forma especial y a sus hinchas no les gusta que les cuenten las cosas: quieren estar ahí para ver jugar al equipo.