La presencia de Pablo Guiñazú en Talleres, Ricardo Zielinski en Belgrano, Miliki en Instituto y ahora Héctor Arzubialde en Racing, se enmarcan en gestiones, transitorias o definitivas, que se pusieron en marcha con un torneo en disputa. ¿En qué términos se habla de proyectos?
El fútbol propone ciclos que, desde la perspectiva de los entrenadores, se sabe cuándo comienzan, pero nunca en que instancia terminan. ¿Cuándo se agota un ciclo? ¿al final de un torneo? ¿con la vigencia de un contrato? ¿si se alcanza o no un objetivo? ¿Lo que marca el final será, tal vez, la sensación térmica de la paciencia de la gente? Todo influye y todo aporta, de la misma manera en que resta, enturbia y contamina.
La evaluación de la gestión de un entrenador suele presentar indicadores a nivel de superficie y otros que reclaman una mirada más profunda. Fuera de esa absurda ecuación que suele escucharse en el sentido de “prefiero jugar mal y ganar, que jugar bien y perder”, el fútbol cordobés tiene datos que no ayudan a entender la justicia de las reglas. No alcanza con jugar bien si un equipo pierde y tampoco es suficiente estar arriba en una tabla si no se avanza en una determinada dirección. ¿Cuál? Ésa es la cuestión.
Pareciera ser mucho más tolerante la gente de Belgrano con la austera realidad del equipo que dirige ahora el Ruso Zielinski, que la de Racing con el eyectado Diego Cochas, pese a que un club está mal en las posiciones y el otro, en zona de clasificación. ¿En términos de qué se miden el éxito y el fracaso?
Sin atender tantos los números, el reconocimiento y la memoria afectiva de las tribunas de Talleres e Instituto regaron de aplausos los pasos dados en la prematura gestión de Guiñazú en la “T” y el pasamanos de Jiménez para el Gato Oldrá en la Gloria, en procesos incipientes que renuevan las ilusiones coincidentemente con algunos indicios de mejora en la cancha.
Objetivos y preguntas
En Argentina, definitivamente los ciclos de los entrenadores se desarrollan en el medio de un tambaleo permanente, con los resultados obrando como explosivos cada semana. La típica ruleta rusa: nadie resiste una goleada escandalosa, ni varios partidos sin ganar. Se desdibuja por completo la noción del trabajo a largo plazo cuando no hay satisfacciones inmediatas.
Por más que los discursos edulcoren el firmamento hablando de otras cosas, la impaciencia de los de afuera y la nebulosa de objetivos de los que están adentro de los clubes, impiden garantizar la permanencia de un entrenador más allá de cada fin de semana.
O sea…
1) ¿Cuál es el norte en la presencia del Cholo en Talleres? ¿Es un parche o realmente Andrés Fassi lo ve ahí afirmado en el cargo?
2) El respaldo a Guiñazú ¿es solo por los resultados? Si el equipo pierde ¿se acabó el amor y lo insultarán como a los otros que debieron irse?
3) Además de ganar y ganar ¿qué objetivos tiene el Talleres del Cholo? El propio entrenador dijo que se siente tal y no quiere volver a tareas administrativas. Presión se llama.
4) ¿Cuánto tiempo necesita Belgrano para traslucir la mano de Zielinski?
5) Si el Ruso insiste con jugadores que tienen el crédito agotado ¿es porque no tiene otra cosa o porque de verdad piensa que puede recuperarlos?
6) Sin Zelarayán disponible ¿la figura más inspiradora de Belgrano es el técnico?
7) ¿Miliki Jiménez es “solo un bombero” o tiene espaldas para ser confirmado alguna vez, como entrenador de Instituto?
8) ¿Daniel Oldrá podrá sostener las buenas sensaciones que logró Instituto con Miliki, en el 3-0 ante Riestra?
9) Con Oldrá como técnico, Godoy Cruz jugó (y muy bien) como equipo, con muchos jugadores ignotos y otros surgidos del propio club: ¿podrá aplicar esa receta en Alta Córdoba?
10) A Diego Cochas lo despidieron como entrenador de Racing, pese a que el equipo está dentro de los clasificados: ¿no era ése el objetivo? ¿tan mal jugaban sus muchachos?
11) ¿Racing tiene plantel para pelear más arriba? ¿Quiénes son los refuerzos de jerarquía?
12) ¿Qué debe lograr Héctor Arzubialde como técnico de la Academia, para no seguir la huella de Cochas?
Evidencia irrefutable
Talleres, Belgrano, Instituto y Racing se han ido acomodando a las circunstancias, en un camino condicionado por la (in)tolerancia y las exigencias. Si un equipo gana, lo provisorio puede convertirse en definitivo; si los resultados no llegan, el tema del proyecto se evapora y todo se reduce a una cuestión administrativa. Así están las cosas, desde que perdimos la capacidad de respetar los tiempos para evolucionar. En el país de los campeones del mundo, nos rendimos ante una evidencia irrefutable: el segundo es el primero de los fracasados.