Todo el que ha circulado alguna vez por la ruta que une a Córdoba con Alta Gracia, seguramente ha girado la vista para observar uno de los monumentos más misteriosos y enigmáticos de la provincia: el Ala que Raúl Barón Biza mandó a construir en honor a su difunta esposa Myriam Stefford. Detrás del enorme mausoleo, se esconde una impactante historia de muertes, tesoros escondidos y leyendas urbanas.
¿Quiénes eran?
Rosa Margarita Rossi Hoffmann era una actriz nacida en Berna, Suiza, en el año 1905. Era hija de un italiano que trabajaba en una fábrica de chocolates y de una alemana ama de casa. A principios de la década del veinte, comenzó su carrera artística en el teatro de Viena, lo que la llevaría a incursionar por el cine alemán, bajo el seudónimo de Myriam Stefford.
En 1928, conoció en Venecia al escritor y millonario argentino Raúl Barón Biza, con quien se casó en la basílica de San Marcos, el 28 de agosto de 1930. Tras la boda, Myrian decidió abandonar su vida para mudarse a la Argentina, donde descubrió una nueva pasión junto a su reciente esposo: la aviación.
Barón Biza era rico desde la cuna y se lo conocía en Francia por las lujosas cenas junto a sus influyentes amigos en los mejores restaurantes de París o haber hecho saltar dos veces la banca del casino de Montecarlo, en Mónaco. Formaba parte del selecto grupo juvenil que instauró la frase “tirar manteca al techo”, como diversión en un momento en que ese alimento era de alto costo. Fue por eso que su matrimonio con Rosa Rossi, otra excéntrica que paseaba por las calles de Berlín con su leopardo domesticado, no fue una sorpresa para sus allegados.
Una aventura que terminó en tragedia
Una vez en Argentina, el reciente matrimonio comenzó a autoimponerse retos de aviación, como unir Buenos Aires con Río de Janeiro en una avioneta. Fue así como Myriam decidió embarcarse en una peligrosa aventura: un raid por 14 capitales argentinas. La mujer iba acompañada por su maestro Ludwig Fuchs, un héroe de guerra alemán que había sido contratado por el propio marido.
La pareja de aviadores partió en el avión Chingolo I, en agosto de 1931, desde el aeropuerto de Buenos Aires. Tras recorrer algunos destinos, la aeronave presentó algunos problemas mecánicos que provocaron dos aterrizajes de emergencia, en Santiago del Estero y Jujuy. Fue por eso que Barón Biza decidió enviarles Chingolo II, una avioneta que suplantó a la primera para concretar la travesía.
Sin embargo, el 26 de septiembre de 1931 la máquina se estrelló durante su primer vuelo en la localidad de Marayes, una zona desértica de San Juan, provocando la muerte de ambos tripulantes.
El monumento más alto de la Argentina
En honor a su difunta esposa, Barón Biza le encargó al ingeniero Fausto Newton la construcción de un gigantesco mausoleo con forma de ala de avión. Para la obra, que fue concluida en el año 1935, trabajaron cerca de cien obreros polacos. Una vez terminada la construcción, el viudo mandó a colocar el féretro de su amada en la cripta del monumento, que se encuentra al costado de la ruta provincial 5, en el Paraje Los Cerrillos.
El monolito, que está conformado por hormigón armado, granito y mármol, tiene 82 metros de altura y otros 15 de cimentación. Estas dimensiones lo convierten en el monumento más alto del país, superando al Obelisco porteño que alcanza los 68 metros.
Según cuenta la leyenda urbana, Myriam fue enterrada junto a sus joyas, incluido el famoso diamante Cruz del Sur de 45 quilates, a seis metros de profundidad. Sus restos fueron cubiertos por toneladas del más sólido de los cementos, además de un complejo dispositivo de explosivos que estallarían si algún intruso osara adulterar el lugar. Además, la entrada es coronada por una inscripción que reza: “Maldito sea todo aquel que se atreva a profanar esta tumba” .
El mausoleo cuenta con 444 escalones y una lápida en la que se lee el epitafio: “Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia, quiso llegar hasta las águilas”. En la mitad de la torre hay un balcón que sirve a modo de descanso para quienes intentaban llegar hasta la parte más alta de la tenebrosa escalinata, y en la cúspide hay cuatro ventanas que funcionan como mirador.
Más tragedia
Algunos años después, Barón Biza se casó con Clotilde Sabattini, hija del exgobernador de Córdoba. Cuando la pareja negociaba su divorcio, en el departamento que la pareja compartía en Buenos Aires, Raúl sorprendió a los presentes arrojándole ácido en la cara a su mujer. Mientras ella era trasladada a un sanatorio, él huyó del lugar.
La policía lo buscó por toda la ciudad, por sus propiedades y sus campos. Sin embargo, el millonario había regresado a esconderse en el mismo departamento donde había ocurrido el ataque. Una vez allí, tomó estricnina para provocarse la muerte y aseguró el hecho disparándose con un revólver calibre 38 en su sien. Años después, la misma decisión tomarían Clotilde y ambos hijos de la pareja.
Leyendas urbanas
Esta trágica historia, llena de muertes y misterios, ha generado algunas leyendas que sostienen que Baron Biza descubrió un amorío entre Myriam y su piloto, por lo que a propósito envió el avión Chingolo II con una falla que ocasionaría el accidente.
La causa está en investigación desde marzo de 2015, debido a que una historiadora descubrió en fotos periodísticas de esa época algunos detalles extraños en los dos cadáveres: aparentes heridas de bala en sus rostros y ambos cuerpos intactos a pesar del incendio de la aeronave. Además, la pareja de aviadores volaban siempre, como se estilaba en esa época, con uniformes de pilotos y en las imágenes históricas se los puede ver con ropa de civil.