Realizaban cuarenta shows por fin de semana, crearon un estilo de vestimenta y peinados propios, hubo denuncias cruzadas y desaparecieron.
Brian “Coqui” Romero, Leonel “Leíto” Lencinas, Gonzalo “Gonzalito” Muñoz, Lucas “Kaká” Caballero, Emmanuel “DJ Memo” Guidone, Matías “McCaquito” Flores y Simón Gaete eran un grupo de pibes de barrio, oriundos de la localidad bonaerense de Morón, que de la noche a la mañana se convirtieron en la banda de música tropical más importante del momento y, con la misma rapidez, desaparecieron de la faz de la tierra. Si bien en la industria de la música es común que ocurra, pocos fenómenos treparon tan alto y cayeron tan pronto en tan poco tiempo como el de los Wachiturros.
Pasaron de bailar en el parlante de algún boliche o la plaza de su barrio, a participar en los grandes shows televisivos del país, tocaron en el Gran Rex, cerraron un evento en Mar del Plata ante centenares de miles de personas y sus antiguos ídolos tropicales comenzaron a envidiarlos. Vivieron la transición del Fotolog al YouTube, fueron virales cuando no existía la palabra y alcanzaron los millones de visualizaciones sin tener un videoclip oficial. Hasta que en un momento y casi sin darse cuenta, todo empezó a bajar.
El debut de los Wachiturros en Pasión de Sábado
El 14 de mayo de 2011, los Wachiturros debutaron en el programa televisivo Pasión de Sábado. Una semana antes, Coqui, Leíto y Gonza habían visitado los históricos estudios de la movida tropical acompañando a McCaco, un artista con buena proyección por entonces. Se habían sumado al staff gracias al ojo clínico de Lucas Rodríguez, un productor conocido como Bazooka y habituado a recorrer los boliches en busca de jóvenes talentos.
El desempeño de los adolescentes llamó la atención de los hermanos Pablo y Adrián Serantoni, productores de peso de la movida tropical, quienes hablaron con Bazooka y le sugirieron armar otro grupo a partir de ellos. No había tiempo que perder. La plaza del barrio sirvió como semillero y se fueron sumando las piezas. Incluyeron a Kaká, que era compañero de Leíto; Mati, el hermano de McCaco; Simón, que también andaba por ahí; y DJ Memo, el mayor y el único con cierta experiencia en la música.
La banda adaptó un tema de Rey Pirín, artista portorriqueño, llamado “Tirate un paso”. Sólo le cambiaron algunos versos y lo adaptaron al lenguaje y la estética turra. Subieron el tema a Facebook y a la semana volvieron a Pasión.
Ese mismo fin de semana, debutaron en un boliche de Quilmes y a la semana empezó el baile en serio. Llegaron a promediar cuarenta presentaciones por fin de semana. Hernán Caire reconoció no haber visto una explosión semejante en el estudio desde la presentación de Volcán.
La onda wachiturra
“No somos ni floggers, ni chetos ni cumbieros”. Los Wachiturros dejaban en claro sus principios: eran wachines por la edad (el más grande tenía veinte años) y turros por la onda (aritos, piercings, cejas depiladas, algún detalle en el pelo, los jeans rotos y las infaltables chombas de colores).
Había un aspecto de la vestimenta que los distinguía: sus chombas y chalecos sport, de marca y estética asociados históricamente a las clases altas. En principio usaban pilcha La Martina, vinculada al polo, y luego fueron por Lacoste, propia del golf.
“Lo compramos original, en un outlet”, aclaraban siempre, casi ofendidos, y fueron un furor. En cuestión de días, los pibes de los barrios vestían cómo sus ídolos adolescentes, pero no todos tenían los recursos para comprarse el original. Y las imitaciones eran tan buenas que no se notaban. A los ejecutivos de marketing no les hizo mucha gracia el asunto, un poco por la cantidad de indumentaria trucha y otro porque no era el target acostumbrado.
Tanto fue el furor y el descontento de la marca, que Lacoste les propuso un arreglo económico para que dejaran el paz al cocodrilo. Aunque el convenio lo hizo el representante y ellos aseguran que nunca vieron ni un peso de eso. Tampoco supieron de la demanda de un millón de dólares que les iniciara Rey Pirín por plagio. Sin embargo, como todo lo vinculado a litigios judiciales, parece quedar en la nebulosa.
Los engañaron
Los jóvenes no cobraban en relación a lo que generaban. En aquel dorado 2011, llegaron a promediar casi cuarenta shows por fin de semana y viajaban por todo el país. “Llegábamos a Salta, por ejemplo, arrancábamos a las 12 del mediodía en un baile, de ahí a una radio, de ahí a otro baile, de ahí a la Fiesta del tomate, de ahí a otro pueblo. Y todos los fines de semana así. Jujuy, Tucumán, Catamarca, por todo el país”, recuerda el cantante.
Gonzalo tenía veinte años y junto a Memo eran los únicos mayores del grupo. El resto, andaba por los 16. Más allá de los rollos de cada uno, asegura que no había excesos en la caravana bolichera de los Wachiturros: “Nuestro mensaje siempre fue sano, bailar, divertirse, pasarla bien. Y para mantenernos despierto no necesitábamos ni drogas ni alcohol, sí tomábamos muchísimo Speed”, reconoce.
