El oro que debe brillar

Talleres perdió 3-1 en Córdoba frente a Newell’s y no pudo superar a Vélez en la fecha final. El título se quedó en Buenos Aires. Entre la tristeza por el campeonato que pareció cerca, hay muchos datos para valorar: terminó segundo en la tabla anual y jugará la Libertadores.

En el campeonato de frases hechas en que se ha convertido hablar de fútbol en Argentina, la foto final de Talleres nos pone en la tentación de decir que “no era tan bueno en las buenas, ni tan malo en las malas”. ¿Lo bajamos a la realidad? Debió ganarle a Newell’ s para sostener sus expectativas de ser campeón esperando que, en Buenos Aires, Huracán pudiera pellizcar al menos un empate a Vélez. Y más allá de que Vélez hizo su trabajo, ganó 2-0 y se quedó con el título desactivando cualquier riesgo, en Córdoba Talleres falló en el eslabón clave de este desenlace: perdió 3-1… O sea, no pudo hacer los deberes. ¿Qué hubiera pasado acá si desde allá llegaba un resultado que pudiera allanar el camino para la consagración de los cordobeses?

Este Talleres que no tuvo respuestas fue fiel testimonio de su imagen a lo largo de la temporada. Coqueteó con las decisiones bravas, pero lo hizo después de entrar y salir de lagunas de rendimiento que le consumieron muchas energías. Y puntos…

La irregularidad lo llevó de partidos buenos a otros por debajo de la línea de flotación; de ganar y proyectarse a los primeros lugares, a regalar un manojo de puntos que lo desinflaron. Pasó de ofrecer actuaciones individuales que entusiasmaron, a confiar en algunos muchachos que no estuvieron a la altura de las exigencias y dinamitaron el juego desde adentro.

Si algo necesitaba contra los rosarinos, era ofrecer el fútbol picante que le abrió camino a la ilusión con los buenos resultados de las últimas semanas. Sencillamente, no lo tuvo: entre los nervios, las angustias y un montón de componentes emotivos, su fútbol estuvo lejos de ser una solución. Ante la falta de respuestas, sin movilidad, sin calidad de pase hacia adelante, sin organización ofensiva, sin mano a mano arriba, Talleres terminó pasándose la pelota hacia afuera y hacia atrás, sin inquietar a Newell´s. Y a partir de los goles (los del Kempes + los de Liniers), entró en un cono de sombras que lo redujo a correr sin capacidad de imaginar.
No fue la primera vez ni la última, en la que deberemos buscar en una maraña de causas de funcionamiento, la explicación de lo que le ocurrió a la “T”. Jugó mal, no pudo desarrollar las ideas que lo rescataran de la frescura de un rival que fue a Córdoba sin presiones.

La batalla conceptual

¿Habrá gente feliz en la AFA con la resolución de la liga? Seguramente, las redes empezarán a encender hogueras con comentarios llenos de veneno y con la firma de algunos energúmenos que se escudan en el poder que dan las sobras del Chiqui Tapia.
Si Talleres hubiera sido campeón, tal vez estaríamos hablando del modelo de gestión del club cordobés, tan descalificado por los aplaudidores oficialistas que, curiosa y paradójicamente, representan a clubes que no son protagonistas. Y tímidos para los éxitos…

El segundo puesto en la tabla anual ¿es un premio menor para Talleres? ¿Se puede contextualizar como una batalla ganada en función de lo que piensa Andrés Fassi sobre las SAD? En AFA no faltarán quienes interpreten lo contrario y celebrarán que no fue campeón un club cuyo referente mayor tiene muy claro cuántos pares son tres botines.

Hacia adentro y hacia afuera, la historia le da la derecha a Talleres. Incluso, más allá de la posición final, porque haber sido campeón pudo ser el broche de oro. Pero la realidad está allí, servida, para quien quiera revisarla. Desarmando el equipo, vendiendo a los jugadores destacados y contratando proyectos que muchas veces no confirman capacidades y no son rentables futbolísticamente, la gestión de Fassi puso a la “T” como el segundo mejor equipo del año en Argentina.

Con muchos arbitrajes injustos, sanciones exageradas y un maltrato público desde la AFA, Talleres se consolidó en el mapa haciendo las cosas a su manera, distinta a casi todos los demás, respondiendo adentro de la cancha. En otro espacio se podrán discutir los detalles.

Las cosas en su lugar

Talleres jugará la Libertadores. Terminó como el segundo mejor equipo de la temporada, por arriba del pituco River y del Boca de overol (con perfume caro), que siempre reciben ríos de tinta en todos los diarios. Atrás quedaron Racing, Estudiantes, Independiente, los rosarinos, Unión…. ¿Es un consuelo? Para nada: las cosas en su lugar. Mientras muchos equipos desarrollan una sofisticada ingeniería de la resistencia desde el “no error” y espantan a la gente de la cancha (y la pantalla), la “T” fue al frente, comprometido con la pelota, apostando a ganar en todos lados.

Vélez fue un justo campeón porque jugó mejor más cantidad de partidos. Preparó una mixtura de gente de experiencia y muchos pibitos, para llevarse merecidamente el trofeo. Lo que no debemos hacer en Córdoba es la autopsia apresurada, ni enamorarnos del resultado. Esto no significa que Talleres haya jugado en un nivel superlativo, ni mucho menos: en la mediocridad actual, fue capaz de hacer su historia y entusiasmar a su gente. Lo que hizo vale. No lo perdamos de vista.