La fiesta que renovaron el Racing cordobés e Instituto contrasta con la imagen del escandaloso final del Trofeo de Campeones, que tuvo una lluvia de expulsados y discutidores seriales. ¿Cuál es la imagen que proyecta nuestro fútbol, en plena cuenta regresiva para el Mundial?
“Con plata, cualquiera es vivo”, decía el “Pucho” Arraigada, a quien nadie identificaba por el Raúl Hipólito que figuraba en su documento para identificar a aquel rastreador de oro de las divisiones inferiores de Belgrano, Racing e Instituto. Leyendo fino en la reflexión, se refería a que los clubes poderosos siempre tenían ventaja sobre los que disponían de menos recursos: mientras unos podían direccionar los acontecimientos y flexibilizar algunas leyes, al resto le tocaba sobrevivir en la oscuridad de una sociedad que se empeña en exagerar los méritos del que gana para denigrar y avergonzar al que pierde. Nunca se sabrá si efectivamente, la plata es un viaje hacia la felicidad pero en el fútbol, sí podemos afirmar que acorta distancias…
Leer o escuchar que los jugadores de Boca (o de River) protestan contra los arbitrajes es como ver a Drácula dirigiendo el Laboratorio de Hemoderivados y quejándose por el estacionamiento que le dieron… ¿Nunca Boca ganó con fallos polémicos? ¿Resiste un archivo? De igual manera, el mismo River que en la voz de Enzo Pérez llegó a reclamar porque “inventaron el VAR para perjudicarlos”, es el que sacó provecho de cuanta oportunidad tuvo.
El epílogo del Trofeo de Campeones, disputado en San Luis, no podía ser peor: una copa tirada de los pelos, traccionada por el inagotable negocio de poner futbolistas jugando por algo y así mantener tibia la pantalla, dejó ver que también somos todo eso. ¿Qué podía salir mal? Si Boca había ganado los dos torneos del año ¿había equivalencias con Racing Club, que terminó segundo en uno de ellos? O sea, miren qué lindo trabalenguas que se armó: Racing Club ganó el Trofeo de Campeones sin haber sido campeón y Boca, que fue campeón de la Copa de la Liga y la Liga Profesional, al final no pudo ser campeón de campeones.
Lo que quiso ser un cierre a todo lujo del calendario del fútbol de primera división, terminó en un bochorno porque Boca sufrió cinco expulsiones, se quedó sin los siete jugadores como mínimo, que exige la regla, y el partido debió terminar de modo anticipado. Incluso, sus hombres estuvieron a punto de boicotear la entrega de medallas, disgustados por “las injusticias”. Cero hidalguía en una patria futbolera que se especializa en buscar culpables en ocasión de una derrota: los árbitros siempre son presas fáciles. Telón lento piadoso, porque cada vez entendemos menos…
El camino del regreso
Instituto y el Racing cordobés se parecen más de lo que creen, aunque hoy jueguen en divisionales diferentes: entre ambos, llenan tribunas y los espacios en los medios de prensa porque la revolución no se detiene, siguiendo la huella para estar donde su gente señala que pertenecen. Las fiestas populares que explotan en las canchas de fútbol, indefectiblemente, tienen alegrías y tristezas vinculadas con el resultado de los partidos, o de las instancias que se disputen. Debemos tomar nota: Defensores de Belgrano, que perdió contra Instituto y quedó afuera de la B Nacional, y Sarmiento de Chaco, que fue derrotado por la “Acadé” y volvió a casa con el sueño del ascenso hecho añicos, no hicieron ningún escándalo. Aceptaron los triunfos de sus adversarios y aunque los reclamos siempre estarán, mostraron un valor que camina hacia la extinción: el respeto.
A los clubes de la capital cordobesa les toca hacerse cargo de la responsabilidad (y la hermosa posibilidad) de hacer felices a miles de personas, que le trasladan al fútbol, la necesidad de generar alguna medicina que pueda moderar los efectos de la triste realidad que nos toca vivir como país. Alta Córdoba y Nueva Italia quedan a pocas cuadras de distancia: desde una cancha, afinando el ojo, se puede ver la otra. La estatura futbolística que ambos han mostrado merece el premio del ascenso como consecuencia de los proyectos sobre los que montaron la planificación del año: supieron crecer y consolidarse; ganaron en la cancha y contagiaron a los hinchas; se apoyaron en la seriedad de los que deciden para evitar atajos. Esa foto, la de la cosa bien hecha, es la de la canción y nos llena de orgullo:
“Con mujeres trasnochadas / con sus largas madrugadas / con amores bajo el puente / con cirujas y docentes / Córdoba va, Córdoba va… / Con la Luna en un Altillo / con su olor a conventillo / con el fútbol y su gente / y su toque diferente / Córdoba va, Córdoba va.”
Por los ídolos de barrio; por la bronca y el trabajo; con los dientes apretados y los sueños postergados, salud a los que se acostumbraron a ganar y salen a luchar por su destino. Ahora que se viene el Mundial y estaremos pendientes de mostrar qué argentinos que somos, Córdoba muestra que hay un país diferente que espera oportunidades.