Denuncias cruzadas
De todo lo que generaban por show, veían solo una parte. “Nosotros hacíamos la nuestra, no nos dábamos cuenta”, reconoce el cantante. La que descubrió la punta del ovillo fue su mamá, en una de las visitas del grupo al programa de Susana Giménez: “Ella escuchó que nos habían pagado 180 mil pesos y a nosotros nos dieron 2.000 a cada uno. Ahí empezamos a notar que algo pasaba“, agrega. “En el cierre del año, nos pagaron 400 mil, pero a nosotros nos dieron un Blackberry… nos arreglaban así, con ropa o boludeces”.
A la hora de buscar responsables, Gonzalito tiene en claro donde apuntar pero entiende que no hay demasiado para hacer. Eximido está su productor Bazooka, amigo del barrio y compinche hasta que se fue a vivir a Brasil. Quien manejó los destinos de los Wachiturros fue Akkua Producciones, y según los artistas, ahí iban a parar las ganancias: “Ellos se encargaban de vendernos, y bien que nos vendían. Ahí también empezamos a notar cambios, de repente se aparecían con una camionetita nueva… ¿de dónde salía la plata?”, se pregunta Gonzalo sin esperar respuesta.
Hubo un atisbo de denuncia formal, pero quedó en la nada. El cantante sabe que la plata no la va a recuperar, pero le da bronca haber perdido algunos recuerdos del furor del grupo, esos pequeños hitos que permitan documentar que no todo fue un sueño: “El disco de oro de los Wachiturros lo tienen ellos, en cada boliche que íbamos nos daban placas, regalos, todo eso está en la oficina”, lamenta.
Los Wachiturros por el mundo
Desde aquel debut en Pasión, no hubo programa que se quisiera perder a los Wachiturros. Los magazines, los de entretenimientos, los deportivos, hasta Gran Hermano. Y también los tanques: Susana Giménez y Marcelo Tinelli se disputaron sus servicios. Y no fueron números de adorno, sino maestros de ceremonia de los programas más vistos de la televisión argentina.
Fueron personajes del año en Revista Gente y la segunda palabra más buscada en Google ese año. La primera, fue Facebook.
Cuando en Argentina empezaba a apagarse, la ola wachiturra cruzó el océano y llegó a Europa. Actuaron en discotecas de Bélgica, Italia y Suiza para un público heterogéneo, con predominio de latinos y coreanos, que tiraban pasos al compás de unos pibes del oeste del conurbano. En Londres, se sacaron la mítica foto en Abbey Road y grabaron una versión de “Tirate un paso” en inglés, con un rapero local. La cinta se perdió en un cajón.
Denuncias judiciales
El 7 de mayo de 2012, DJ Memo, entonces de 22 años, fue acusado por “abuso sexual gravemente ultrajante en grado de tentativa” en perjuicio de una niña de 13 años ocurrido en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, donde el grupo había dado uno de sus tantos shows. Según la denuncia, el hecho ocurrió mientras los Wachiturros firmaban autógrafos a la salida del hotel y allí habrían subido a una combi con algunas fanáticas, donde se habría producido el abuso.
Memo estuvo preso tres días y salió en libertad condicional. Siempre sostuvo su inocencia y se mantuvo tranquilo a la espera de un juicio que pasó por cuatro juzgados y se postergó durante ocho años. “Tuve una condena social y mediática, judicial nunca”, declaró en una visita hace un par de años a Involucrados. “Me dio bronca porque soy inocente”, señaló en una entrevista con Mauro Szeta, a comienzos del 2020. Finalmente, meses después fue absuelto. Como el resto del grupo, Gonza siempre creyó en la inocencia de su amigo
Antes y después de esta situación, Memo había tenido problemas con la Justicia. En el 2017, fue preso acusado de transportar estupefacientes para su comercialización y luego de dos años le concedieron el beneficio de la libertad condicional, por lo que debe firmar la libertad una vez por mes hasta el 2022.
Un escueto regreso a la tele durante 2019
Si bien en el imaginario popular queda la sensación de que a los Wachiturros se los tragó la tierra, de acuerdo al relato de Gonza, nunca estuvieron separados. Dispersos o perdidos sería una mejor definición. O fuera de tiempo, ya que llegaron tarde al mundo de Instagram. Solo tuvieron un parate de unos dos años, pero antes y después siguieron participando en fiestas privadas y fueron contratados por algunos boliches, claro que en una dosis súper reducida respecto a los años de furor.
De la formación clásica, quedó un cuarteto formado por Brian, Leíto, Gonzalito y Memo. Kaká abrazó la fe evangélica y se hizo pastor y McCaquito probó suerte como futbolista y luego le perdieron el rastro. En 2019, volvieron a asomarse a los medios, y proyectaban una carrera alejada de aquellas locuras, con participaciones más dosificadas, hasta que los frenó la pandemia. “Tenemos otras obligaciones, no podemos irnos un fin de semana a tocar a Salta”, resume el cantante, mientras revela que charla seguido con sus ex compañeros.